'Un choque de civilizaciones podría extinguir a la humanidad'
Masumeh Ebtekar expresa una de las muchas contradicciones del Irán contemporáneo: la revolución del ayatolá Jomeini en 1979, que impuso el chador a las mujeres, les ha dado al mismo tiempo un protagonismo laboral, político y cultural que no tiene precedentes en la historia de aquel país.
Ebtekar está entre los líderes del proceso reformista abierto por el presidente iraní, Mohamed Jatamí, que ahora se enfrenta a una fuerte contraofensiva de los clérigos conservadores. Aunque va lento, está segura de que el proceso reformista en Irán triunfará, pese a la oposición de los tradicionalistas
Pregunta. No es común en los países musulmanes que una mujer ocupe el segundo lugar en la jefatura del Estado, ni tampoco en los occidentales, donde Estados Unidos jamás ha tenido una mujer en la vicepresidencia. ¿A qué atribuye usted su alta posición política?
'Defendemos la santidad de la familia y la dignidad de las mujeres, posiciones que Occidente intenta presentar como obstáculos al progreso femenino'
'Los talibanes han hecho una apariencia de islam muy lejana de su espíritu. Con el patrocinio de Occidente, han presentado una versión muy negativa'
'La causa palestina es el mayor ejemplo universal de una causa justa, de una lucha legítima por la libertad, por la dignidad humana, por la independencia'
Respuesta. Es una muestra más de la mejora de la condición de la mujer iraní tras la revolución islámica. En contra de lo que pensaba un cierto estereotipo propagandístico, la revolución no metió a la mujer en un agujero. Al contrario, gracias a que el imam Jomeini veía las cosas de modo diferente, las iraníes, 22 años después, hemos avanzado notablemente en asuntos como la educación, la presencia en el mundo del trabajo y los derechos sociales y políticos. Se han hecho muchas conquistas, aunque nos queda un largo camino por delante.
Yo pienso que, en el marco de la ley islámica y de los valores democráticos de nuestra Constitución, hay un amplio espacio para permitir a las mujeres desempeñar un papel aún más activo. Esto entra plenamente en el terreno del pulso actual entre las posiciones progresistas y las tradicionalistas, los dos polos del debate político en Irán. El Parlamento (reformista como Jatamí y Ebtekar) intenta promover una ley que dé más derechos para las mujeres, pero los grupos de presión conservadores lo están impidiendo. Aunque el debate sigue abierto.
P. Lo que persiste entre tanto es la obligatoriedad del hiyab, o velo islámico.
R. Es que el paradigma para el desarrollo de las mujeres en Irán es en algunos aspectos diferente del que existe en Occidente. Nosotros defendemos la santidad de la familia y la dignidad de las mujeres, posiciones que Occidente intenta presentar como obstáculos al progreso femenino. El cliché más obvio es el del hiyab, que es visto por Occidente como una limitación para las mujeres, lo cual no es su objetivo, o al menos no lo es para los líderes más progresistas de nuestra sociedad. No creemos que el hiyab sea un freno a la igualdad y desarrollo de la mujer.
P. Puede darme algunos ejemplos de los derechos que aún tienen que conquistar las mujeres en Irán.
R. El campo principal es el derecho de familia. Tenemos que modificar la ley para que las mujeres alcancen la igualdad de derechos en el marco del matrimonio y la familia. También tenemos que promocionar ese objetivo a través de un gran esfuerzo en la educación. Hay que cambiar la mentalidad de la sociedad, eliminar los prejuicios y conseguir que se asuma colectivamente el papel emergente de la mujer.
P. El mundo se ha espantado al ver el maltrato que daban los talibanes a las mujeres afganas. ¿Cree que era conforme al mensaje del Corán?
R. (Risas). Obviamente, no lo creo así. El caso de los talibanes tiene muchas paradojas políticas. Los talibanes crecieron inicialmente con el apoyo de Estados Unidos, directamente o a través de sus aliados en esta parte del mundo, como Pakistán y Arabia Saudí. Su versión del islam es muy reaccionaria y muy obtusa, con muy poco que ver con el espíritu del islam. Si queremos comprender una religión o una ideología, hay que comprender su espíritu. Y el espíritu del islam es el del igualitarismo, la promoción de la dignidad humana, la solidaridad, la igualdad de los géneros.
El islam considera que hombres y mujeres, aunque sean diferentes, tienen el mismo valor humano y los mismos derechos. Y lo que han hecho los talibanes en Afganistán es una apariencia de islam, muy lejana de su espíritu. Bajo el patrocinio inicial de Occidente, esos tipos han presentado una versión extremadamente negativa del islam. Pero los musulmanes de todo el mundo lo que están buscando son nuevos modelos, ejemplos prácticos de una interpretación moderna del islam. Y esto es lo que estamos intentando hacer en la emergente democracia de Irán.
P. ¿Por qué tantos musulmanes hacen una lectura tan machista del Corán?
R. Porque el Corán tiene una cualidad única: habla a gente con diferentes niveles de conocimiento. Cada persona saca del Corán aquello que su intelecto puede absorber. Nosotros creemos que el Corán necesita un intérprete, una persona de gran santidad que lo interprete correctamente, y ésta es la principal característica diferencial del islam shií.
El imam Jomeini, una persona que se acercó a ese nivel de pureza y comprensión, interpretó que el sistema político del Corán en estos tiempos es una democracia islámica y que el papel de la mujer es el de la igualdad de derechos y la plena participación social y política. A la espera de esa figura excepcional, el islam shií también cree en el principio de ichtihad, que quiere decir que los teólogos deben trabajar permanentemente pa-ra interpretar la religión de acuerdo con las necesidades del tiempo y del lugar. Ahora necesitamos saber qué tiene que decir la religión sobre las mujeres del siglo XXI, jóvenes y con estudios, que están muy lejos de las mujeres de hace 14 siglos.
P. El presidente Jatamí y sus aliados, entre los que se encuentra usted, ganaron ampliamente las tres últimas elecciones, dos presidenciales y una legislativa, defendiendo la necesidad de la reforma y la apertura dentro del régimen islámico. Pero algunos sectores iraníes, sobre todo los jóvenes, se están impacientando por la lentitud de los cambios. ¿Qué les diría a esos sectores?
R. Creo que el proceso reformista está en el camino correcto y avanzando, aunque, sí, lentamente. Estoy de acuerdo en que el movimiento es lento. Pero esto tiene que ver con la complejidad de la sociedad iraní, que tiene un gran espectro de tendencias religiosas y políticas. El proceso reformista debe tener en cuenta todas esas sensibilidades, no pretende separar una parte de la sociedad iraní de otra, sino conducir a la sociedad entera a través de esta difícil transformación.
Es un proceso democrático, en el que no puede ignorarse a la oposición, siempre y cuando juegue de acuerdo con las reglas del juego. Y eso lleva tiempo y energía, y hay pasos adelante y pasos atrás. Pero creo que, aunque difícil, es inevitable y llegará a su culminación, porque ésta es la esperanza de las generaciones más jóvenes.
En lo que no estoy de acuerdo es con la lectura que hacen los medios occidentales. Por ejemplo, la CNN dice que los jóvenes iraníes están muy atraídos por Estados Unidos, lo que no es correcto. Nuestros jóvenes tienen muchas aspiraciones insatisfechas, pero no exactamente las mismas que los occidentales. La sociedad iraní es diferente, tiene una fuerte identidad cultural, que no queremos perder en aras del materialismo y el consumismo.
P. En Occidente se cita mucho desde el 11 de septiembre la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington, y en Teherán se habla de la propuesta de diálogo de civilizaciones de Jatamí. ¿Qué debería hacer Occidente para evitar ese choque? ¿Y qué debería hacer el mundo musulmán?
R. Occidente debería dejar de promover una ecuación en la que el que tiene el poder, la riqueza y la fuerza militar tiene la última palabra. Frente a ella habría que dar primacía a la razón, la justicia y los derechos humanos. Pero respecto a estos valores Occidente aplica un doble rasero.
P. Imagino que cuando alude a doble rasero piensa, como tantos musulmanes, en la actitud de Estados Unidos respecto a israelíes y palestinos.
R. La causa palestina es el mayor ejemplo universal de una causa justa, de una lucha legítima por la libertad, por la dignidad humana, por el derecho a la
independencia, por el derecho a un Estado soberano. Y, desgra
ciadamente, siempre ha sido tratada por Estados Unidos de un modo muy parcial; su apoyo a Israel y su desprecio a los palestinos son escandalosos. Creo que ya es hora de que los norteamericanos comprendan que, incluso en los países en desarrollo, la gente está educada, tiene capacidad de análisis y comprende muy bien dónde hay duplicidad, dónde hay hipocresía, dónde hay prejuicios. En el asunto palestino, a Estados Unidos no le importa lo que es justo y lo que es injusto, sólo le importan sus propios intereses. ¿Dónde está su sistema de valores? Esto es lo que puede llevarnos a un choque de civilizaciones, que pondría a la humanidad al borde de la extinción.
P. ¿Y ustedes no tienen nada que cambiar? ¿Son perfectos?
R. No somos perfectos. A las sociedades musulmanas nos queda un largo camino para alcanzar los objetivos del verdadero islam, como la democracia y la igualdad de la mujer. Y en la sociedad iraní tenemos muchos fallos.
Ahora estamos en plena campaña contra la pobreza, la discriminación y la corrupción. No, no somos perfectos, pero aspiramos a la perfección.
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