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EE UU prepara sus helicópteros para la próxima fase de la guerra en Afganistán

Kabul y Kandahar viven los ataques más duros desde el inicio de la operación militar

Enric González

Llega el momento de los helicópteros y las incursiones terrestres, pero el arranque de la Operación Libertad Duradera está resultando algo más difícil de lo que el Pentágono esperaba. Las fuerzas aéreas lanzaron ayer los ataques más duros hasta ahora sobre las dos mayores ciudades de Afganistán, Kabul y Kandahar, con la intención de completar la destrucción de los sistemas antiaéreos de los talibán y allanar el terreno a los helicópteros y los comandos. La efectividad de los bombardeos parece inferior a lo anunciado el martes por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

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Los talibán aseguraron ayer que su defensa antiaérea se mantenía operativa, pese a que el Pentágono la daba por casi inutilizada. Y demostraron que disponían aún de recursos disparando contra la aviación enemiga desde los alrededores de Kabul.

El tiempo juega en contra de los dos bandos. En el caso de los talibán, cada día que pasa se reduce la munición, difícilmente reemplazable por el aislamiento a que está sometido el régimen afgano y por los mecanismos de asfixia financiera establecidos por la coalición antiterrorista internacional. El Pentágono no oculta que uno de los objetivos de los ataques aéreos, que se suceden en oleadas de día y de noche, consiste en obligar al enemigo a desperdiciar unos recursos muy limitados. Los portavoces de los talibán reconocen que los aviones estadounidenses y británicos vuelan demasiado alto para el alcance de su armamento.

Pero cada día que pasa se acerca el invierno, y ese factor perjudica a las fuerzas atacantes. A finales de este mes se prevé un endurecimiento del clima, que, por un lado, limitará de forma muy severa la visibilidad de los pilotos e impedirá la búsqueda de 'objetivos de oportunidad', y por otro, complicará cualquier operación terrestre.

El Pentágono anunció el pasado domingo que la fase inicial de la guerra -es decir, el bombardeo- duraría 'entre tres y cinco días' e inmediatamente después comenzaría la segunda fase, protagonizada, supuestamente (los portavoces nunca han querido confirmar de forma explícita que hayan previsto enfrentamientos de infantería, pese a haber desplegado miles de soldados en la región), por las incursiones de helicópteros y tropas terrestres dentro de Afganistán. Ayer se cumplió la cuarta jornada de bombardeos, con las defensas antiaéreas aún parcialmente operativas. Esas defensas resultan prácticamente inocuas para los cazabombarderos, pero pueden ser muy efectivas contra helicópteros de vuelo rasante.

Un portavoz del Pentágono comentó a la agencia Reuters que las incursiones de tropas a bordo de helicópteros estaban ya preparadas, pero no comenzarían hasta que la aviación hubiera completado sus misiones. La supuesta fragilidad del régimen talibán y las presuntas deserciones dentro de sus filas no han quedado demostradas por el momento, pese a las afirmaciones en ese sentido de los portavoces de Washington. La Alianza del Norte, la guerrilla que combate a los talibán desde el rincón nororiental del país, no ha podido realizar aún ningún avance significativo.

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, recibió ayer en la Casa Blanca al secretario general de la OTAN, George Robertson, y recordó que una cantidad 'importante' de tropas de países aliados estaban preparadas para sumarse a las operaciones bélicas. Robertson dijo que unos 2.000 soldados canadienses ya se habían puesto en camino hacia Asia Central y que otros países, entre ellos 'Francia, Alemania, España, Italia, Australia y Nueva Zelanda', habían ofrecido efectivos para el momento en que Estados Unidos los considerara necesarios. 'Ésta es una coalición muy fuerte, cuyo núcleo es, por supuesto, la OTAN, pero cuyo alcance va mucho más allá de los 19 países miembros', declaró Bush, quien aseguró que potencias tradicionalmente rivales, como Rusia y China, aportaban 'una cooperación muy útil'.

Habitantes de Kabul contemplan el cráter provocado por una bomba.
Habitantes de Kabul contemplan el cráter provocado por una bomba.REUTERS
Un piloto estadounidense hace signos de aprobación antes de despegar con su F-14 del portaaviones <i>Enterprise</i>.
Un piloto estadounidense hace signos de aprobación antes de despegar con su F-14 del portaaviones Enterprise.EPA

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