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La campaña antiminas recoge el Nobel de la Paz con un ataque a EE UU

La organización Campaña Internacional contra las Minas Antipersonas (ICBL) y su fundadora, la estadounidense Jody Williams, recibieron ayer en Oslo el Nobel de la Paz de 1997. Los líderes de este grupo aprovecharon el solemne acto para atacar nuevamente a los países que no han firmado el tratado antiminas, incluido Estados Unidos. Les acusaron de "falta de humanidad".

"Todos los Estados que han faltado a la firma de este tratado han faltado a la humanidad. Su tamaño, poder y economía son irrelevantes", declaró Rae McGrath, líder del ICBL y ex ingeniero de la Armada británica. McGrath se refirió a Estados Unidos, China y Rusia, entre otros países que no han firmado el tratado de Ottawa, sancionado la semana pasada por 122 Estados.El rey Carlos Gustavo de Suecia entregó ayer por la tarde en Estocolmo los galardones Nobel 1997 a siete científicos, dos economistas y un escritor. El Nobel de la Paz, como es tradicional, fue entregado en el Ayuntamiento de Oslo ante un millar de invitados. En esta ciudad, a diferencia de lo que sucede en Estocolmo, no fue el rey Harald el encargado de entregar el premio, sino el presidente del Comité Nobel, Francis Sejersted.

Este historió los esfuerzos del comité por estimular a todos aquellos que trabajan por la paz y consideró que la organización y la persona que este año han sido premiados cumplen cabalmente el contenido del testamento de Alfred Nobel.

Señaló que los premiados habían logrado unir voluntades de organizaciones, Gobiernos y personas con el objeto de erradicar un flagelo que se cobra cada año 26.000 vidas.

Rae McGrath aludió al ejemplo de Tun Channareth, presente en el estrado, quien pese a haber perdido ambas piernas a causa de la explosión de una mina en Camboya había tenido voluntad para rehacer su vida personal y comprometerse de lleno en la campaña contra dicha arma.

Jody Williams, por su parte, agregó una sorpresa más a las ya ocurridas en la versión 1997 de los Premios Nobel, improvisando su discurso. Repasó la historia de la lucha de la campaña y la creación de una nueva forma de trabajo que dijo, ha mostrado al mundo la posibilidad de alcanzar un acuerdo internacional para la prohibición. Recordó especialmente la actitud de Bélgica en 1995 como la primera nación que decidió eliminar las minas de su arsenal bélico. Y expresó su convicción de que la fuerza de las organizaciones y los pequeños y medianos países tendrán la capacidad de persuasión para hacer rectificar a las grandes potencias que ahora niegan su apoyo a la prohibición.

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No todo fueron rosas sin embargo, para los premiados. Algunos expertos en este tipo de armas difundieron un duro ataque a la ICBL y su líder y a las Naciones Unidas, acusándoles de manipular las cifras relacionadas con el número de minas diseminadas en por lo menos 70 países, que no serían 100 millones como sostienen los premiados, sino sólo la mitad.

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