Atrapados en el supermercado
Atrapados por un espectacular despliegue audiovisual, 50.000 personas entraron anoche en el supermercado musical de U2. No es casual que el grupo irlandés presentara su gira en el departamento de lencería de unos grandes almacenes neoyorquinos, ni que la primera actuación fuera hace cinco meses en Las Vegas, quizá el único lugar en el mundo donde tantos neones no ciegan a nadie.Pero anoche, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, uno no sabía si veía a un grupo de rock, un gigantesco videoclip en tres dimensiones o si Marte, por fin, atacaba.
Ni el precio de la entrada (7.600 y 5.600 pesetas), ni el impreciso nuevo mensaje del grupo irlandés -más irónico que ético, según dicen ellos- impidieron que la fiel parroquia de U2 acudiera a la cita y se entregara con fe ciega. "¿Qué os parece toda esta mierda?", dijo Bono. "Habéis pagado por ella" añadió el cantante. Poco antes, rendido y en español, había dicho: "Estar en España es estar enamorado".
Adolescentes pijos, rockeros plegados a la moda de las estrechas camisetas techno, un hombre que agitaba una pipa de fumar de marinero y curiosos que querían descifrar las nuevas claves del grupo irlandés coincidieron en un estadio en el que los bocadillos y las pizzas eran de anuncio americano, se vendían camisetas a 4.000 pesetas, cazadoras a 8.000 y unos globos en forma de limón (a 2.000 pesetas) formaban parte del supermercado del rock que U2 ha creado para su nuevo espectáculo. En él la comida basura, la pintura de Roy Lichtenstein o la estética de Andy Warhol están a su servicio.
Entre las caras famosas, Miguel Ríos, Antonio Carmona (líder de Ketama) y los jugadores del Atlético de Madrid Molina, Lardín y Kiko. Los rojiblancos acabaron de pie coreando las canciones y bailando. Por una noche, su campo era el planeta de otros.
Babelia
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