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La patología extrema de la queja es el terrorismo, según Pascal Bruckner

Contra la queja: primero Robert Hugues, luego Pascal Bruckner -un veterano partidario del desorden. Anagrama publica en castellano La tentación de la inocencia, aparecido en Francia el año pasado y Premio Médicis de Ensayo, un examen valiente, plural, de las consecuencias del victimismo -es decir, de la victimización como sistema- en la política, en la sociedad y en la cultura, desarrollada a partir de una tesis fuerte: ser una víctima no implica siempre tener razón.¿El terrorismo es él delirio supremo de la cultura de la víctima? Bruckner no duda: "Es, efectivamente, su patología extrema. El terrorista ni ve ni oye. Su autolegitimación es completa. Y no reconoce como ficción, por ejemplo y en el caso vasco, su creencia de que las diferencias entre el Estado español democrático y el franquismo son nulas. Sentirse víctima le basta para concluir que un Estado es igual que otro y que hay que combatirlos, y para sentirse el depositario de la justicia vasca' . Más allá de reconocerles a todos ellos un cierto nivel de puerilidad, Bruckner cree necesario distinguir entre nacionalismos. Uno, que responde al grito: "La patria está en peligro"; y otro que es, simplemente "la negación del otro". Dado que vislumbra en todos ellos un proceder retórico, considera que es importante examinar los grados de su intensidad expresiva: "Ahora", explica, "Ia Saboya reclama su independencia ante Francia. En fin... Pero los grupos que la reclaman acusan a Francia de prácticar el genocidio. Y eso es terrible. Decía Camus que nombrar mal a las cosas contribuye a la desgracia del mundo".

Hay en La tentación de la inocencia un capítulo especialmente ejemplar que analiza los paisajes mediáticos y que observa cómo en un paisaje plagado de dolor -el dolor que cada día muestran los noticiarios- el dolor acaba desapareciendo. A juicio de su autor, la televisión es el espacio preferente para la práctica de lo que llama "la pornografía del dolor: esa imagen que sólo dice estoy ahí., que es incapaz de movilizar a nadie, que no tiene más función que la de decir estoy ahí".

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