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Entrevista:

"Mea Cuba' es el testamento político de un autor viviente"

El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante estuvo en Cuba por última vez en 1965. Desde su exilio no ha cesado de denunciar el régimen de Fidel Castro. En sus artículos periodísticos y conferencias no ha escatimado calificativos para él y sus colabora dores. El trauma cubano ha marcado su vida y su literatura, aunque ha sabido derramar una bilis con toques permanentes de humor e ironía. En el libro que reúne la mayor parte de sus escritos sobre la experiencia interiorizada de su país, Mea Cuba (Plaza Janés), Cabrera Infante acusa, explica, clama, pero también recorre con la memoria la isla.

Pregunta. ¿Por qué Mea Cuba?

Respuesta. Es una combinación de mi Cuba y el mea culpa de la confesión. Mi Cuba es geográfica, mi mea culpa histórica. Se trata del testamento político de un autor viviente. O una suerte de. autobiografía política.

P. ¿Por qué publicar Mea Cuba ahora?

R. ¿Por qué no? Pienso, al contrario, que me he demorado tal vez demasiado. Podría haber salido el libro a la caída de Castro como un colofón político: no más banderas. Ahora es el momento: un periodista debe saber siempre cuándo es más oportuno.

P. ¿Cuáles son sus sentimientos actuales sobre Cuba?

R. Una pena terrible al ver cómo se ha destruido un país que una vez fue visto desde España como una escala paradisiaca. Un día dije que Cuba era la Albania del Caribe. Ahora es menos que eso: es otra vez Haití, es Mozambique.

P. Sus padres fueron miembros fundadores del Partido Comunista de Cuba.

R. Mis padres me vacunaron desde temprano con ese virus que ya había hecho presa de ellos. En ese sentido fueron ejemplares.

Cambio de posición

P. ¿Cree que su actitud y la de otros intelectuales serios ha tenido alguna influencia?

R. En 1968, con mis primeras declaraciones contra Castro, me encontré prácticamente solo. Lo relato en Mea Cuba. Ahora muchos de los que entonces me criticaron son capaces de criticar duro al régimen de Castro. Han estado entre ellos Sartre, Beauvoir, Enzensberger, Vargas Llosa, Semprún, Susan Sontag, Goytisolo, Savater y muchos, muchos más. Es evidente que el pensamiento totalitario puede sufrir cambios. Lo que nunca puede cambiar es el sentimiento totalitario. Todavía es posible encontrar gente (y no sólo en Alemania) que niega que hayan existido los campos de concentración nazis. Hay gente que opina (y no sólo en Rusia) que Stalin fue un benefactor, un san Francisco entre lobos esteparios. En España, por ejemplo, hay franquistas que, ante la ausencia (dolorosa) del Generalísimo, se han hecho fidelistas y viajan a Cuba como a Lourdes. Para hacerlo, no han tenido más que correr la F de la fe. Ése es el alfabeto totalitario.

P. ¿Piensa venir a España en un futuro próximo?

R. Oh, sí, seguramente. Tengo un compromiso para enero y otro en marzo. Mis amigos de España han llamado, en broma, a mi resolución una fatwa. Terminará el 31 de diciembre a las doce de la noche. Por supuesto, no terminará entonces mi guerra santa contra el enemigo malo.

Crítica de Mea Cuba en la página 9 de Babelia.

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