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LIGA EUROPEA DE BALONCESTO

El Estudiantes ingresa en el club de los grandes

Luis Gómez

Alá está con el Estudiantes, diría un demente. Un resbalón oportunísimo del tirador de cámara del Maccabi a falta de tres segundos dio con el Estudiantes en Estambul, en la final four de la Liga Europea. Los israelíes recurrieron al argumento ultradefensivo propio de la escuela italiana, discurso lento, marcador tacaño y palo a diestro y siniestro para poner a prueba al entereza de los jóvenes jugadores estudiantiles, y de paso provocar el consentimiento de los árbitros. Pero no hay duda, Estudiantes no tiene techo este año. El Estudiantes ingresa en el club de los grandes. Ayer tocaba actuar con la bayonetea calada. Hay ocasiones en las que el baloncesto dramatiza la terminología: es cuando el uno contra uno se convierte en un cuerpo a cuerpo.La fortuna benefició al primer equipo de Madrid cuando el sudor de Pedro Rodríguez impregnado en el parqué resultó ser una trampa deslizante para Jamchi. En el fragor de la batalla, los israelíes olvidaron ordenar que alguien secara ese lado de la pista en el que Rodríguez había caído al suelo en la batalla por el último rebote. A esa parcela se dirigió Jamchi para ejecutar sentencia. El destino firmó el desenlace, y la figura del Maccabi encontró bajo sus pies una pista de patinaje. No sólo se vio sin munición (el pase llegó a la grada) sino que de repente se le desmontó todo el andamio.

¿Suerte quizás? En el baloncesto hay menos suerte de la que parece. El Estudiantes había hecho dos minutos antes un par de cosas suficientes, importantísimas, para dar por sentado que disponía de los recursos necesarios para resolver la contienda. Apenas en tres jugadas, Pablo Martínez supo provocar una especie de alto el fuego y devolver el evento a sus límites baloncestísticos. En el breve intervalo de tres minutos, el Estudiantes cosechó 10 puntos (de 44-45 a 54-47), la liquidez imprescindible para llegar vivo al último plazo. Un soberano triple de Pablo Martínez queda en el recuerdo como la jugada del partido. Ahí estuvo la victoria y no en el patinazo de Jamchi.

Pablo Martínez suele ser considerado como una versión renovada de Solozábal, quizás porque destila fragilidad. Sin embargo, a sus 21 años ha demostrado capacidad para la adopción de decisiones trascendentales. No le tiembla el pulso, a pesar de que no ha disfrutado de muchos minutos de juego en su primera temporada como segundo base. Su estilo es austero estéticamente pero brillante intelectualmente. Eligió el momento para decidir sobre el futuro del Estudiantes en la Liga Europea y dispuso de esa responsabilidad para sí mismo. Y fue tajante. Le dio la espalda a Goodes, el fornido base del Maccabi para infundirle tranquilidad, unas décimas después giró sobre su eje y lanzó un triple sobre la retaguardia. El Maccabi llevaba 36 minutos administrando su ventaja. Pero ese triple la habría serias dudas sobre la eficacia de su esfuerzo.

Entonces, el Maccabi se vistió de spaguetti liga, término con el que se conoce el estilo de una gran mayoría de clubes italianos. Lejos de sus antiguas y pulcras exhibiciones, el nuevo Maccabi se ha inclinado por un juego rocoso; ha abandonado su alergia por la defensa para convertirse en un equipo que busca el contacto físico. Desde el principio buscó la anuencia de los colegiados, y la obtuvo: hubo barra libre para dar y tomar. Cada movimiento de cada jugador del Estudiantes era contestado con una batería de guantazos. La línea de tiros libres y el desprecio por el ritmo se convirtieron en la base de su estrategia. El Estudiantes se encontró con un parqué repleto de minas.

Todo el partido discurrió atascado. El Estudiantes corrió serio peligro de perder las riendas durante la primera parte, cuando el rebote perteneció en exclusiva a sus rivales. Sólo cuando Pinone convenció a los suyos del necesario uso de la violencia, el partido se igualó. Más madera, debió decir el capitán del Estudiantes. Cada rebote se convirtió en una batalla y cada canasta en una conquista.

El Estudiantes superó la prueba. Su aprendizaje tiene que ser necesariamente rápido. No es habitual reunir una capacidad tan excelente en un mismo grupo, a edades tan tempranas en algunos casos y alcanzar la gloria sin sacrificio. A los campeones se les exige tributo en sangre. Algo parecido le sucedió a la Jugoplastika en su momento. El Estudiantes apesta a equipo grande. Alá está con ellos, dicen sus seguidores. Alá está en todas partes, y en Estambul con más intensidad que en otros sitios.

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