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El público de Aviñón deserta en el estreno de las 'Comedias bárbaras' de Jorge Lavelli

Polémico arranque del montaje francés de la obra de Valle-Inclán

En el programa de mano de Comédies barbares, en la versión dirigida por Jorge Lavelli, se lee que Ramón del Valle-Inclán "está considerado en su país como el más grande dramaturgo de la lengua española y uno de los 10 mayores de la literatura universal". Ahí es nada. De Calderón, de Lope, ni pío. Los franceses son así: a la hora de vender su producto no se andan con chiquitas. Pues bien, menuda sorpresa se debió de llevar el público, una parte del público que la noche del martes llenaba la Cour d'Honneur del palacio de los Papas, con nuestro "más grande dramaturgo" para ponerse a desfilar cuando todavía no se había cumplido una hora de espectáculo.

ENVIADO ESPECIAL

Al principio, el público empezó a desfilar con una cierta corrección, aprovechando cambios de escena, pero luego lo hizo ya de una manera descarada, ininterrumpidamente, ante las mismas narices de los actores, hasta poco antes de que finalizase el espectáculo. Tres horas sin interrupción son, según se mire, un buen sacrificio, pero el público estaba avisado y no veo razón para que abandonase antes de que se cumpliese la primera hora. En cuanto a los que se marcharon cuando llevábamos una hora y media, dos horas, dos horas y media de espectáculo, ya no es lo mismo. Algo debió de ocurrir.En la entrevista que Jorge Lavelli concedió a este periódico antes del estreno (EL PAÍS, 9 de julio) ya se apuntaba la dificultad que supone la aceptación definitiva del teatro, del genio de Valle por un público francés, acostumbrado a un teatro, el suyo, muy distinto; un público poco curioso, poco abierto a todo lo que no sea francés -salvo el teatro germánico, que les tiene obsesionados- o descubierto por ellos y que siente en general una cierta animadversión hacia lo español, hacia el teatro español, salvo Lorca, que es un caso aparte.

Vergonzosa huida

Sin embargo, esa dificultad no me parece la única razón para explicar esa vergonzosa huida de una parte del público de la Cour d'Honneur. El hecho de haber dividido las tres obras de Valle (Cara de plata, Águila de blasón y Romance de lobos) en dos partes -la primera comprende Cara de plata y una parte de Águila de blasón, hasta la escena cuarta de la tercera jornada, cuando Sabelita abandona la casa de Don Juan Manuel Montenegro, un corte un tanto folletinesco- de tres horas de duración, sin interrupción, hace que la primera parte, en la que todavía no se ha producido lo que Lavelli, en la entrevista a que hacía mención, llama "la metamorfosis" de Don Juan Manuel, su "cuestionamiento interior"-es decir su posible paralelismo con la figura de Lear-, se haga muy larga. Esa primera parte, que en la Cour d'Honneur reviste momentos brillantes y también otros muy planos, no abre suficientemente el apetito para atacar la segunda parte, en la que realmente se produce esa visión global del mundo por parte de Don Juan Manuel y en la que la trilogía de Valle adquiere toda su grandeza.Son tres horas muy difíciles que en la Cour d'Honneur se salvan, cuando se salvan, gracias a la presencia de actores de una gran calidad, como son Denise Gence (La Roja), Michel Aumont (Don Juan Manuel), Jean-Quentin Chatelain (Cara de plata), Maurice Chevit (Don Galán), Emillano Suárez (Fuso Negro), María Casares (Doña María) y, en un registro un poquitín más bajo pero también estimable, Isabel Karajan, la hija del director de orquesta, que interpreta el personaje de Sabelita.

Otra de las razones de ese desencanto tal vez esté en el texto de la versión francesa, que es correcto pero no basta. Traducir "¡calla, hijo de una zorra y de 100 frailes!" por "ta gueule, fils d'une lèche-braguettes!" puede ser correcto -aunque tengo mis dudas-, pero lo cierto es que no da una visión demasiado afortunada del lenguaje de Valle, no va más allá de esa corrección en la que Valle, personaje desmesurado, único, ha de encontrarse forzosamente incómodo.

A tenor de esa primera parte, da la sensación de que Lavelli juega con Valle, unas veces con mayor fortuna que otras, de que existe una simpatía real del director hacia el autor, pero en modo alguno apunta algo que vaya más allá de un juego brillante.

Grandes intérpretes

Es posible que en la segunda parte asome algo más. En cualquier caso, así debería ser. Por el momento, la impresión general es de que sobre el escenario hay algunos grandes actores y actrices, que el texto no va más allá de una corrección que Valle supera; que Lavelli juega con ambos, intérpretes y texto, sin descubrirnos todavía al "mayor dramaturgo de la lengua española"; de que esas primeras tres horas resultan un tanto fatigosas y de que el público, una parte del público, con razón o sin ella, ha boicoteado, esa es la realidad, el estreno. Veremos cómo termina la cosa.

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