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Un nuevo desafío terrorista en el Reino Unido

La primera ministra británica sale ilesa de un atentado en un hotel de Brighton que causa 4 muertos y 30 heridos

Soledad Gallego-Díaz

Cuatro personas resultaron muertas y 30 heridas, entre ellas el ministro de Industria y Comercio, Norman Tebbit, al estallar ayer una bomba en el hotel en el que se alojaban la primera ministra británica, Margaret Thatcher, varios miembros de su Gabinete y decenas de delegados del congreso del Partido Conser vador. Tres plantas del edificio quedaron destruidas. El alentado, ocurrido a las tres de la madrugada de ayer viernes en el Gran Hotel de Brighton, fue reivindicació por el Ejército Republicano Irlandés (IRA). Gerry Adams, presidente del Sinn Fein, rama política del IRA, aseguró que el atentado es "el resultado inevitable de la ocupación" del Ulster.

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Diez horas después de producirse la explosión todavía continuaban las labores de rescate. La bomba de unos 20 kilos, fue colocada en el cuarto piso del decadente y lujoso hotel, a pocos metros de la playa El estallido fue tan violento que se derrumbaron tres pisos y desapareció parte de la fachada del edificio. Pocos minutos antes, un policía de paisano vio salir corriendo del hotel a un hombre moreno que le infundió sospechas, pero cuando iniciaba su persecución ocurrió la explosión y quedó conmocionado.Los primeros minutos fueron de gran confusión. La mayoría de los huéspedes del hotel estaban ya acostados y otros acababan de llegar, en traje de noche, de una fiesta de despedida.

La primera ministra se encontraba en su suite, en el primer piso "Mi marido, Denis", explicó ella misma, "estaba en la cama, pero yo todavía no me había acostado porque quería introducir algunos retoques en el discurso que iba a pronunciar en el acto de clausura" Los cristales de la suite saltaron por los aires y el cuarto de baño sufrió desperfectos, pero Margaret Thatcher resultó ilesa.

El ministro del Interior, Leon Brittan, que dormía en la habitación contigua, se precipitó al dormitorio de la jefa del Gobierno, al igual que los miembros del servicio de seguridad que vigilaban esa planta del hotel. "Nos dimos cuenta enseguida de que era un atentado, que había estallado una bomba, y temíamos que hubiera otro artefacto", afirmó Brittan.

La primera ministra, en compañía del propio Brittan y del ministro de Asuntos Exteriores, sir Geoffrey Howe, fue trasladada a una dependencia policial cercana. Mientras tanto, los huéspedes que habían resultado indemnes y el personal del hotel intentaban atender a los heridos. El ministro de Salud y Seguridad Social, Norman Fowler, en pijama y abrigo ayudó a colocar hamacas en el paseo marítimo para recostar a los conmocionados.

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Cuando llegaron los bomberos y refuerzos de policía se apreció la magnitud del desastre. Toneladas de escombros habían caído sobre el piso cuarto. Pronto se supo que entre los desaparecidos figuraba el ministro de Industria, Norman Tebbit. Los bomberos consiguieron localizarle a los pecos minutos, pero necesitaron cuiatro horas para liberarle de los escombros. Tebbit, que había obtenido la noche anterior una de las ovaciones más grandes de su carrera, y que se dibuja como un posible sucesor de Thatcher, fue rescatado a las 6.55 horas, en directo ante las cámaras de televisión.

El ministro, que tiene una pierna rota, sufre heridas en el pecho y está conmocionado, no se quejó de dolor pero preguntó insistentemente por su mujer, que dormía en la cama contigua. Su esposa estaba ya en un hospital, con heridas menos graves.

Más angustiosa todavía fue la búsqueda del portavoz del Gobierno en el Parlamento., John Wakeham, que estuvo siete horas enterrado. Su estado es grave y ha sido sometido a una operación quirúrgica. Poco antes de las cinco de la madrugada, Margaret Thatcher, con aspecto cansado, pero firme y decidida, abandonó el cuartel policial: "Hemos tenido suerte. Se sabe que estas cosas ocurren, pero nunca pensé que me fuera a suceder a mí". Thatcher anunció inmediatamente que el congreso abriría sus puertas a la hora prevista y que "la vida continúa como siempre".

Sus órdenes se cumplieron a raja tabla: a la hora anunciada, la primera ministra, varios miembros del Gabinete y algunos centenares de delegados, todavía emocionados, ocuparon sus asientos.

El presidente del partido, John Selwyn Gummer, pidió dos minutos de silencio en memoria de las víctimas y después un sacerdote leyó una breve oración. Inmediatamente dieron comienzo los debates, que trataban, precisamente, sobre Irlanda del Norte.El IRA no había reivindicado todavía el atentado, pero todo el mundo se lo atribuía. Thatcher, que normalmente hubiera abandonado el estrado para revisar su propio discurso permaneció desafiante en su puesto durante todo el tiempo en que se discutió del Ulster. Sólo salió de la sala cuando comenzó el debate sobre enseñanza.

Muchos de los delegados habían perdido en la explosión sus ropas y utensilios de aseo. Uno de los grandes almacenes de la ciudad, Marks and Spencer, tradicionalmente alabados por la primera ministra, Margaret Thatcher, como "un auténtico comercio británico", abrió sus puertas hora y media antes de lo habitual para proporcionarles lo más necesario. Así, cuando se inició la sesión del congreso conservador, todo el mundo pudo asistir y mostrar una imagen de tranquilidad.Investigación sobre seguridad

El Ministerio del Interior ordenó la apertura de una investigación independiente para determinar si hubo fallos en el sistema de seguridad o no.

Por lo que pudo apreciar esta corresponsal, a lo largo de todo el congreso existieron fuertes medidas de protección policial en tomo al edificio en el que se desarrollaron los debates, pero no en tomo al Gran Hotel, en el que era posible entrar sin necesidad de enseñar ningún tipo de credencial. Sin embargo, según el jefe de policía de la ciudad, el piso en el que se hospedaba Thatcher estaba perfectamente protegido, se había reforzado su número de guardaespaldas personales y se habían instalado en el exterior cámaras ocultas de televisión, proporcionadas por el Ejército, gracias a las cuales era posible observar cualquier movimiento extraño. "La verdad es que esperábamos problemas del tipo de manifestaciones de mineros, pero no un atentado con bomba", reconoció.

La mayoría de los líderes políticos británicos se apresuraron, sin embargo, a alabar el trabajo de la policía. "Es absolutamente imposible asegurar la vida de un político en un régimen democrático", afirmó David Owen, líder del Partido Socialdemócrata.

Neil Kinnock, jefe del Partido Laborista, señaló por su parte que una sociedad democrática no puede colocar a sus líderes en bunkers o detrás de pantallas antibala. "Obviamente hay que llevar a cabo una investigación, pero no para echar la culpa a nadie más que a los autores del atentado, sino para estudiar si es posible mejorar un poco la seguridad de la primera ministra, sin convertirla en una prisionera".

Todos los portavoces de la oposición condenaron el atentado y ofrecieron su solidaridad al Gobierno para luchar "hombro con hombro" contra el terrorismo. Kinnock dirigió a las seis de la mañana un telegrama a Thatcher en el que alababa su decisión de continuar la conferencia. "Contra crímenes como éste, contra la locura de quienes pretenden influir en nuestra sociedad con bombas, no puede haber concesiones".

El líder liberal, David Steel, que se encuentra de viaje, envió también un mensaje de apoyo. La reina Isabel II, que se encuentra actualmente en Kentucky EE UU, declaró que estaba conmocionada con la noticia.

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