Zapatero se enfrenta al pesimismo de los expertos en Davos sobre España
"Somos un país serio y cumpliremos nuestros compromisos", dice el presidente
Davos contra España. Algunos países, incluso de la zona euro, contra España. La prensa anglosajona contra España, contra la periferia de Europa, contra el euro. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, desafió en su primera visita al Foro Económico Mundial a todo ese pesimismo que transpira Davos contra la economía española, la salud de sus finanzas públicas y la fortaleza del sistema bancario. En un tono duro, plantó cara a los ataques recibidos en el arranque del foro, que se resumen en un rotundo "España es una amenaza para la eurozona", obra del gurú Nouriel Roubini. Toda esa lluvia fina de rumores -que el jefe del Ejecutivo parece interpretar como una suerte de conspiración- empieza a calar en el mercado, convertido en esta crisis en el monstruo de las profecías autocumplidas.
Zapatero trató de combinar marketing y hechos en su defensa: aportó un mensaje contundente y a la vez anunció reformas. Hoy mismo presentará un plan de austeridad de 50.000 millones de euros para embridar el déficit público y el primer esbozo de la revisión del sistema de pensiones. Y pidió una pizca de fe: "Somos un país serio y cumpliremos nuestros compromisos", dijo ante un auditorio formado por empresarios, banqueros, académicos y demás vedettes presentes en el exclusivo enclave suizo.
Los mercados se preguntan cómo puede Europa -y en particular países con problemas como Grecia, Irlanda, Portugal, España y los del bloque del Este- reparar sus finanzas públicas y a la vez salir de la recesión. Y no sólo los mercados: Raghuram Rajan y Kenneth Rogoff, ex altos cargos del FMI, avisaron ayer de los problemas a los que se enfrenta la economía española. Para contrarrestar esas dudas, Zapatero participó en un seminario complicado, en el que compartía cartel con Valdis Zatlers, presidente de Letonia (el antaño bastión neoliberal de la UE, convertido ahora en el país con una crisis más profunda), y con el primer ministro griego, Giorgos Papandreou, que lidia con una peligrosa tormenta en los mercados de deuda pública y que, en línea con Zapatero, denunció una "agenda oculta" contra las afueras de la zona euro.
Zapatero tardó en reconocer la crisis e incluso la juzgó pasajera. La tormenta desatada ahora contra la deuda pública en Grecia obliga ahora al Gobierno a calmar la desconfianza del mercado, ante las inquietantes señales que ha recogido alguna agencia de calificación de riesgos y que Davos se ha encargado de amplificar: "La deuda española está 20 puntos por debajo de la media europea y el Tesoro dedica el 5% de los ingresos al pago de la deuda, menos que Francia y Alemania". "Tenemos una hoja de servicios impecable. Vamos a cumplir lo prometido -reducir el déficit al 3% del PIB en 2013- a pesar de las voces críticas, que son las mismas a las que nunca les gustaron la Unión Europea ni el euro", reivindicó.
Pero las palabras más duras de su discurso fueron para contrarrestar los ataques a la banca. "España es de los pocos países en los que la crisis no ha supuesto la quiebra de ningún banco. Incluso el Santander ha sido llamado en el Reino Unido a hacerse cargo en cierta medida del sistema financiero [en relación a la compra de Bradford and Bingley]". "Es chocante", atacó, "que desde países como Estados Unidos, el Reino Unido o Alemania se hable del sistema financiero español cuando habría que destacar la fortaleza y resistencia que ha demostrado a lo largo de la crisis". En las primeras filas estaba sentada Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto y consejera del grupo Santander. Con todo, también en la banca Zapatero prometió celeridad en el saneamiento de las entidades pequeñas y medianas: "La reestructuración de las cajas de ahorro llegará en primavera, antes del verano, para adecuarse al nuevo tamaño del sector financiero en la economía". Mientras llegan las reformas, el Gobierno mira con desconfianza a los mercados. Y viceversa.
Con Letonia y Grecia
Plagado de cosas interesantes, Davos puede llegar a ser irritante. Hay decenas de controles. Hasta 5.000 policías, militares y guardas velan por apenas 2.500 personas. Los precios son estratosféricos: la semana de hotel ronda los 4.000 euros. La nieve entorpece un tráfico lento de coches de lujo. La tecnología llega a ser intrusiva: en todas partes hay ordenadores, pantallas... Y sin embargo, Zapatero llegó ayer a Davos y la tecnología le jugó una mala pasada: no funcionaba la traducción simultánea -el presidente habló en castellano, una lengua extraña por estos lares: el dinero habla casi exclusivamente inglés-, lo que retrasó la sesión.
Más mala suerte: una imponente nevada retrasó a los mandatarios polaco, Lech Kaczynski, y belga, Yves Leterme. Así que Zapatero se quedó solo con los últimos de la clase (los dirigentes de Letonia y Grecia) y con el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, habitual martillo de países con déficit como el español o el griego. "Grecia no es Finlandia y España no es Alemania", dijo Trichet al resaltar la diversidad europea. Sonó a otra cosa, pero ésa es otra historia.
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