Los sindicatos piden la renuncia del ministro de Trabajo de Sarkozy
Sobre Eric Woerth pesan acusaciones de trato de favor en el 'caso Bettencourt'
El curso político francés comienza como terminó: con un ministro, Eric Woerth, el de Trabajo, balanceándose en la cuerda floja, cada día más cuestionado y por más gente y, a la vez, encargado de dirigir la medida más importante de lo que queda de la legislatura de Nicolas Sarkozy: la histórica reforma de las pensiones, que retrasará la edad de la jubilación de los franceses de los 60 a los 62 años y que el próximo martes comenzará a debatirse en la Asamblea Nacional. Para ese día los sindicatos han convocado una jornada de protesta que se prevé masiva para oponerse a esta reforma. Son precisamente los sindicatos franceses que, hasta ahora, se habían mantenido al margen y no se habían referido a las dificultades personales que encara Woerth —sobre el que pesan acusaciones de trato de favor hacia la octogenaria heredera del imperio L'Oréal, Liliane Bettencourt— los que ya se preguntan abiertamente si un ministro tan zarandeado es el mejor dirigente para llevar adelante una medida crucial para el país.
El miércoles, en una entrevista conjunta publicada en el diario económico Les Echos, los secretarios generales de la CFDT y de la CGT, François Chérèque y Bernard Thibault, respectivamente, manifestaron que la situación personal de Woerth se ha convertido ya en un "problema". "Está más ocupado y preocupado por otras cosas que por el asunto que nos interesa a nosotros", concretó Thibault. Ayer, en una entrevista radiofónica, Chérèque añadió: "No se puede ya trabajar con Woerth. ¿Puede defenderse y al mismo tiempo conducir la reforma clave de la legislatura?".
Lo cierto es que con el fin de las vacaciones han comenzado a surgir nuevas acusaciones que maniatan aún más a Woerth. La última: el ahora ministro de Trabajo intercedió por escrito, enviando una carta en marzo de 2007 a Sarkozy, por entonces ministro del Interior, abogando para que al gestor personal de la fortuna de Bettencourt, Patrice De Maistre, le fuera concedida la Legión de Honor, una de las más prestigiosas distinciones francesas. De Maistre contrató meses antes a la mujer de Woerth para que trabajara junto a él en la gestión de la fortuna de la anciana millonaria, encargándola del área de inversiones. Además de trato de favor, Woerth ha sido acusado por la ex contable de la millonaria de recibir, como tesorero de la Unión por un Movimiento Popular (el partido del presidente), 150.000 euros en efectivo —entregados por el propio De Maistre— para la campaña presidencial de Sarkozy de 2007. Woerth, que ha negado todas las acusaciones, admite que redactó esa carta cuando aún no era ministro "en calidad de diputado" y que todo es "banal". Ayer, además, dijo que no se ve imposibilitado para proseguir con la misión que le ha encomendado Sarkozy y que emplea "el 120%" de su tiempo en la reforma de las pensiones. Y relacionó los comentarios críticos de los sindicatos a la cercanía de la fecha clave del martes. En junio, en una protesta similar, un millón de franceses, según los sindicatos, salió a la calle.
De cualquier forma, obligado a defenderse cada mañana, puesto permanentemente en la picota por su relación —y la de su mujer— con los Bettencourt, envueltos por su parte en un culebrón mediático-familiar de proporciones colosales, la oposición juzga que la posición del ministro es, simplemente, insostenible, y le piden a él que dimita o a Sarkozy que le destituya. Esto, al parecer, no va a suceder de inmediato. Sarkozy, ayer, al ser preguntado sobre si mantiene su confianza en su en otro tiempo ministro favorito, algo molesto por la cuestión, se dio la vuelta, miró al periodista y respondió con un seco pero claro "sí". Nada más.
El presidente de la República, cuyo nivel de popularidad entró en barrena a finales de julio, con solo un 26% de apoyo, ha recuperado cuatro puntos durante el mes de agosto, en el que Francia se vio convulsionada por la expulsión de gitanos rumanos, según un sondeo de Le Figaro.
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