La prostitución de menores pone a Berlusconi contra las cuerdas
Las escuchas policiales a jóvenes que acudían a la mansión del primer ministro italiano revelan chantajes y amenazas
La probada habilidad para la supervivencia política de Silvio Berlusconi parece haber entrado en las horas decisivas. El auto de acusación de la Fiscalía de Milán, que atribuye al primer ministro italiano sendos delitos de prostitución de menores y abuso de poder, llegó ayer al Parlamento, donde una comisión debe decidir mañana si autoriza a los investigadores a registrar el despacho milanés del contable de Berlusconi en busca de nuevas pruebas.
Pase lo que pase en la comisión, el caso ha adquirido ya proporciones enormes, que probablemente habrían forzado ya a dimitir a cualquier otro gobernante mundial. El escándalo parecía aproximar ayer al país a las elecciones anticipadas. El portavoz del Pueblo de la Libertad, el partido de Berlusconi, visitó al presidente de la República, Giorgio Napolitano, en el Quirinal y al salir dijo que su grupo está valorando la convocatoria de elecciones para "recuperar la libertad".
El juicio se juega ya en los medios, que comienzan a filtrar el contenido de los 389 folios de las actas judiciales y algunas escuchas telefónicas. Algunos diputados que han leído los documentos de la fiscalía afirman que se trata de un golpe devastador para la ya quebrantada imagen del magnate y político. Los documentos revelan amenazas, chantajes y un ambiente siniestro de sexo duro y competición entre las jóvenes para convertirse en favorita del primer ministro.
"O estás dispuesta a todo, o si no coges un taxi y te vas", le dice al teléfono una de las 15 jóvenes prostitutas interceptadas por la policía a una compañera. "Es alucinante, un puttanaio [una casa de putas], no te puedes siquiera imaginar lo que pasa allí", añade, en referencia a la casa de Arcore, la residencia privada de Il Cavaliere en las afueras de Milán. "Los periódicos dicen mucho menos de la verdad incluso cuando le masacran. Me pregunto cómo consigue trabajar al día siguiente", agrega.
La acusación tampoco recurre a juegos de palabras: "Un relevante número de mujeres jóvenes se ha prostituido con Silvio Berlusconi en sus casas, a cambio de pagos de dinero por parte de este último", afirma el escrito del equipo dirigido por la prestigiosa fiscal Ilda Boccassini.
El centro de la investigación es Karima el Maghoud, Ruby, la joven marroquí que estuvo al menos ocho veces entre febrero y mayo de 2010 en la mansión de Berlusconi. Según afirma Ruby a una amiga, el primer ministro sabía que era menor: "Voy a su casa desde que tengo 16 años, pero siempre lo he negado para salvaguardarlo". Y añade: "Me ha llamado [Berlusconi] diciéndome 'Ruby, te doy todo el dinero que quieras, te pago, te hago de oro, pero lo importante es que escondas todo. No digas nada a nadie".
En otra llamada, la joven afirma que el precio de esa salvaguardia son cinco millones de euros. "Mi caso es el que asusta a todos y está superando el de [Patrizia] D'Addario [la célebre prostituta de Bari] y [Noemi] Letizia. He hablado con Silvio y le he dicho que quiero salir con algo: cinco millones. Cinco millones comparado con manchar mi nombre...". Hablando con su ex novio, Ruby explica: "No estamos preocupados para nada porque Silvio me llama continuamente. Me ha dicho 'intenta pasar por loca, cuenta bobadas".
A cambio de las prestaciones sexuales, las jóvenes recibían, según la acusación, dinero en metálico y la posibilidad de vivir gratis en varios apartamentos de un edificio de la urbanización Milano Due, construida por Berlusconi en los años setenta.
También aparece en las actas el problema de la seguridad del primer ministro. "Entramos sin ningún tipo de control", afirma una muchacha, "es muy simple, das tu nombre en el portero automático y entras".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.