La comedia (demasiado) humana
El 'caso Bettencourt' sacude Francia con un torbellino de odios familiares, detenciones, cheques ocultos, donaciones al partido de Sarkozy...
Hace unos días, el abogado de Françoise Meyers-Bettencourt, la hija única de Liliane Bettencourt, la mujer más rica de Francia, enviaba al juez una carta reveladora en la que aseguraba que su anciana madre, de 87 años, con la que no se habla desde 2007, además de una potente sordera, padece una enfermedad neurológica que le acarrea pérdidas de memoria y de localización espacio-temporal. Añade que la millonaria, poseedora de una fortuna de 17.000 millones de euros, propietaria del imperio cosmético de L'Oréal y epicentro de la tormenta política, judicial y mediática que paraliza Francia y mina día a día el crédito de Nicolas Sarkozy y de su partido, "se queda dormida durante las conversaciones" y que estos lapsus en los que a la anciana se le va la cabeza, "no son constantes pero sí suficientemente recurrentes y frecuentes".
Sarkozy trató de convencer a Francia de que se fijara en algo más edificante
La hija asegura que a la anciana millonaria "se le va la cabeza"
Por todo ello, la hija ha reclamado que la fortuna de la francesa más famosa en este momento, fortuna que ha servido, según varios indicios y testimonios, para financiar ilegalmente el partido de Sarkozy en la campaña presidencial de 2007, quede en principio bajo tutela judicial.
Así las gastan entre ellos en esa inmensamente rica y poderosa familia, cuyos millonarios trapos sucios (con turbias ramificaciones políticas y fiscales), aireados casi al minuto y con profusión de detalles (como en las conversaciones grabadas furtivamente por un mayordomo) han llevado a todo el país a mirar continuamente hacia el palacete de Neuilly, donde habita la anciana Liliane, a fin de prepararse para el siguiente bombazo.
El mismo presidente de la República se sintió obligado a salir el lunes en televisión para proteger y amparar a su ministro de Trabajo, Eric Woerth, envuelto en el caso por varias razones, a cual más oscura: su mujer, Florence, trabajó para la millonaria como asesora financiera cuando Woerth era responsable del fraude fiscal, y él personalmente ha sido acusado, por una antigua contable, de recoger el sobre con 150.000 euros en efectivo, provenientes de los fondos reservados de la anciana, para la campaña electoral de Sarkozy.
El presidente, en la citada entrevista televisada, trató, con cierto tono distante, como si la cosa no fuera con él y su partido, de calmar los ánimos y de convencer al país para que se fijara en otras cosas, a su juicio, más edificantes. Pero es difícil, dado el ritmo meteórico al que se suceden las revelaciones y los hechos y a la atracción casi hipnótica que ejerce este caso en la sociedad francesa. El director de cine Michel Hazanavicius ya ha anunciado que piensa en una película sobre la historia con la actriz Jeanne Moreau en el papel de la anciana Liliane Bettencourt.
Un ejemplo de esta espiral meteórica: el jueves, un día después de que se hiciera pública la carta en la que la hija de la anciana pedía su tutela judicial, el semanario L'Express concedía una larga entrevista del fotógrafo, escritor y pintor François-Marie Banier, amigo de la millonaria, odiado por la hija, quien le ha denunciado ante el juez de aprovecharse de su madre para hacerse regalar 1.000 millones de euros en obras de arte, posesiones, seguros de vida, cheques y, al parecer, islas. Un muy sonriente Banier se esmeró ante los periodistas en demostrar que trabaja (enseñó sus archivos fotográficos, sus pinturas, sus dibujos) a fin de desterrar la imagen de caradura profesional y seductor de ancianas que arrastra. También aseguró -tras describir a Liliane Bettencourt en su juventud como "una mujer sublime, una segunda Ava Gardner"- que tachar a la anciana de incapaz era innoble: "En la televisión, el otro día, se vio a una mujer púdica, determinada y con el espíritu claro".
Ese mismo jueves, mientras Banier decía en esa entrevista que a Sarkozy solo le había visto una vez en casa de Bettencourt ("Le dije que se parecía a mi hermano") y que lo de los 1.000 millones de euros constituye una fantasía, los agentes de la brigada de la policía financiera le detenían junto a otros tres personajes del entorno de la millonaria. El objetivo: investigar, sobre todo, la posesión (y la situación fiscal) de una isla paradisíaca en las Seychelles, que vale 500 millones de euros, con mansión exclusiva a un paso de la playa, palmerales, pista de aterrizaje propia y colonia de tortugas privada, comprada por el matrimonio Bettencourt en 1997 y, según parece, propiedad ahora de Banier a través de varias sociedades interpuestas de Liechtenstein que apestan a blanqueo de dinero. El viernes por la noche, tras más de 40 horas de interrogatorio, salieron todos en libertad. Pero las pesquisas continúan.
Paralelamente, surgen más indicios que apuntan a la peregrinación de políticos en campaña electoral al palacete de los Bettencourt en busca de dinero. La contable ya lo adelantó en un testimonio explosivo hecho, por cierto, a raíz de una investigación policial creada no para eso, sino para aclarar el origen de las grabaciones furtivas del mayordomo. Este, a su vez, en una curiosa carambola (todo en este caso está lleno de carambolas así), corroboró esta semana lo que ya aseguró la contable: "Los sobres existían", explicó a la policía el mayordomo, según el diario Le Monde, aunque posteriormente admitió no haber visto ninguno. Y lo corroboró también una antigua secretaria de la casa:
-Yo sabía que madame y monsieur Bettencourt
[fallecido en 2007] ayudaban a personajes políticos. Era una evidencia que todos venían a por eso.
-¿Una evidencia?-, le preguntó la policía.
-Durante las campañas electorales, personas que no venían frecuentemente pedían cita. Se entrevistaban con monsieur Bettencourt durante media hora. Luego se iban. A veces, monsieur Bettencourt me decía: "Ha venido a lo que yo pensaba", pero no concretaba más.
Por otra parte, también esta semana frenética se han hecho públicas las donaciones legales -aunque al borde mismo de la legalidad- que el matrimonio Bettencourt hizo en noviembre de 2006 al partido de Sarkozy, por valor de 30.000 euros. Y ha aparecido un cheque de 100.000 euros que, según la revista Marianne, es susceptible de haber servido también para el mismo fin.
Así, atosigado por la continua retahíla de revelaciones, con un ministro, el de Trabajo, herido de muerte y el índice de popularidad más bajo de toda la legislatura, Sarkozy confía, sobre todo, en que la inercia del verano liquide o al menos duerma el caso Bettencourt: ese incontrolable culebrón familiar sin fin aparente de islas no declaradas, amigos caraduras, detenciones, hijas denunciantes y ancianas millonarias sordas reconvertido en un peligroso asunto de Estado con ministros bajo sospecha, tesoreros de partido conflicto de intereses, cheques sin consignar y baile de sobres cargados de dinero.
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