El centroizquierda arrasa en Milán y Nápoles
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, encaja una histórica derrota en la segunda vuelta de las elecciones municipales
Un largo ciclo político empieza a morir en Italia. Las urnas han hablado, y el mensaje es un tsunami de esperanza y cambio democrático que deja seriamente tocado a Silvio Berlusconi. Un centro izquierda más plural y esta vez realmente de izquierda, sostenido en bloque por la oposición a la alianza de Gobierno que lidera desde hace una década el país, obtiene un triunfo de alcance histórico en las elecciones municipales.
La victoria por casi once puntos de Giuliano Pisapia en Milán, cuna del berlusconismo y de la Liga Norte, en manos de la derecha desde 1994, fue la guinda a una jornada demoledora para la coalición de Gobierno. La onda de rechazo viajó de norte a sur, y los candidatos de Berlusconi sucumbieron en Nápoles (por 30 puntos), Cagliari (por 20), Trieste e incluso Novara, un feudo histórico de la Liga, que retrocede en toda la llanura padana.
La fiesta naranja en las calles de Milán fue una explosión de euforia y emoción. Pese a los buenos resultados del primer turno, muchos milaneses dudaban que fuera posible derrotar a Berlusconi en casa. Desde 2006, el magnate y político no perdía una contienda electoral. Nada más cerrar las urnas, miles de personas, la mayoría jóvenes y mujeres, ocuparon la plaza del Duomo con banderas, globos y camisetas naranjas; y unas 800 personas llegaron hasta el teatro Puccini para recibir al nuevo alcalde, Giuliano Pisapia.
Emanuele Vitali, de 20 años, milanés, daba saltos de alegría en la puerta del teatro junto a dos amigos: "Es un viento nuevo para la ciudad y para el país", decía. "Es aire limpio para respirar, es el futuro. Aquí nació el berlusconismo y aquí tenía que morir. Pasó con Mussolini y ha pasado con él también". Su amigo Riccardo Brezza, también de 20 años y también estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de Milán, coincidía en que la derrota de Letizia Moratti era sobre todo un mensaje de su ciudad al primer ministro: "Quiso ser el candidato y ha perdido. Ahora debe irse a casa. Dígaselo a los españoles, hay una enorme masa de italianos que no quiere a Berlusconi".
Pisapia mantuvo la elegancia y la templanza en la victoria. Sin abandonar el tono irónico saludó a los suyos con un homenaje a la resistencia antifascista: "Hemos liberado Milán. Ahora pensaremos en el bien común, en la acogida, en los jóvenes precarios. La ciudad volverá a ser afectuosa con todos como lo fue durante la Resistencia", afirmó mientras los suyos entonaban el Bella Ciao.
La sorpresa Pisapia
La victoria del abogado penalista de 62 años, más que una conquista de una parte política sobre otra, se puede leer como una cuestión de estilo y de principios. Moratti perdió 75.000 votos respecto a 2006. Muchos son ciudadanos indignados con la propaganda, la chabacanería y la mala política. Pisapia partió de la nada con una lista cívica apoyada por Izquierda, Ecología y Libertad (SEL), el partidito de Nichi Vendola (gobernador de Apulia, sur del país); ganó las primarias al candidato oficial del Partido Democrático, y ayer mejoró siete puntos su hazaña del primer turno: 55,1% frente al 44,9% de Letizia Moratti.
La participación en Milán fue muy similar a la de hace dos semanas, un 69%, y los datos indicaban que Pisapia hizo de nuevo pleno en los nueve distritos. Una propuesta de cambio, de concreción y tolerancia (hacia los extranjeros, los gitanos, los musulmanes, los gais) aglutinó a la clase obrera con la burguesía industrial, a los jóvenes con los pensionistas. Aunque el alcalde saliente es una mujer, el elemento femenino pareció también tener peso. Pisapia ha prometido que su junta tendrá un 50% de mujeres. Y muchas milanesas se han sentido humilladas por la fama mundial del bunga bunga. "Estamos cansadas de ser maltratadas y de tanta vulgaridad", comentaba Lara Graziani, de 43 años.
Aunque en Milán gana 35.000 votos respecto a 2006, la Liga salió con la cabeza gacha. Tras recurrir al miedo y denigrar a Pisapia como un extremista y un fan de Al Qaeda, la formación xenófoba cosechó, sola o con su socio, un fracaso claro: perdió una decena de pequeñas y medianas ciudades lombardas donde era hegemónica, incluida Novara, y se dejó arrebatar la provincia de Pavía. "Ha sido una paliza", declaró Roberto Maroni el ministro del Interior.
El castigo al Gobierno se extendió por todo el país. En Cagliari el vendoliano Massimo Zedda, de 35 años, otro outsider de las primarias, cerró por casi 20 puntos una larga historia de alcaldes del centro derecha; lo mismo, en menor medida, pasó en Trieste. Pero el resultado más elocuente fue el de Nápoles, la ciudad martirizada por la Camorra y la basura, que lanzó un grito por la legalidad al coronar con el 65% de los votos al ex juez Luigi De Magistris. El candidato de Italia de los Valores, el grupo que lidera Antonio di Pietro, coincidió con Pisapia: "Nápoles ha sido liberada. De la basura, de la ilegalidad y de la política cómplice".
Il Cavaliere se queja de los jueces a Obama
Silvio Berlusconi ha aparecido muy nervioso, casi exasperado, en las últimas semanas. El primer ministro sabe bien que si la Liga se ve arrastrada al pozo con él y pierde poder municipal en Milán y las 10 ciudades del norte que han llegado al desempate, la estabilidad del Ejecutivo corre serio peligro.
El voto popular ha sido el gran aglutinante de las demagogias paralelas de Bossi y Berlusconi, y la gasolina que el magnate ha utilizado para legitimar su guerra sin cuartel contra los jueces de Milán que, según él, le persiguen por motivos políticos. Una derrota electoral en casa es la peor noticia posible, y el viernes, durante la cumbre del G-8 en Deauville, Berlusconi buscó el apoyo de sus pares internacionales con un movimiento insólito. Poco antes del inicio de la reunión, se acercó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para decirle que "Italia está sufriendo una dictadura de los jueces comunistas", y que es crucial "culminar la reforma de la justicia". Según mostraron las imágenes, la estupefacción de Obama, que acababa de hacer un discurso elogiando la separación de poderes y la independencia de la magistratura, fue tan grande que ni siquiera contestó.
De vuelta a casa, la oposición y los jueces han censurado a Berlusconi por denigrar al país y a sus instituciones en un foro internacional, pero este ha replicado que había contado a todos los líderes del G-8 que "los jueces italianos son una patología".
La sensación es que en Milán ha comenzado la cuenta atrás del berlusconismo, y que una nueva era está naciendo justo en el lugar donde Berlusconi levantó los cimientos de su enorme consenso popular. De momento, el líder mantiene, a golpe de tránsfugas, una mayoría suficiente para seguir navegando. Pero las defecciones en el Pueblo de la Libertad han empezado, la Liga exige cada vez concesiones más disparatadas (lo último el traslado de dos ministerios a Milán), y todo puede pasar si los milaneses y la burguesía industrial del norte repudian en las urnas a los dos partidos que les han representado en las dos últimas décadas.
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