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Europa convulsa

La UE hierve en el desconcierto

Merkel y Sarkozy lideran una refundación de la Unión que levanta recelo en Bruselas

Andreu Missé

La crisis de la deuda ha puesto al descubierto las ya conocidas debilidades de la construcción del euro y envejecido prematuramente el Tratado de Lisboa. Un Tratado que el 1 de diciembre cumplirá dos años de existencia, aunque su gestación exigió más de ocho de trabajos, incluidos los de la frustrada Constitución Europea. La realidad es que el Tratado está anticuado y no sirve ya para resolver las necesidades inmediatas. La crisis ha puesto de relieve más que nunca la urgencia de construir la pata económica para equilibrar la pata monetaria que deben sostener el euro.

Los movimientos para esta refundación europea son múltiples y van en direcciones muy distintas. Hay, por una parte, las tensiones derivadas de las distintas velocidades que se perfilan: entre los 17 países del euro y los 10 restantes, y la formación de un núcleo duro encabezado por Alemania y Francia dentro del club de la moneda única. Y al mismo tiempo que se registran estas fuerzas centrífugas, la UE está avanzando más que nunca hacia una mayor cohesión, una más fuerte coordinación económica y una regulación y supervisión financiera europea, inexistente hace tan solo un año. Dos impulsos tan contradictorios como reales. Los avances del euro alimentan el distanciamiento de Reino Unido. El proyecto europeo está en sus horas más bajas, pero es una batalla que ni de lejos está perdida.

Los movimientos para refundar el grupo son múltiples
La división entre los 17 países del euro y los 10 restantes ya va tomando cuerpo
Barroso advierte de que el PIB alemán caerá un 3% si se reduce la zona euro
Europa sabe cómo crear cargos, pero es muy vaporosa al fijar objetivos
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El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, ha sintetizado con pocas palabras el momento que vive la UE. "Estamos hundidos en una crisis que afecta al corazón de la Unión Europea, al euro. Una crisis existencial y tenemos la intención de superarla", manifestó en una conferencia el viernes en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, que preside Josep Borrell.

No va a ser nada fácil. La división entre la UE de los 17 y los 10 restantes ya va tomando cuerpo. Durante el Eurogrupo del 7 de noviembre, mientras los ministros de Economía del Euro se reunían en el Consejo, los 10 países restantes, capitaneados por Reino Unido, mantenían un encuentro en un hotel y sus secretarios de Estado de Economía debatían los aspectos más técnicos en la Embajada de la República Checa. La intención de los 10 es formalizar estas reuniones.

Por otra parte, los contactos para constituir un núcleo duro entre Francia, Alemania y los países más comprometidos con la disciplina fiscal prosiguen. En agosto, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy se comprometieron a avanzar hacia un Gobierno económico con la celebración de dos reuniones anuales de los líderes y otras de sus ministros de Economía y Finanzas. También acordaron que "la regla de oro" del equilibrio presupuestario esté inscrita en las Constituciones de los 17; una tasa a las transacciones financieras, y un impuesto común de sociedades. Hay iniciativas recientes, como el encargo de París a un ex alto funcionario de la UE para avanzar hacia una política de defensa común entre Francia y Alemania.

Frente a estas derivas intergubernamentales, cada vez cobra más relevancia el trascendental discurso que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, pronunció en Berlín el pasado día 9, que se interpreta como un auténtico plante al abusivo papel que están desempeñado el directorio de facto de Merkel y Sarkozy. Barroso fue muy explícito al advertir de que defendería "firmemente" la integridad del mercado único y la integridad de la moneda única: "La UE en su totalidad y la zona euro están juntas y no deben dividirse".

El jefe del Ejecutivo comunitario, cuyo papel ha quedado eclipsado por el protagonismo de Merkel y Sarkozy, lanzó una clara advertencia a Alemania, al recordarle que no podría hacer gran cosa fuera de la Unión. Así, Barroso señaló que "en 2010 Alemania exportó más bienes y servicios a Holanda [15 millones de habitantes] que a China; a Francia que a Estados Unidos; a Polonia que a Rusia; a España que a Brasil; a Hungría que a India". "Y en el mismo año", añadió, "Alemania exportó casi cinco veces más bienes y servicios al resto de la Unión Europea que al conjunto de los BRIC [China, India, Rusia y Brasil]". Y advirtió que "si la zona euro se redujera a un pequeño número de Estados, Alemania vería reducido su PIB en un 3% y perdería un millón de empleos". Fuentes comunitarias apuntan que una contracción de la zona euro "sería un suicidio para Francia", cuyo presidente precisa ser arropado por las faldas de la canciller alemana para que su país no pierda la calificación de la triple A.

"La situación debe ser muy grave para que un hombre tan diplomático y cauteloso como Barroso haya decidido dar este paso", señala una fuente comunitaria. La misma fuente interpreta la gesticulación de París y Berlín de avanzar hacia un núcleo duro del euro con tres objetivos: un intento de asustar a Grecia e Italia para que hagan sus deberes; una señal a los mercados de que el euro sigue adelante, y un mensaje a la opinión pública alemana para que se vaya preparando para las reformas que vienen.

El piloto de estas reformas es Van Rompuy, quien el 9 de diciembre presentará al Consejo Europeo su propuesta para avanzar en el gobierno económico. Esto incluirá una propuesta de reforma del Tratado de Lisboa en la que viene insistiendo Merkel. Ahora se discute el calado de esta reforma, pero sustancialmente debe construir la pata económica que le falta a la unión monetaria. Esto implicará una mayor integración económica y fiscal, con un mayor control sobre los presupuestos nacionales. Posiblemente también se abordará la pretensión de Alemania de modificar el sistema de cuotas del Banco Central Europeo (BCE), de manera que el peso de los votos de los países sea proporcional al peso económico de cada país, y no como ahora, en que todos los países tienen el mismo peso. Una reforma muy peligrosa que desatará resistencias.

Lo cierto es que cada vez que se intenta concretar el gobierno económico el resultado es muy pobre. La UE es especialista en multiplicar cargos y establecer calendarios de múltiples reuniones, pero muy vaporosa en fijar objetivos precisos. Los cargos no hacen más que crecer: hay un presidente del Consejo Europeo (Van Rompuy), un presidente de la cumbre del euro (el mismo Van Rompuy pero con otro sombrero), un presidente de la Comisión (José Manuel Durão Barroso), un presidente del Eurogrupo (Jean-Claude Juncker), un presidente del Banco Central (Mario Draghi) y un comisario del euro, el vicepresidente de la Comisión, Olli Rehn. Y falta por nombrar un ministro de Finanzas de la zona euro.

La lentitud y dificultad que comporta la movilización de una máquina tan pesada y mal estructurada justifica muchos de los impulsos intergubernamentales que promueven Merkel y Sarkozy. Impulsos que muchas veces miran la rentabilidad política doméstica. La incapacidad para resolver el problema de Grecia tiene mucho que ver con la indecisión de Merkel, más pendiente de sus elecciones regionales; y la aproximación de las elecciones presidenciales francesas explica mucho la agitada incontinencia de Sarkozy para multiplicar propuestas salvadoras para Europa.

Como no hay síntoma de que la crisis amaine, es de esperar que los líderes de la UE concretarán soluciones. Si el próximo año los presupuestos nacionales son controlados desde Bruselas, como pretende Barroso, la cohesión de la UE habrá dado un paso inimaginable cuando se estrenó el Tratado hace dos años.

Herman van Rompuy (izquierda) y José Manuel Durão Barroso, en mayo de 2007.
Herman van Rompuy (izquierda) y José Manuel Durão Barroso, en mayo de 2007.EFE

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