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Las secuelas del conflicto de Irak

El Gobierno holandés manipuló los informes para respaldar la invasión

Un informe oficial concluye que el país decidió en 2002 secundar la intervención

Isabel Ferrer

La democracia holandesa salió ayer malparada de uno de los exámenes más trascendentes de su historia reciente. El Gobierno tomó la decisión en 2002 de apoyar una posible invasión de Irak y, a partir de entonces, "sólo fueron seleccionados los pasajes de los textos de los servicios secretos que se adecuaban a una línea política acordada", según el informe elaborado por una comisión que ha analizado la postura oficial sobre la guerra de Irak y que considera que la invasión no fue legal.

Las conclusiones del informe, publicado ayer, son demoledoras. Falló la transparencia gubernamental. El Parlamento no fue bien informado, y se echó de menos el liderazgo político del primer ministro, Jan Peter Balkenende. Para completar la batería de malas notas, el Gobierno de la época, liderado por la democracia cristiana, erró en su interpretación de las resoluciones de Naciones Unidas. "Ni justificaban la invasión de 2003, ni facultaban a los distintos países a tomarlas a su antojo", según Willibrord Davids, ex presidente del Consejo de Estado y encargado del informe.

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Examinado con más detalle, el informe no tiene reparos en afirmar que "la decisión de apoyar una posible invasión se tomó en los despachos del Ministerio de Asuntos Exteriores ya en 2002". A partir de entonces, sólo se difundieron las informaciones de los servicios secretos que justificaban la intervención en Irak. Fueron ignoradas las dudas de los juristas sobre la protección de los derechos humanos y las de los propios espías sobre la existencia de armas de destrucción masiva.

Holanda envió en julio de 2003 unos 1.100 soldados a Irak, poco después de la caída del régimen de Sadam Husein, para participar en la reconstrucción. El informe señala que "se primó la relación con el socio de la OTAN, relegando otras consideraciones y voces europeas". En otras palabras, que Exteriores adoleció de algo que, haciendo un juego de palabras, podría llamarse atlanticismo agudo. Por cierto, el jefe de la diplomacia holandesa entonces era Jaap de Hoop Scheffer, democristiano y posterior secretario general de la Alianza. Para evitar suspicacias, Davids subrayó que el cargo "no fue un premio por los servicios prestados por Holanda".

Para explicar la ausencia de la figura del primer ministro en el asunto de Irak, sobre todo a lo largo de 2002, la comisión tampoco utiliza eufemismos. Recién llegado al poder tras el asesinato de Pim Fortuyn, líder populista de derecha, el democristiano Jan Peter Balkenende se fio de su amigo De Hoop Scheffer. "Tengo toda la confianza en su buen hacer", dijo Balkenende, al entregarle, completo, el expediente relativo a Irak. "El primer ministro estaba demasiado ocupado con la convulsa política nacional. Cuando empezó a tomar las riendas de Irak, la ruta política estaba trazada", sigue el informe. La falta de espinazo de Balkenende en un asunto que "llegó a subestimar al principio" explicaría el otro suspenso recibido por su Gobierno. Se trata de la falta de transparencia, llevada aquí al extremo. En su afán por apuntalar la postura oficial, "el Ejecutivo no informó adecuadamente al Parlamento de las peticiones de Estados Unidos. Washington quería formar una fuerza militar que forzara a Bagdad a plegarse a las resoluciones de la ONU. Tampoco recibieron datos suficientes los ministros que no estaban directamente involucrados en el asunto de Irak".

A modo de ilustración del aplomo, y autonomía, con que Asuntos Exteriores llevó el asunto de Irak, el informe incluye detalles de una reunión de menos de una hora celebrada en agosto de 2002. En presencia del ministro y sus principales asesores, "se esbozó la postura oficial holandesa". En agosto, De Hoop Scheffer remitió una nota al Parlamento. "De su contenido no fue consultado nadie en el Gabinete".

Pero si en 2002 la situación era anómala, las cosas no mejoraron con el paso del tiempo. "Desde entonces ha faltado un auténtico debate parlamentario sobre la situación", señala Davids. Para ilustrar el malestar que ello ha creado en Holanda, hace un símil casi doméstico. "El dolor de cabeza que asomó en 2003 se ha convertido en migraña", afirma.

En el informe aparece aún otra conclusión más lacerante: "La guerra de Irak ha sido un fracaso. Querían restaurar la paz y la democracia. Siete años después, es el país más inseguro del mundo. Nada que ver con lo que pretendían los invasores".

Abrumados por la dureza del informe, los líderes de los principales partidos políticos holandeses se reunieron ayer para hacer examen de conciencia. Todos, desde la socialdemocracia -en el poder con democristianos y calvinistas- a Los Verdes y los liberales, coincidieron en el malestar que ha producido por el informe.

Más de un millar de soldados

- En julio de 2003, poco después de la caída del régimen de Sadam Husein, Holanda envió unos 1.100 soldados al sur de Irak,

para participar en la fuerza multinacional dirigida por Estados Unidos bajo mandato de la ONU. La misión de ese contingente militar concluyó en la primavera de 2005.

- El objetivo de la misión era ayudar en la reconstrucción de Irak. Durante esas labores, murieron dos soldados holandeses en ataques separados.

- En el país árabe, los soldados holandeses estaban en un territorio bajo mando del Ejército británico.

- Durante el tiempo que estuvieron presentes en Irak, los instructores militares holandeses entrenaron a más de 2.800 policías y soldados iraquíes, según el Gobierno.

- La comisión que emitió ayer su informe fue creada en 2009 a petición del Gobierno holandés para determinar la legitimidad del apoyo ofrecido a la invasión liderada por EE UU.

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