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Las batallas internas en el PP

De posible consejero a militante suspendido

"Todos en el partido tenemos por Ricardo Costa el mayor respeto y avalamos su excepcional gestión". El presidente valenciano, Francisco Camps, volvió ayer a dejar estupefactos a quienes le escucharon valorar la decisión de Génova de suspender de militancia a quien fue su mano derecha en el PP y portavoz en las Cortes Valencianas. No menos estupefactos quedaron por la tarde los asistentes a la inauguración de un nuevo edificio de la Ciudad de las Artes de Valencia cuando Camps anunció su deseo de "hacer alguna vez, en Castellón, Valencia y Alicante, unos Juegos Olímpicos".

La decisión de la dirección nacional del PP representa una desautorización en toda regla a Camps, que ha intentado salvar la figura de Ricardo Costa de manera sistemática. La semana pasada, el presidente valenciano llegó a afirmar en el Parlamento: "Costa, efectivamente, ha actuado bajo las directrices del PP de España y de la Comunidad Valenciana". La frase hizo removerse en sus asientos a los cargos del PP, especialmente a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá.

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Aún así, Camps intentó, hasta el pasado miércoles, convencer a Costa de que renunciase a su pretensión de lograr el respaldo público de Génova y ser ratificado como secretario general de los populares valencianos. A cambio, según distintas fuentes del PP, Camps ofreció en varias ocasiones a Costa la posibilidad de entrar en el Gobierno valenciano. Una fórmula con la que el presidente valenciano pretendía dar satisfacción a Costa y callar a los presidentes provinciales, que reclaman cambios en un gobierno cada vez más inoperante.

Costa no cedió. Y ayer, en su primera reaparición pública en las Cortes valencianas, descendió de su escaño -el número 98, ubicado al final de la última fila de la bancada popular- para saludar a Camps. Tras acabar la sesión de control, Camps salió escopetado y Costa comunicó al equipo del presidente que iba a lanzar un nuevo órdago a Génova. Entre sus razones, el agravio comparativo respecto al trato dispensado en el PP al vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo. La tormenta desatada a partir de ese momento no fue obstáculo para que Camps avalase de nuevo a Costa. Esta vez con Barberá y otros cargos del PP guardando algo más que una prudente distancia.

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