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Mas se otorga el control directo de todas las áreas sensibles del Gobierno

El presidente catalán tendrá la llave de subvenciones y contrataciones

Los consejeros de Jordi Pujol solían quejarse de que tenían escaso margen de maniobra en sus labores del día a día. "El presidente hace de consejero de todo", solía repetir más de uno. Parece que el nuevo presidente de la Generalitat, Artur Mas, quiere coger la misma senda. En un Gobierno plagado de antiguas caras del pujolismo y de independientes sin obediencia de partido, el flamante presidente aprobó ayer la nueva organización de su Gobierno en la que queda claro que Mas tendrá un poder muy superior al que tuvieron sus antecesores José Montilla y Pasqual Maragall. Mas se ha reservado áreas sensibles que antes desarrollaba el vicepresidente del Gobierno. De esta manera, controlará la coordinación de todos los departamentos, tendrá el grifo de numerosas subvenciones y supervisará las contrataciones del Gobierno.

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Mas, que reconoce que tiene pocos amigos incluso dentro de su partido, ha optado por vigilarlo todo de cerca. El control de las arcas de la Generalitat desde la misma presidencia es un gesto para demostrar la "austeridad" y la "eficiencia" que ayer pidió a sus consejeros en la toma de posesión. Pero también es especialmente relevante que quiera controlar él mismo las contrataciones, sobre todo después de los escándalos que han rodeado a CiU los últimos tiempos por el cobro de presuntas comisiones por adjudicación de obra pública a través del Palau de la Música.

Artur Mas también ha querido responsabilizarse personalmente de áreas que de las que Esquerra Republicana hizo bandera en sus siete años dentro del Gobierno. El área de deportes, con el impulso de las selecciones nacionales catalanas, será una de ellas. También la dirección de las siete delegaciones territoriales que tiene la Generalitat, desde donde se tiene un importante control de las entidades y el mundo local a través de las subvenciones. Mas también se ha reservado el control de las ayudas a los medios de comunicación. Para la izquierda es un paso atrás, pues la llegada del tripartito significó que el presidente dejara de tener el control directo de estas ayudas y, con excepciones, ello dependía de Cultura. Las jugosas subvenciones a las ONG también pasarán por las manos del presidente.

Todo ello ha hecho que la vicepresidenta del Gobierno catalán, la democristiana Joana Ortega, se quede casi sin ninguna de las competencias que tenía Josep Lluís Carod-Rovira. Ortega ejercerá, sobre todo, como consejera de Gobernación.

De puertas hacia fuera, Mas también se ha reservado un papel destacado. Controlará las relaciones exteriores de la Generalitat. Convergència i Unió no pretende cerrar las delegaciones que el tripartito abrió en media docena de países para representar los intereses políticos y comerciales de Cataluña, pero sí quiere transmitir la imagen que en estas instalaciones no se derrocha. El control de estas políticas le permitirá también realzar su papel institucional frente a un Josep Antoni Duran Lleida, líder de Unió, que inicialmente estaba llamado a asumir este tipo de labores.

Por si quedaba alguna duda de que muchas cosas volverán a ser como antes, Mas recuperará hoy la costumbre de hacer desde el palau de la Generalitat el discurso presidencial de fin de año. Pasqual Maragall y José Montilla lo hacían cada año desde un sitio distinto, desde hospitales hasta comisarías. Mas quiere que su primera entrada en las casas de los catalanes tenga toda la pompa y relevancia institucional. Igual que Pujol.

Artur Mas (primero por la derecha), presidente de Cataluña, brinda con sus nuevos consejeros en el palau de la Generalitat tras la toma de posesión.
Artur Mas (primero por la derecha), presidente de Cataluña, brinda con sus nuevos consejeros en el palau de la Generalitat tras la toma de posesión.MARCEL·LÍ SÀENZ

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