Las minas que mataron a cinco militares tenían 40 kilos de explosivo
Los dos heridos graves estaban a unos 20 metros del lugar de la deflagración
Las minas anticarro cuya explosión accidental causó el jueves la muerte de cinco militares en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares (Madrid) contenían unos 40 kilos de explosivo, según fuentes próximas a la investigación. La deflagración destrozó a los cinco militares que se encontraban en las inmediaciones de la hondonada donde se apilaron las minas anticarro, mientras que los tres heridos -dos de ellos graves- estaban a unos 20 metros de distancia. Afortunadamente, la onda expansiva no alcanzó a otra pila de proyectiles de artillería y munición que estaba cerca, también para proceder a su voladura controlada, pues las consecuencias podían haber sido aún peores.
Fuentes militares insistieron ayer en que los participantes en el ejercicio, que se preparaban para su próxima partida hacia Líbano, llevaban el equipamiento adecuado para estos casos: casco y chaleco antifragmentos. Un equipo bastante más ligero que el empleado para desactivar explosivos, que, en todo caso, tampoco hubiera servido de mucho ante la envergadura de la explosión.
El Ejército dice que no hay fallos en el procedimiento para destruir munición
La investigación, que realiza la Guardia Civil por orden del juez, está encaminada a determinar por qué se produjo el estallido antes de que los militares se pusieran a cubierto, a más de 50 metros, y activaran a distancia el cebo que acababan de poner. Una de las hipótesis apunta a que el cable, que ya estaba conectado, tuviese corriente residual.
Las minas anticarro carecían de detonador, por lo que no podían explotar por sí mismas. Por eso, la voladura controlada se debía producir con la ayuda de un cebo. Lo que más sorprende, según las fuentes consultadas, es que hasta ocho militares se encontrasen cerca del lugar donde se apilaban los artefactos una vez que el cebo ya había sido colocado. Fuentes militares sostienen que el Ejército dispone de un procedimiento estricto en el que se detallan hasta nueve pasos sucesivos para realizar la destrucción de munición obsoleta de forma que, incluso en caso de accidente, se reduzcan al mínimo las víctimas.
Entre los cinco fallecidos -los sargentos primero Sergio Valdepeñas Martín Buitrago, y Victor Manuel Zamora Letelier; el sargento Mario Hernández Mateo; el cabo primero Javier Muñoz Gómez; y el cabo Miguel Ángel Díaz Ruiz- estaban algunos de los mayores expertos en explosivos de las Fuerzas Armadas, con experiencia en Afganistán, Balcanes o Líbano, como destacó la ministra de Defensa, Carme Chacón. La destrucción de munición y artefactos abandonados o requisados es habitual en zonas de conflicto. Tres soldados daneses y dos alemanes murieron en marzo de 2002 en Kabul cuando procedían a la destrucción controlada de una bomba de aviación.
A lo largo de la jornada de ayer prosiguieron las autopsias de los cinco fallecidos, cuyos cuerpos quedaron destrozados por la explosión, por lo que se mantenía la incógnita sobre si mañana podrá celebrarse el funeral. Eso ha obligado al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a retrasar el inicio de su gira por Túnez y el golfo Pérsico; y a Chacón a suspender su viaje por el océano Índico. Mientras, los tres heridos -el teniente José Manuel Candón Ballesteros, el sargento Raúl A. González Fernández y el cabo primero Herminio Álvarez Gómez, este último leve- seguían ingresados en el hospital militar Gómez Ulla de Madrid.
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