Los abusos de la Iglesia en ‘Salvados’: regreso al lado terrorífico del colegio

El año pasado, Gonzo vio los jesuitas de Vigo, donde estudió, en una de las listas de casos investigados por este diario, y comenzó a recordar que lo que vivió allí no era normal

Un momento de la entrevista de Gonzo con Fernando, uno de los denunciantes de abusos de los jesuitas de Vigo.

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Fernando González Gonzo, el presentado...

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EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Fernando González Gonzo, el presentador de Salvados, sintió un vuelco en el corazón en 2022 cuando leyó en EL PAÍS un artículo sobre abusos a menores en la Iglesia y en una larga lista vio el nombre de su colegio: los jesuitas de Vigo. En las iniciales de los religiosos acusados reconoció varios nombres. Porque él también sabía cosas, no lo había olvidado. Pensó entonces que tenía que hacer algo. Es lo que han pensado muchas personas que desde 2018 han escrito al correo de denuncia de este periódico, al que ya se han dirigido casi 2.000 personas. Pero él podía hacer algo más, como periodista podía hacer un buen reportaje, porque conocía el colegio, sabía con quién hablar, lo vio con sus propios ojos. Al final lo ha hecho, y lo ha hecho muy bien, es un documento preciso y valioso sobre esta lacra. Se emite en la noche de hoy domingo (La Sexta, 21.30), y es un paso más en la lenta revelación de la verdad, porque no son tantos los medios que se ocupan de ello, y porque, según todos los expertos, solo hemos visto la punta del iceberg.

Gonzo no es tan mayor, es de 1976, es decir, el caso de su colegio no es de esos que salen a la luz de las tinieblas del franquismo, de los años cincuenta, sesenta, setenta. Él estudió en los jesuitas de Vigo en los ochenta y los noventa, en democracia, pero allí seguían pasando cosas. “La Transición no llegó a los colegios religiosos”, dice el protagonista de La enciclopedia del dolor, una obra de teatro que escribió otro alumno de Vigo, esta vez de los maristas, Pablo Fidalgo (nacido en 1984) a raíz de otro artículo de este diario en 2021 sobre su escuela. Los colegios religiosos siguieron siendo en muchos casos cápsulas cerradas donde la atmósfera de otra época se mantuvo hasta bien entrada la democracia. Se ve bien en los jesuitas de Vigo: hay acusados de los sesenta y setenta que ahí siguen haciendo lo mismo. Dentro todo siguió igual, porque la sensación de impunidad no se alteró, de hecho se ha mantenido hasta hoy. También en Vigo, esta vez en los salesianos, un religioso está en este momento en búsqueda y captura tras haber huido una vez condenado a 32 años de cárcel por abusos en 2019.

Gonzo, en el patio de su colegio de Vigo, en una imagen del 'Salvados' de este domingo cedida por La Sexta.

El hilo del programa es el viaje del propio presentador a su pasado, a remover lo oculto, un viaje doloroso y difícil. Capta muy bien ese momento que se ha vivido en tantos círculos cada vez que se publica un nombre, o el de un colegio, o una parroquia, y cae una bomba entre quienes pasaron por allí. “Ese día el chat de antiguos alumnos calló”, dice uno de los antiguos compañeros de Gonzo. Juntos recuerdan todas esas cosas que, vistas hoy, no eran normales y entonces lo parecían, desde la violencia física a la sexual.

El reportaje toca muchas claves, esboza muchas escenas en las que se reconocerán cientos de víctimas, las que ya han hablado y todas las que aún quedan por hablar. El director del centro cuya primera reacción ante el escándalo es entrar en clase y advertir: “Esto no puede salir de aquí”. La soledad en familias, también de otra época, donde no se podía contar nada porque ante las bofetadas los padres respondían: “Algo harías”. La complejidad del trauma y el tiempo que lleva asumirlo, la dificultad de contarlo todavía hoy, cómo el entorno cercano a menudo se opone. La profesora que aún se atormenta al leer las noticias, por no haber sido capaz de ver lo que pasaba. Cómo hay muchas personas tan marcadas por lo que vivieron en el colegio que a veces aún no han logrado salir de allí. Y otras, que tienen buenos recuerdos, ahora deben reescribir el pasado, y se resisten a hacerlo.

Fernando, una de las víctimas que habló con EL PAÍS, da la cara en el reportaje para contar lo que le pasó: “Esto no es venganza, yo lo que quiero es que salga más gente, y que hable, que hable sin miedo”. El director del colegio se pregunta: “¿Qué podemos hacer para que estas personas sientan que el colegio les reconoce también como sus alumnos y que tuviésemos la oportunidad de recomponer un poco todo eso?”. La respuesta es muy fácil: decir la verdad, todo lo que saben, con detalle, con nombres o iniciales, con fecha y lugar de los hechos, e investigar en serio, buscar a las víctimas, no esperar a ver si vienen, como Gonzo, que ha tenido que volver a su colegio a hacer un reportaje para obtener respuestas. Con ocasión del programa, este diario ha preguntado a los jesuitas sobre los resultados de su investigación en este centro, donde EL PAÍS les señaló hace más de un año acusaciones contra al menos 11 profesores, desde los años cincuenta a los noventa, y no ha habido ninguna contestación.

Gonzo (derecha), en los pasillos del colegio con su excompañero Iván Mirón, que acabó de director del centro.

Los jesuitas han participado en el programa, dan muestras de haber comprendido el daño y estar respondiendo. Reconocen que se trataba los abusos como un pecado, no como un delito, y la prioridad era recuperar al pecador y la víctima era lo de menos. Ya es un avance que hablen de víctimas, y no de presuntas víctimas o denunciantes, pensando de entrada que alguien que cuenta un abuso se lo puede estar inventando para dañar la institución, lo habitual en la Iglesia española. La Compañía ha pasado esa fase, también porque el Papa es jesuita. Están muy por delante del resto de instituciones eclesiásticas, y es verdad que ha sido la primera orden, y casi la única, que ha hecho una mínima investigación interna, con un informe en 2021 que admitía abusos sobre 81 menores, pero es un documento donde se evitan todos los detalles que podrían hacer salir a la luz más casos. Sigue quedando mucho por hacer. En el programa, por ejemplo, aparece el nombre de José Luis Martín Vigil, que fue profesor en el colegio de Vigo en los años cincuenta. Ha sido este año cuando han salido a la luz sus abusos, a raíz de las investigaciones de este periódico, y aún queda mucho por saber, si los jesuitas y el obispado de Oviedo quisieran hablar. EL PAÍS también destapó antes del verano el escándalo del colegio Casp de la orden en Barcelona, donde la Compañía no acaba de revelar lo que sabe. La actitud general en la Iglesia española es esa: solo reconocen un caso cuando les pillan, pero ni un minuto antes. Solo lo hacen obligados. Finalmente, los jesuitas encargaron en junio una investigación externa sobre sus colegios de Barcelona a un despacho de abogados catalán.

Gonzo pregunta en el reportaje a un responsable de la orden cuántos lo supieron y callaron, y responde: “La verdad es que no hemos tenido mucha evidencia de que eso haya ocurrido. Decir que hubo un porcentaje de gente que lo sabía y no hizo nada, eso no lo puedo decir porque honradamente no lo sé”. Cuando sueltan estas cosas no hacen más que animar a más gente a hablar, por pura indignación. Precisamente lo que motivó el informe en 2018 fue una información de EL PAÍS sobre el caso del jesuita Luis To, condenado en Barcelona por abusos en 1992 y que luego fue enviado a Bolivia. Allí fue profesor de ética sexual y siguió en contacto con menores.

Se supone que órdenes y diócesis están investigando, pero no dicen nada de lo que ha encontrado. En los maristas de Vigo, por ejemplo, han pasado más de dos años desde que salió a la luz el caso (con al menos ocho docentes acusados) y la orden se sigue negando a revelar lo que sabe o ha averiguado. La prioridad sigue siendo ocultar, que no salga de ahí. Se supone que diócesis y órdenes al menos lo han comunicado al bufete de abogados madrileño al que la Conferencia Episcopal encomendó una auditoría en 2022, cuyos resultados se esperan este mes de octubre, pero habrá que ver si refleja todos los detalles de cada caso y es totalmente transparente.

La lupa esta vez se ha detenido en los jesuitas de Vigo, pero solo porque da la casualidad de que Gonzo estudió allí. Es solo uno de tantos colegios, muchos otros siguen callados esperando que no les pillen y, supongo, que ningún exalumno sea periodista. Y si lo es, esperarán que sea de los que prefieren no investigar esta cuestión. Sobre todo en tantos medios locales, en capitales de provincia, donde les bastaría coger el teléfono y empezar a llamar a conocidos y antiguos alumnos, pero aún impera el silencio. Gonzo lo ha hecho, sentía que se lo debía a su pasado, y a los más desgraciados de sus compañeros.

Gonzo, en el patio de su colegio de Vigo, en un momento de 'Salvados', en una imagen cedida por La Sexta.

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