David Simon no quiere que veas ‘The Wire’

Es una serie de polis y ladrones que luego se complica. Y, al contrario de lo que dijo su creador, es perfecta para el espectador medio

Un fotograma de 'The Wire'.

Me resisto a dar pábulo a las teorías de que las pantallas nos vuelven idiotas. Por lo visto, si enfrentas a un nativo digital con una página de Proust, la cabeza le explota antes de llegar a la segunda subordinada. No me lo creo, porque, como bien recordaba Javier Cercas el otro día, a Proust no lo han leído ni quienes presumen de salir a correr todas las mañanas por el camino de Swann. Tal vez confundimos la idiotez con la desinhibición: no es que los jóvenes sean menos capaces de leer a Proust, sino que no les importa que un señor con coderas en la chaqueta les afee no leerlo.

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Me resisto a dar pábulo a las teorías de que las pantallas nos vuelven idiotas. Por lo visto, si enfrentas a un nativo digital con una página de Proust, la cabeza le explota antes de llegar a la segunda subordinada. No me lo creo, porque, como bien recordaba Javier Cercas el otro día, a Proust no lo han leído ni quienes presumen de salir a correr todas las mañanas por el camino de Swann. Tal vez confundimos la idiotez con la desinhibición: no es que los jóvenes sean menos capaces de leer a Proust, sino que no les importa que un señor con coderas en la chaqueta les afee no leerlo.

Me preocupa que, a fuerza de repetir que estamos atontados, acabemos tontos de verdad. A cuenta de los 20 años de The Wire, la serie que hizo que los intelectuales dejaran de llamar caja tonta a la tele, he descubierto que hay mucha gente que la considera una serie difícil. Contribuyó a ello su creador, David Simon, cuando dijo aquello de “que se joda el espectador medio”, encantado de tener audiencias bajitas y luchando por reducirlas más. Los exégetas pelmas hicieron el resto, transmitiendo la idea de que el inglés macarra de los camellos de Baltimore era arameo bíblico.

The Wire es una serie de polis y ladrones que luego se complica. Por mucho que Simon presuma de lo contrario, no hay ningún motivo para que se joda el espectador medio. Al contrario, es una serie perfecta para el espectador medio, no requiere hacer estiramientos a la vera del camino de Swann para coger carrerilla lectora. Pero nos han convencido de que somos tontos y nos intimidan, como al personaje de Amanece, que no es poco que quería ser intelectual. Y aquí el único tonto es el que se las da de listo.

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