Los sueños rotos de los Balcanes
El documental ‘Gervasio Sánchez. Álbum de posguerra’ narra la vida de varios supervivientes del cerco de Sarajevo, fotografiados por el reportero en su infancia durante la guerra
El fotoperiodista y reportero Gervasio Sánchez no se cansa de afirmar que las guerras no terminan cuando decide Wikipedia, sino que se mantienen mientras sus consecuencias sigan afectando a las personas que las padecieron. Ese es el tema central del documental Álbum de posguerra, que Movistar+ ofrece a partir del miércoles y que retrata la vida de varios personajes que sufrieron en su infancia, entre 1992 y 1996, el ...
El fotoperiodista y reportero Gervasio Sánchez no se cansa de afirmar que las guerras no terminan cuando decide Wikipedia, sino que se mantienen mientras sus consecuencias sigan afectando a las personas que las padecieron. Ese es el tema central del documental Álbum de posguerra, que Movistar+ ofrece a partir del miércoles y que retrata la vida de varios personajes que sufrieron en su infancia, entre 1992 y 1996, el asedio contra Sarajevo por parte los ultranacionalistas serbios y que tuvieron que reconstruir su existencia en la dura posguerra de Bosnia.
Sánchez, de 61 años, ganador de numerosos galardones como el Premio Nacional de Fotografía o el Ortega y Gasset, y un referente en el reporterismo español, fue uno de los informadores que más tiempo pasó en la capital bosnia durante el cerco. Sus fotografías, alguna de las cuales dieron la vuelta al mundo, mostraban la violencia y la muerte; pero también la vida cotidiana bajo el conflicto, lo que Unamuno llamó en su libro clásico “la paz en la guerra”. En muchas de esas imágenes, los protagonistas eran niños que jugaban entre los escombros y los coches destrozados de una ciudad bombardeada sin piedad. Casi treinta años después, el documental, basado en una idea de Sánchez y codirigido por Airy Maragall y Àngel Leiro, permite responder a una pregunta clave: ¿qué ha sido de sus vidas? ¿Qué ha pasado con los supervivientes?
“La guerra es oscuridad y quiero alumbrar los caminos que salen de la guerra”, explica Sánchez por teléfono desde Zaragoza, donde reside y desde donde recorre desde hace cuatro décadas conflictos bélicos por todo el mundo. “Es oscuridad absoluta, gente que se mata entre amigos, entre vecinos. Quiero iluminar los caminos de la gente que ha sobrevivido, retratar la vida antes que la muerte. Llevo toda mi vida preguntándome qué habrá sido de la gente que he fotografiado en zonas de conflicto, qué ha ocurrido con ellas. Nunca olvidaré por ejemplo a un niño en El Salvador que me pidió que le contase cómo era un país sin guerra. A lo mejor es padre o abuelo. Sus fotos te la llevas para siempre”.
Tanto Airy Maragall como Àngel Leiro tenían experiencias previas en los Balcanes: ella había trabajado en una ONG en Sarajevo, en la inmediata posguerra, en el año 1996, y él rodó un documental con Sandra Balsells, fotoperiodista veterana de las guerras balcánicas –y experta en la obra de Sánchez– titulado Retratos del alma, que recorre los escenarios de los conflictos de los noventa y está inspirado por un reportaje con el que también ganó el Ortega y Gasset. Conocían por lo tanto el enorme peso del pasado en los Balcanes, las heridas nunca cerradas de una guerra.
No fue sencillo encontrar la financiación, pero finalmente se logró con la productora Lukimedia y la producción ejecutiva de Stephanie von Lukowicz, apoyadas financieramente por numerosas cadenas, desde Aragón TV hasta Movistar +, Arte, la alemana ZDF o Al Yazira. Y así, el equipo se desplazó a Sarajevo en diciembre de 2019 para buscar a aquellos niños que habían aparecido en las fotos de Sánchez: Edo, Amer, Emir, Saban, Alma, Damir, Jasmin, Danko, Aljosa, Ammara... En algunos casos nunca había perdido el contacto con ellos, en otros no sabía qué había sido de sus vidas.
De una forma u otra, en todos ha quedado la huella de lo que vivieron, del hambre, del miedo, de las esperanzas rotas de la posguerra, incluso en aquellas dos niñas que se escapaban del cuidado de su abuela para jugar en unos columpios herrumbrosos. No todos los recuerdos que aquellos niños conservan del conflicto son negativos: como siempre contaba el novelista Juan García Hortelano del Madrid de la Guerra Civil, para un niño puede resultar hasta divertido, inconsciente de los peligros y de la muerte que acecha. Sin embargo, aunque no sean totalmente conscientes, el dolor de los recuerdos está ahí agazapado, al igual que las secuelas físicas.
“Las consecuencias de esta guerra van a ser larguísimas, a muy largo plazo”, explica Sánchez. “Las vidas de las personas afectadas por la guerra acaban muy destruidas, la memoria juega muy malas pasadas. Ha pasado un cuarto de siglo sin que caiga una bomba sobre esa gente y siguen muy marcados. Y fue una guerra que duró más de tres años y medio. ¿Cuáles serán las consecuencias del conflicto de Siria, que empezó hace diez años, o del Afganistán, que se encamina hacia el medio siglo y ahora se van los estadounidenses?”, se pregunta el reportero.
El documental no solo habla de las huellas del pasado, sino del vacío del presente, de la falta de esperanza en la que están atrapados los jóvenes de un país que huyen en masa en cuanto pueden hacia Italia, Austria o Alemania. “Son vidas muy marcadas”, explica Airy Maragall. “No solo por las tragedias de la guerra, sino que también les sigue marcando el presente porque el sistema educativo está muy tocado, la situación económica está estancada. No hay mucho futuro, ni tampoco mucho presente. No solo hablamos de su experiencia en la guerra, sino de hoy”. Àngel Leiro señala por su parte: “Han tenido más tiempo para reflexionar: es gente que comparte una decepción por la clase política, la comunidad internacional, que se hartó de decir que les ayudaría, y la falta de esperanza en el futuro. Todos los personajes tienen una historia que contar en la que han reflexionado y pensado mucho. Todos tienen un discurso muy potente y reflexivo”.
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