Tesoros del 'streaming'

“Disney es un Chernóbil cultural”: cuando Mickey Mouse fue recibido con huevos y harina

La serie documental de Disney+ ‘The Imagineering Story’ repasa el historial de dificultades y éxitos de los parques de la compañía

A principios de los ochenta, Cenicienta estuvo a punto de perder su zapato en una discoteca de Salou. El barco de Mickey podría haber navegado con los rascacielos de Benidorm de fondo. Disney veía entonces España como el enclave ideal donde colocar la pica de un creciente imperio. La costa Mediterránea tenía buen clima, una localización fijada cerca de la playa, turismo asegurado y un Gobierno dispuesto a colaborar. Pero el entonces director de la empresa, Michael Eisner, ...

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A principios de los ochenta, Cenicienta estuvo a punto de perder su zapato en una discoteca de Salou. El barco de Mickey podría haber navegado con los rascacielos de Benidorm de fondo. Disney veía entonces España como el enclave ideal donde colocar la pica de un creciente imperio. La costa Mediterránea tenía buen clima, una localización fijada cerca de la playa, turismo asegurado y un Gobierno dispuesto a colaborar. Pero el entonces director de la empresa, Michael Eisner, estaba encaprichado con París. El encanto histórico de la ciudad del amor era digno de una catedral de La bella durmiente.

Francia era para Eisner la antítesis de la cultura masificada estadounidense en la que vivía su empresa. Eso tenía cierto encanto. Pero ese reto que debía convertirse en ratón, se les volvió rana. Así lo recuerda la serie documental de Disney+ The Imagineering Story, sobre la historia de estos tótem culturales cuya idea echó a andar con un tren en el patio del propio Walt. Eurodisney, enseña, terminó abriendo en 1992 con lanzamientos de huevo y harina del partido comunista y los trabajadores a Eisner, a lo que siguió un fracaso de visitas continental. Su parque era la única ciudad en Francia donde no podías pedir una copa de vino.

Pese al incierto futuro, este no era el primer bache que superaba la compañía sobre la que todavía era alargada la sombra del fundador, un hombre al que en los cincuenta casi no dejan levantar su “feria” porque aseguraban que para los californianos eran lugares sórdidos, sucios y de gente poco amistosa. El documental de seis episodios dirigido por Leslie Iwerks repasa, década a década, los escollos en la reinvención del concepto de parque temático, y rinde homenaje a los imaginadores que le dan nombre, una serie de creativos dignos de Tesla o Jobs que innovan ante cualquier reto: crearon la calle de la infancia de Walt Disney, pegaron Un mundo pequeño a nuestras cabezas, hicieron realidad la naturaleza de Pandora de Avatar, construyeron un gigantesco Cañón del Colorado de plástico para Cars e incluso juntaron a los robóticos presidentes de EEUU, muertos y vivos, en una habitación más terrorífica que La casa del terror. Su último éxito: recrear a tamaño real el Halcón milenario de Star Wars.

Otros tesoros del 'streaming'

La creatividad de estos inventores locos es lo que lleva a The Imagineering Story más allá del prisma publicitario, del que no está exento. Porque, pese a que se escriba mucho sobre películas y series, los parques temáticos son la verdadera clave en la conquista de Disney como imperio cultural en tres continentes, y en sus beneficios empresariales. No es casualidad que el consejero delegado actual venga de ellos, ni que la constante repetición de sus personajes icónicos en el audiovisual estén a merced de sus construcciones.

El rey león, Dumbo o Piratas del Caribe (que hizo el camino inverso, del parque al cine) regresan una y otra vez para que los muñecos y atracciones no queden caducas. Ese retrato menos cándido sobre la perversión de la nostalgia, la masificación del monopolio y la cultura efímera solo aparece someramente en el documental que es ideal recuperar ahora. En este aciago 2020, Disney ha perdido 2.000 millones en ingresos de los parques por la pandemia. La adaptación de un sector que necesita a millones para sobrevivir a un mundo con nuevas reglas será el próximo reto.

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Un escollo más grande que el de 1992. La Bella y la Bestia acababa de convertirse en el mayor éxito de la historia con rimas llenas de galicismos como bonjour y baguette, pero no entendían realmente la cultura de París. La descripción de la prensa francesa quedó tatuada en la memoria de Eisner: “Es un Chernóbil cultural”. Eurodisney tardó tres años en cambiar su nombre, reinventar su propuesta y lanzarse a la conquista del mundo. Otra prueba superada. Está por ver si esos parques logran salvar 2020, que al menos bien podría ser dentro de unos años un apasionante episodio de The Imagineering Story.


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