El valor de la lucha contra el cáncer

Cada vez son más las personas que viven con un tumor. Los avances en la investigación oncológica buscan mejorar la vida de los pacientes en todos sus ámbitos: personal, familiar, laboral…

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Mario murió en el año 2000 por un cáncer de pulmón. Se lo diagnosticaron en un estadío avanzado, ya sin opciones de curación, y apenas sobrevivió unos meses. Veinte años después, su hijo Juan recibió el mismo diagnóstico, pero ahora las cosas han sido diferentes: las pruebas moleculares que le han hecho han puesto apellidos a su tumor (es un cáncer microcítico o de células pequeñas con un tipo de mutación concreta) y le han tratado con una terapia novedosa: inmunoterapia, una forma de tratamiento mediante la cual son los propios linfocitos del paciente los que atacan a las células tumorales. “Sé que queda mucho camino por delante, pero todo apunta a que por ahora está controlado. Mi padre murió con 52 años, cuando aún tenía mucha vida por delante”.

Casos como el de Juan son hoy habituales. Frente a décadas pasadas, cuando oír un diagnóstico de cáncer nos llevaba a asomarnos al abismo de una patología fatal, los avances en oncología han permitido que cada vez más personas puedan superar la enfermedad —o vivir con ella— y puedan retomar su vida con plenitud.

“No es solo la oncología: la sociedad también ha avanzado”, matiza el doctor Emilio Alba, director de la Unidad de Gestión Clínica Intercentros de Oncología de Málaga. “Ahora está mucho más preparada, con más cultura, y sabe que el cáncer no es una única entidad, sino que hay muchos tipos de cánceres y de estadios, así como muchos tratamientos diferentes”.

Se sabe que hay al menos doscientos tipos de tumores diferentes y que además pueden variar de una persona a otra. En esta enorme galería, el aumento de la supervivencia de los últimos años4 ha ido íntimamente ligado al avance en el conocimiento de cada uno de estos tipos. “El conocimiento, este ha sido el primer gran hito. Aunque aún nos falta mucho, empezamos a tener ya claro qué es el cáncer. Hasta ahora estábamos perdidos, íbamos a oscuras”, reconoce el doctor Rafael López, presidente de la Fundación ECO y jefe del Servicio de Oncología del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. “Ahora estamos siendo capaces de desentrañar los mecanismos más íntimos del cáncer, de entender el funcionamiento normal y anormal de las células”.

Se está saliendo de la oscuridad, y ello ha ido permitiendo que los pacientes con cáncer vivan más y mejor e incluso que superen por completo la enfermedad. Hay ejemplos extraordinarios: a nivel mundial, entre 2000 y 2014 la supervivencia a cinco años se incrementó en un 88% en el caso del linfoma en niños, o en un 85% en los tumores de próstata, o en un 78% en los de mama. En otros —páncreas, pulmón o hígado— el incremento no ha sido tan notable, “pero el camino es imparable”, coinciden los dos expertos.

Y las consecuencias de este camino no son solo individuales. Porque el cáncer es una enfermedad social y, más allá de la historia íntima de cada persona afectada, tiene un enorme peso colectivo. Si lo llevamos al terreno económico y laboral, los autores del estudio La carga del cáncer en España, publicado en la revista Anales de la Real Academia de Medicina, en 2019, estiman que el cáncer supone unos costes totales anuales de más de 7.000 millones de euros, lo que supone el 10% del gasto sanitario español o, lo que es lo mismo, el 0,66% del PIB.

Esta enorme cifra engloba tanto los costes directos (gastos hospitalarios, farmacológicos y de asistencia primaria) como los indirectos (el impacto de las muertes prematuras, de la incapacidad temporal y de la incapacidad permanente), así como los costes del cuidado informal: esos cuidados no profesionales y no remunerados que recaen sobre las familias.

El valor de la investigación

De una u otra manera, el cáncer no solo afecta al paciente, sino a todo su entorno personal y laboral, así como a la sociedad en su conjunto. Por eso, la superación o cronificación de un cáncer va más allá de cada caso concreto. También por eso, los avances en investigación y la innovación oncológica tienen un retorno que aporta desde una triple perspectiva: sanitaria, económica y social. Profesionales como el doctor Rafael López señalan la importancia de hablar del valor de la investigación. “Y en el valor debe ir incluido también cuánto supone el mejorar la calidad de vida, el poder volver antes al trabajo o ser capaz de ser madre tras un cáncer”.

“Si seguimos el proceso de un cáncer desde el inicio, la innovación se ha producido en todas las fases: desde las técnicas de diagnóstico a las herramientas terapéuticas, tanto farmacológicas como quirúrgicas y radiológicas…” explica el doctor Alba. Y todo ello, añade, “reduciendo toxicidades y con la vista puesta en la calidad de vida”.

Es un aspecto clave: se trata no solo de sobrevivir al cáncer, sino de hacerlo con calidad de vida, “un concepto del que se habla mucho, pero que es difícil de medir”, advierte el doctor López. “Desde mi propia experiencia, sí veo que la calidad de vida del paciente oncológico ha mejorado muchísimo. Antes, apenas había pacientes que estuviesen en tratamiento y pudieran trabajar; ese número es hoy cada vez mayor4, lo que nos lleva a pensar que ahora se encuentran mejor. Nuestro objetivo debería ser que los pacientes se reintegren a la sociedad con las mínimas secuelas y la máxima funcionalidad”.

Tratamientos más eficaces y menos tóxicos

Al objetivo de recuperar la vida normal ayuda extraordinariamente la medicina de precisión, es decir, el dar el mejor tratamiento a cada paciente concreto. Destaca el doctor Alba: “Para ello, el diagnóstico preciso es clave: si antes teníamos el nombre del tumor, ahora toca irle poniendo apellidos. Y, a partir de esos apellidos, elegir qué tratamiento dar o cuál no dar. La plataforma genómica de cáncer de mama nos ha permitido saber que un 50% de las pacientes no necesitan quimioterapia. Se pueden conseguir los mismos resultados, pero con menos fármacos y con menos toxicidad”.

Tras ese diagnóstico preciso, obtenido a partir de las características genéticas de cada tumor, vienen las innovaciones terapéuticas. Por ejemplo, el cáncer microcítico de Juan se está tratando con inmunoterapia, cuyos resultados de supervivencia y su perfil de toxicidad son más favorables que la quimioterapia convencional.

Y no es solo la inmunoterapia; la terapia con anticuerpos conjugados, por ejemplo, es una forma innovadora de luchar contra diferentes tipos de cáncer que ayuda a que la quimioterapia actúe de forma selectiva sobre las células tumorales. O incluso la biopsia líquida, que permite con una sencilla analítica confirmar o descartar la presencia en sangre de células tumorales y llevar un seguimiento del progreso de la patología y otros productos como el ADN para hacer un seguimiento estrecho del cáncer.

“La pequeña innovación es una hoja de ruta; la tenemos que ir haciendo cada día y no viendo un cambio de forma individual, sino en el tiempo y en el conjunto”, aclara el doctor López. “Pequeños avances sostenidos generan un gran avance”.

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