Debutar en Glastonbury y tocar con los Strokes: así recuerda Carlotta Cosials su mejor verano
La guitarrista y vocalista de Hinds recupera imágenes de un año que fue especial porque estuvo repleto de «primeras veces haciendo cosas importantes». En septiembre el grupo iniciará una gira para presentar su nuevo álbum, ‘The Prettiest Curse’.
Me paso un tercio del año esperando que llegue el 22 de diciembre para que los días vuelvan a ser paulatinamente más largos. El sol, como buen ser vivo que soy, es una de mis fuentes de energía favoritas, da igual dónde me encuentre. Incluso cuando es demasiado abrasador trato de no quejarme porque sé que tarde o temprano lo echaré de menos.
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Me paso un tercio del año esperando que llegue el 22 de diciembre para que los días vuelvan a ser paulatinamente más largos. El sol, como buen ser vivo que soy, es una de mis fuentes de energía favoritas, da igual dónde me encuentre. Incluso cuando es demasiado abrasador trato de no quejarme porque sé que tarde o temprano lo echaré de menos.
Cuando empezamos con Hinds los veranos se convirtieron en algo diferente. Ya no eran un sinónimo de vacaciones y desde luego no se parecían en nada a esos eternos tres meses que son cuando eres una cría. Se convirtieron en viajar, en conocer costumbres, personas diferentes; en festivales, aeropuertos, barro y lluvia; en dormir poco, en aventuras a diario, pizza fría, en no saber volver a donde duermes esa noche, conciertos, conciertos, conciertos, maletas con ropa sucia y constantes ganas de meternos en cualquier tipo de agua, si pudiera ser salada mejor que mejor.
De entre todo el repertorio de veranos me he atrevido a elegir solo uno: el de 2015. Todos tienen algo de especial, no ha sido una elección fácil. Me da envidia de veras la gente que es capaz de decir «aquel fue el mejor verano de mi vida» porque no tengo una respuesta tan automática. Pero 2015 parece un buen candidato por estar repleto de «primeras veces haciendo cosas importantes». No creo que los logros o cumplir metas deban ser definitorios para que tu verano sea mejor o peor, pero sí creo que hacer algo por primera vez nos marca muchísimo en general a todas las personas.
Una de esas cosas fue que tocamos en uno de los escenarios principales del festival de Glastonbury. Todavía, a día de hoy, sigue siendo el aplauso final más largo que hemos recibido nunca. Lo recuerdo como cuatro chavalinas superpequeñitas para lo grande que era la propia superficie del escenario, con solo cuatro canciones publicadas y todo el resto desconocidas. Y lo recuerdo como si nos escucharan con emoción y curiosidad en la misma proporción, como si el público inglés de algún modo fuese consciente de lo que significaba aquella primera vez. Nos dieron un aplauso final muy cerrado como si nos quisieran hacer sentir bienvenidas y nos quisieran demostrar su cariño y su aceptación. Como tocamos un jueves y nos gusta la fiesta más que a un pajarillo su nido, nos quedamos durmiendo en tiendas de campaña el resto del festival pasándolas canutas con tanta tormenta y las botas de agua atrapándonos en cada charco de barro.
Todo lo contrario que nuestro querido Benicàssim. Tantos años asistiendo como fibers y duchándonos en biquini mientras bebíamos cerveza caliente, con las mejillas quemadas y sombreros de paja de propaganda deformados; tantos años haciendo a pie el camino hasta el Mercadona de la ciudad con barras de pan, lonchas de queso y estúpidas bolsas de hielos. Era imposible que nos decepcionase acudir en condición de artistas.
Ese año también tocamos en Hong Kong y con los Strokes por primera vez en Londres, lo que significó el comienzo de una preciosa historia de amistad. Volábamos casi a diario a cualquier lugar de Europa, a festivales de todo tipo, hasta que en septiembre nos embarcamos en nuestra primera gran gira estadounidense que duraría hasta bien adentrado el frío.
Podría parecer que ahora ya no es lo mismo porque uno no llega a los sitios con los mismos ojos de ilusión. Pero detrás de la novedad llegan las buenas costumbres que da gusto repetir, como echar una partida de cartas Ade y yo en la zona común de artistas para luego más tarde hacer trampas de magia con un código secreto, o parar en todos los lagos existentes a menos de 10 minutos de desvío en cualquier carretera en la que estuviésemos para bañarnos. O llegar a casa y beberme un buen vaso de agua del grifo y que su sabor me confirme que estoy en casa. Por su parte, tiene pinta de que este verano va a ser recordado por todos, para bien o para mal. Si fuera para bien, estupendo, pero si de pronto crees que te vas a enfrentar al peor verano de tu vida, solo recordarte que aún estás a tiempo de mirarlo con otros ojos. Yo, desde luego, me muero de la curiosidad. El primer verano de la nueva normalidad. ¿Qué nos deparará? No lo sé, pero escribo esto sonriendo.