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Sybilla sobre vestir a Marisa Paredes: “Entendí que un vestido no puede competir con una mujer así”

Mito de la moda española, la diseñadora de cabecera de Marisa Paredes, recuerda cómo fue su relación creativa con la actriz

Marisa Paredes en los Goya 2018.GABRIEL BOUYS (AFP via Getty Images)

Vestir a una mujer no es solo una cuestión de tela, costura o diseño. Es un acto íntimo, casi ceremonial, en el que intentas capturar su esencia, su historia, el momento que vive. Y con Marisa, ese viaje fue un privilegio. Cuando la conocí, estaba en sus cuarenta. Una edad en la que el cuerpo aún recuerda la frescura de la juventud, pero los ojos ya llevan la profundidad de la experiencia. Diseñar para ella en aquella época era como dialogar con una fuerza en su plenitud. Cada vestido buscaba acompañarla en esa mezcla de certeza y misterio, en ese equilibrio entre el magnetismo y curiosidad, adentrándose en una nueva etapa, creando una nueva versión de sí misma.

En sus cincuenta, la presencia de Marisa se volvió más contundente. Había en ella una autoridad que no necesitaba palabras, una luz que no pedía permiso para entrar en una habitación. Fue entonces cuando entendí que un vestido no puede competir con una mujer así. No se trata de adornarla, sino de crear un espacio donde su energía pueda expandirse sin límites. Fue una lección de humildad para mí como diseñadora, el atuendo como un susurro, no un grito.

En 2001, en la 15 edición de los Premios Goya, con un característico vestido-capa.Carlos Alvarez / GETTY IMAGES

A sus sesenta, Marisa empezó a caminar con la serenidad que dan los años bien vividos. Ya no había urgencia, no había dudas. Había verdad. La moda, para ella, dejaba de ser una declaración para convertirse en una celebración. Diseñar para una mujer que ha aprendido a amarse a sí misma, que entiende su belleza y sus matices, es el mayor regalo que puedes recibir. Yo me esforzaba, no por embellecerla, porque ella no lo necesitaba, sino por acompañarla, por honrar su tiempo.

En sus setenta, Marisa era más que una actriz, más que una musa. Era un monumento a lo vivido, un testimonio de todo lo que una mujer puede ser. Vestirla entonces era como vestir un atardecer, no buscas transformarlo, solo enmarcarlo, para que todos puedan contemplar su esplendor.

Paredes recibió el Goya de Honor en 2018 con un vestido de seda forrada en oro viejo. Juan Naharro Gimenez / GETTY IMAGES

He aprendido tanto en este camino… Pienso que cada década trae consigo una lección distinta: los cuarenta enseñan sobre la fuerza, los cincuenta sobre la confianza, los sesenta sobre la libertad, los setenta sobre la sabiduría… Vestir a una mujer a lo largo de los años es como escuchar su historia en capítulos. Te convierte, como diseñadora, en una especie de cronista silenciosa, testigo de su transformación y su permanencia.

Con Marisa disfruté haciendo una moda que no tiene que ver con tendencias, sino con el alma. He aprendido que vestir a una mujer es honrar quién es, dónde ha estado y hacia dónde va. Y que el paso del tiempo no resta belleza, sino que la multiplica, la llena de capas, de profundidad, de significado. Cuando pienso en ella y en todas las mujeres que he tenido el privilegio de vestir, me doy cuenta de que no diseñé para ellas, diseñé con ellas, aprendiendo de cada arruga, de cada risa, de cada desafío. Porque la moda para mí, no se trata solo de cubrir el cuerpo, sino de revelar el espíritu, de vestir su luz, y Marisa era una estrella que nos iluminaba. Llevaba mis vestidos como llevaba la vida, con verdad, con pasión, con un arte que no se aprende porque nace de dentro, y no paraba de sorprender y de inspirar. Vestirla nunca fue un trabajo, fue un regalo.

Dos diseños de p-v 1992, en una fotografía de Javier Vallhonrat.Javier Vallhonrat / CORTESÍA DE SYBILLA
Sybilla diseñó el vestido con el que Becky del Páramo interpreta Piensa en mí en Tacones lejanos (1991).Alamy Stock / CORDON PRESS

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