3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Finanzas islámicas, un camino factible y necesario

Con la Agenda 2030 en la cuerda floja, la justicia social a través de la inclusión financiera de comunidades musulmanas podría ser un elemento clave para reducir la pobreza y la desigualdad

Imagen del Banco Islámico de Gran Bretaña, en la calle Edgware Road de Londres en 2009.Alamy Stock Photo

Tras ocho años de la firma de la Agenda 2030, una vez sobrepasado el ecuador, el progreso hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no es el adecuado. De hecho, Naciones Unidas declaró en 2022 que “la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible está en grave peligro”. Partiendo de esta base, resulta de extrema urgencia acelerar el progreso, para lo cual es vital identificar los factores clave que nos conduzcan a ello.

A este respecto, hay un amplio consenso en identificar las finanzas como fundamentales, no solo en la financiación directa de la totalidad de la Agenda, sino en especial en reducir drásticamente los niveles de pobreza y desigualdad. En este sentido, la inclusión financiera, definida como el acceso al sistema financiero, está directamente ligada a la reducción de la pobreza desde un punto de vista multidimensional, así lo explica John Kuada, profesor en la universidad de Aalborg (Dinamarca).

No obstante, en la actualidad se estima que un total de 2.500 millones de adultos no hacen uso de servicios financieros a lo largo del mundo. Una investigación publicada en la revista The Singapore Economic Review en el 2020 reveló que este hecho es especialmente grave en el mundo islámico, donde “muchas personas optan por la exclusión financiera voluntaria debido a sus creencias religiosas”. Teniendo en cuenta, además, que el 50% de la gente en situación de pobreza extrema vive en estos países, resulta crucial dar con una solución capaz de revertir esta realidad. Para ello, un modelo financiero alineado con la doctrina islámica y los principios de la sostenibilidad es indispensable.

Ante este colosal reto, las denominadas finanzas islámicas podrían suponer la solución ideal. Este modelo de finanzas, basado en la doctrina del islam, tiene la justicia social como fin último, y su característica principal es el cumplimiento de la ley islámica o sharía. De acuerdo con estos preceptos, determinadas actividades de la banca occidental tradicional, como el pago de intereses o el exceso de incertidumbre en las operaciones, no son factibles.

Sin embargo, la gran duda que puede surgir respecto a la compatibilidad del mencionado modelo con la Agenda, se basa en la situación de gran desigualdad que sufren muchas mujeres en determinados países musulmanes. En este respecto, es de vital importancia subrayar la distinción entre lo que es la doctrina islámica en sí, “que considera a ambos géneros iguales” y la politización islamista, la cual no es más que una de las muchas interpretaciones de la doctrina, como resalta la investigadora Ziba Mir-Hosseini. De hecho, cabe destacar la existencia de grupos étnicos tradicionalmente matrilineales como los indonesios Minangkabau o los malasios Adat Perpaith, que practican a su vez la fe islámica. La práctica de una cultura matrilineal, en paralelo a la práctica de una fe discriminatoria con respecto al género femenino de raíz, es incompatible, lo que demuestra que la fe islámica, per se, no es discriminatoria. Es más, existen movimientos de feminismo islámico como el Musawah malasio, que refuerzan la noción anterior.

Con base en todo lo mencionado, y al hecho de que las finanzas islámicas tienen como fin último la justicia social, se concluye que este modelo de finanzas está perfectamente alineado con la Agenda 2030. Es más, Naciones Unidas explicó en 2019 que los instrumentos financieros islámicos “promueven el desarrollo socialmente responsable y vinculan el crecimiento económico y el bienestar social”. Teniendo en cuenta, además, el contexto de pobreza extrema y exclusión financiera en países musulmanes, la expansión y el conocimiento y entendimiento de las finanzas islámicas resulta extremadamente necesario. Gracias a esto, se acelerará en el progreso de consecución de los ODS, particularmente en el ODS 1 (Fin de la pobreza), y el ODS 10 (Reducir la desigualdad en y entre países). Adicionalmente, cabe destacar que es preciso incluir la perspectiva medioambiental en este modelo. De esta forma, se englobarán las tres patas de la sostenibilidad: crecimiento económico, inclusión social y protección del medioambiente.

Usando estrategias como la del Banco Central de Malasia o el Ministerio de Finanzas de Indonesia de referencia, la forma óptima de implantar las finanzas islámicas consistiría en desarrollar, por un lado, una estrategia de inclusión financiera construida sobre dos ejes. En primer lugar, un plan de alfabetización financiera gratuito que tenga como objetivo llegar al mayor número de personas. Este plan capacitará a los más necesitados para tomar decisiones financieras adecuadas, lo cual es extremadamente importante de cara a hacer buen uso de los recursos disponibles.

En segundo lugar, es vital crear un entorno adecuado para el establecimiento de instituciones de microfinanciación, lo que incluye un marco legal que las ayude y proteja. Estas instituciones han demostrado su gran capacidad a la hora de ofrecer servicios financieros a las personas en situación de pobreza, además de empoderar económicamente a las mujeres, lo que resulta de especial interés en determinados países musulmanes. En tercer lugar, el incremento en la oferta de sukuk (bonos islámicos) verdes movilizará cantidades ingentes de dinero para financiar proyectos que defiendan el planeta, lo que integra innegablemente la perspectiva medioambiental de la sostenibilidad. Buen ejemplo de ello son los sukuk verdes soberanos, creados en Indonesia en 2018 y 2019, que canalizaron más de 1.800 millones de euros en inversiones de proyectos de mitigación y adaptación al cambio climático.

Volviendo al principio, tras sobrepasar el ecuador del plazo para alcanzar los ODS, los expertos no auguran el mejor de los escenarios una vez acabe este. Por tanto, es necesario, ahora más que nunca, ponerse manos a la obra y comprometerse con la Agenda. La inclusión financiera es una de las claves para reducir la pobreza y la desigualdad, latentes especialmente en el mundo islámico. Para atajar este problema es necesario dejar los prejuicios a un lado y abordar el tema empleando herramientas que ya existen y han demostrado ser efectivas. La expansión, conocimiento y entendimiento de las finanzas islámicas son claves en este sentido, y están llamadas a allanar el camino al fin de la pobreza y la desigualdad, así como a ayudar a revertir la desigualdad de género existente en muchas partes del mundo.


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