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Siete historias de solidaridad en Moldavia

La guerra en Ucrania ha tenido un impacto social y económico en los países que acogieron a los refugiados. Muchos de los ciudadanos de los países de acogida, aunque también los propios refugiados, han querido ayudar voluntariamente en este primer año

Elisa Bernal Arellano / Acción contra el Hambre
Ruslana Stepanova, una refugiada ucrania de Odesa, fotografiada en Chisinau, Moldavia, con su hijo Vova Stepanov, dentro del Centro Dignidad. Llegaron a Moldavia el 2 de marzo de 2022, después de que comenzara la guerra. Recuerda que, mientras intentaba cruzar la frontera, tuvo que esperar con su hijo en una larga cola de más de 1.500 personas. Quiere que la guerra termine y pide paz al mundo. ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Ruslana vino con su hermana, que ahora está de vuelta en Odesa, pero está volviendo a replantearse si cruzar la frontera para huir del país nuevamente. Rompe a llorar mientras cuenta que está muy preocupada por todas las personas que se quedan en Ucrania, las que están muriendo. Teme por su hijo de 22 años, que tuvo que permanecer en el país debido a la ley marcial y acaba de recibir la invitación para unirse al ejército ucranio.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Elena Novikova, refugiada ucrania originaria de Cherkasy, en el centro de Ucrania, tiene 75 años y posa para una foto en Chisinau, la capital de Moldavia. Vive en un centro comunitario con otros refugiados ucranios (sobre todo, mujeres con sus hijos) y comunidades vulnerables. Duerme en una habitación llena de camas con otras personas. Para la fotografía, se sienta en la única cocina del centro, sosteniendo tres rosas rojas oscuras que luego le dará a Marina, una refugiada ucrania de Odesa que dirige el lugar. El 22 de febrero de 2022, Elena estaba en Moldavia por un viaje de negocios. Mientras estaba allí, comenzó el conflicto en Ucrania, no pudo regresar y tuvo que quedarse. Más de un año después, sigue allí. Lo ha perdido todo. La guerra hundió su negocio y la covid le arrebató a su marido. ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Elena tenía una hija a la que cinco años antes de la guerra había salvado del cáncer gracias a una campaña de micromecenazgo con la que recibió suficiente dinero para un tratamiento. En abril de 2022, dos misiles impactaron en un edificio cerca del apartamento donde su hija vivía en Ucrania. Desde entonces, Elena no sabe nada de ella. La madre asume que está muerta. Debido al trauma, quedó casi ciega. Tiene una discapacidad visual grave y apenas vislumbra nada. “Me estoy acostumbrando a no ver”. El mismo mes que perdió a su hija, una compatriota ucrania dio a luz a un bebé en el centro donde vive Elena, quien acude cada semana al Centro de Dignidad, un proyecto gestionado por Refugee Support Europe y apoyado por Acción contra el Hambre y Moldova for Peace, para obtener alimentos de forma gratuita y llevárselos a la madre y al niño, que ahora tiene 10 meses. También lleva dulces para los niños que viven en las mismas instalaciones. Elena sonríe constantemente, y se ríe cuando es ayudada para comer porque no puede ver. A pesar de las circunstancias, concluye: “Espero que pronto todos los cielos del mundo tengan paz“.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Aurelia Istratii es una mujer moldava del distrito de Stefan Voda. Ha estado viviendo durante los últimos seis años con su esposo en Palanca, trabajando para un centro que apoya a niños y niñas de familias moldavas vulnerables, dándoles comidas calientes y un espacio para hacer sus deberes. Cuando comenzó la guerra en Ucrania el 24 de febrero de 2022, el centro se convirtió en un refugio y un lugar para obtener comidas calientes para los más o menos 2.000 refugiados ucranios que cruzaban la frontera a través de Palanca todos los días. Aurelia comparte que no dudó ni un solo momento en apoyar a todas las personas necesitadas: sintió su dolor y trabajó muy duro todos los días, cocinando para proporcionarles comidas calientes. Durante el pico más alto de afluencia, Aurelia apenas dormía tres horas cada noche y trabajaba sin cesar para cocinar y apoyar a las refugiadas, principalmente mujeres con sus hijos e hijas, así como personas ancianas. Aurelia incluso cruzó la frontera y entró en Ucrania con otras colegas para proporcionar alimentos a miles de familias que esperaban en cola durante días para cruzar a Moldavia. "Estaban muy confundidos, no sabían nada sobre su futuro. Necesitaban comida, agua y refugio. Fue muy duro y muchos se estaban congelando". ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Acción contra el Hambre y su socio local Communitas comenzaron a apoyar la cocina en la que Aurelia es cocinera desde el principio y continúan haciéndolo desde entonces. Aurelia y esta cocina siguen apoyando a las personas refugiadas ucranias que llegan en autobuses de evacuación de Ucrania a Palanca, entre 30 y 40 al día. Aurelia dice que está lista en caso de que la afluencia de refugiados aumente debido al incremento de las hostilidades. Desea que haya más contacto entre las personas, la paz entre los países y resolver el conflicto con palabras, no con violencia. “En Moldavia tenemos suerte de que nuestros hijos e hijas no estén experimentando una guerra. Ni siquiera puedo acercarme a comprender ni sentir lo que es para las madres cuyos hijos y esposos todavía están en Ucrania, en la guerra”.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Brandt Wong, 31 años, de Seattle, EE UU, fotografiado en Chisinau, Moldavia, en el interior del Centro Dignidad de Acción contra el Hambre y Moldova for Peace. Es uno de los voluntarios que ayudan a cientos de refugiados ucranios a elegir y conseguir comida gratis cada día, tras inscribirse formalmente a través de una página web. ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Brandt dejó su casa en Estados Unidos en Navidad y voló 22 horas para llegar a Moldavia. Tras su primera experiencia como voluntario en la frontera entre México y EE UU, sintió la necesidad de seguir apoyando mediante el voluntariado y dejó su trabajo para trasladarse a este país y apoyar a los refugiados ucranios en el Centro Dignidad, donde acuden mensualmente unas 4.400 personas. ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Tatiana Bubrova, refugiada ucrania, mayor de 70 años, retratada frente al centro de distribución Acción contra el Hambre y Moldova for Peace en Balti, Moldavia. Tatiana vivía con su hija y su nieta de cuatro años en Irpin cuando comenzó la guerra el 24 de febrero de 2022. Irpin, que se encuentra a unos cinco kilómetros de Bucha, se convirtió en un campo de batalla durante la ofensiva sobre Kiev en 2022. Tatiana, su hija y su nieta salieron de Ucrania el 2 de marzo de 2022. “Fue aterrador. Escuchábamos los ataques mientras Kiev estaba siendo fuertemente bombardeada. Vivimos en el sótano durante cuatro días. No tuvimos más remedio que huir”. Aunque su hijo ha tenido que quedarse en Ucrania, Tatiana no contempla regresar, especialmente ante el incremento de hostilidades.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Tatiana, su hija y su nieta cruzaron a Moldavia a través de Otaci y llegaron al apartamento que habían encontrado en Balti. Al principio, Tatiana y su familia no tenían ningún apoyo, pero después de un par de semanas se enteraron por otros refugiados de que las organizaciones humanitarias estaban ofreciendo ayuda. Así fue como Tatiana supo del centro en Balti. No lo dudó y comenzó a trabajar como voluntaria para distribuir comidas y artículos de higiene a los refugiados ucranios: “Es natural para mí ayudar a otras personas”. Acción contra el Hambre la contrató y la familia vive actualmente en el edificio donde se encuentra el centro de distribución. Tatiana asegura que siente el impacto que su trabajo está teniendo en la vida de los refugiados. Muchas personas acuden regularmente, y nuevas personas están viniendo, lo que, para Tatiana, significa que están contentos con la ayuda y los artículos proporcionados. Tatiana cree que Moldavia es un país muy acogedor, inclusivo y cálido. “Con todo mi corazón, deseo que la guerra termine y que haya paz en el mundo”.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Alexandru Costinc, moldavo, 26 años, fotografiado en el centro de distribución de comida y kits de higiene Acción contra el Hambre y Moldova for Peace en Balti, Moldavia. Alexandru ha estado trabajando en el centro de distribución desde marzo de 2022. Comenzó como voluntario y en julio del año pasado la ONG lo contrató. Compagina este trabajo con otro que tenía antes del comienzo de la guerra en Ucrania como contable en una empresa.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Cuando comenzó la guerra, Alexandru vio en las noticias que tres ONG habían abierto centros de distribución en Balti y solicitaban voluntarios. Esto, combinado con el hecho de que estaba presenciando la llegada de muchas personas refugiadas ucranias a Balti, hizo que se decidiera a ayudar. No lo dudó, y así es como terminó en el centro de distribución. Alexandru vio a personas refugiadas esperando durante horas para obtener alimentos o productos de higiene, y sabía que al unirse al centro de distribución, sus esfuerzos tendrían un impacto en la vida de estas personas. El joven también está moderando un grupo en un canal de redes sociales de personas refugiadas ucranias en la ciudad. En este espacio, recibe preguntas y redirige a las personas al centro si es relevante. Asegura que tiene la intención de seguir ayudando a largo plazo.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Macsim Celpan, de cinco años (en el sofá), fotografiado con su madre, María Celpan, de 25. Macsim vive con su progenitora y su hermana Anisea en una casa muy pequeña en un pueblo de Volintiri, en el distrito de Stefan Voda, Moldavia. Macsim tiene parálisis cerebral infantil desde que nació. El padre, con quien la madre había vivido desde que tenía 17, los abandonó, vive en el extranjero y no apoya a la familia de ninguna manera. María tiene que ayudar a su hijo para moverse, ir al baño o comer. No puede trabajar y se queda en casa todos los días con él. Prepara su comida con una licuadora; de lo contrario, Macsim no puede tragar. María explica que Macsim usa muchos pañales todos los días. Además, como necesita tipos específicos de medicamentos que solo se pueden encontrar fuera de Moldavia, su madre va a la ciudad de Stefan Voda dos veces al año para pedirlos, lo que supone un coste total de 200 euros anuales, que es una cantidad muy difícil de asumir para una familia vulnerable. ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE
Desde que su hijo Macsim fue diagnosticado oficialmente con una discapacidad, María recibía mensualmente 140 euros del Estado moldavo. Hace dos meses, la familia comenzó a percibir 240 euros. María explica que la mayor parte de este dinero se gasta en necesidades de Macsim: pañales, alimentos y artículos de higiene. Su familia es una de las beneficiarias de un proyecto conjunto entre Acción contra el Hambre y el Ayuntamiento de Stefan Voda para apoyar a las familias moldavas más vulnerables. Les proporcionan alimentos y kits de higiene, así como apoyo psicosocial. María está tratando de ahorrar 25 euros cada mes por si Macsim empeora o tiene una crisis repentina. La situación de la familia se ha complicado desde el comienzo del conflicto en Ucrania. Dado que el precio del gas ha aumentado y es difícil para la familia comprarlo (cada mes tienen que pagar 35 euros por el gas), utilizan madera para calentar la casa. No tienen un baño adaptado, la familia defeca al aire libre y Macsim tiene que ser limpiado con una palangana. En un país que alcanza los 20 grados bajo cero, esta situación es un gran inconveniente y Macsim y Anisea se ponen enfermos con más frecuencia.ELISA BERNAL ARELLANO / ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE