En familia

Lo ocurrido en Valencia es desolador y nos ha recordado de golpe, en medio del narcisismo y la crispación, que somos seres vulnerables, que necesitamos cuidar y ser cuidados

Varias personas toman algo de comida entre la desolación, en Valencia, este viernes.BIEL ALINO (EFE)

Ya sé que el egoísmo y la brutalidad forman parte histórica de la condición humana. Si empezamos por Caín, podemos acabar a través de los siglos en Donald Trump y en todos los que quieren imponer la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda. Pero también es verdad que el ser humano ha dado ejemplos de hermandad y compasión. Junto a las llamas de la Santa Inquisición, vivieron santos que identificaban su creencia en Dios con la necesidad de dar de comer al hambriento. Junto a los partidarios del terror y la guillotina sin...

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Ya sé que el egoísmo y la brutalidad forman parte histórica de la condición humana. Si empezamos por Caín, podemos acabar a través de los siglos en Donald Trump y en todos los que quieren imponer la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda. Pero también es verdad que el ser humano ha dado ejemplos de hermandad y compasión. Junto a las llamas de la Santa Inquisición, vivieron santos que identificaban su creencia en Dios con la necesidad de dar de comer al hambriento. Junto a los partidarios del terror y la guillotina sin escrúpulos, hubo gente dispuesta a creer en palabras como libertad, igualdad y fraternidad. Cuando uno se mira al espejo con atención, puede descubrir en el brillo de los ojos un verdugo o un defensor, un déspota o un enemigo de la esclavitud. Por eso hay que tener tanto cuidado con uno mismo, escoger bien los zapatos con los que vamos a bailar la música de las fiestas.

Vivimos una época que, a través de la soledad y las pantallas de los móviles, potencia mucho el individualismo. La bondad hace el ridículo en los celebrados festejos del odio y el egoísmo. Está fuera de lugar cuando se trata de crisparlo todo. Pero a veces suena el teléfono, y pronuncia nuestro nombre una voz familiar, y dice padre, o hija, o nosotros, y pregunta ¿te has enterado?, y entonces queda fuera de lugar el corazón malo de la existencia. Nos interpela una desgracia ajena que también es la nuestra. Lo ocurrido en Valencia es desolador y nos ha recordado de golpe, en medio del narcisismo y la crispación, que somos seres vulnerables, que necesitamos cuidar y ser cuidados. Ya sé que ha habido malhechores dispuestos a aprovechar la situación asaltando casas y políticos fuera de lugar con sus estrategias llenas de fango. Pero el sentimiento compartido de dolor y solidaridad deberían hacernos recordar lo que significa formar una comunidad. Lo que significa la política, pan nuestro de cada día.

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