La Iglesia electoral

El documento presentado por el Episcopado mexicano a los candidatos habría encontrado mejor acomodo en el programa de gobierno de la oposición

Xóchitl Gálvez y el presidente del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera, durante la firma del compromiso por la paz, en Ciudad de México, el 11 de marzo.Sáshenka Gutiérrez (EFE)

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La Iglesia mexicana ha aprovechado estos días de campaña electoral para mostrar su preocupación por el clima de violencia que vive el país y ha cobijado bajo su manto a diversas organizaciones civiles y religiosas que han redactado 132 medidas en busca de un compromiso con ellas por parte de los candidatos electorales a la presidencia. Pero hay que hacer muchos equilibrios para pasar por neutral en periodo electoral. La Iglesia católica tiene 2000 años de diplomacia, es experta en decir sin decir, por eso puede afirmarse que en el documento presentado a los tres políticos los representantes de Dios en México no se han esmerado mucho. El solo hecho de hablar de “militarización” ya es mencionar la soga en casa del ahorcado. Esa sola palabra ha sido la bestia negra del mandato de Andrés Manuel López Obrador y una de las más utilizadas por la oposición en sus críticas sexenales. A nadie puede extrañar que la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, haya manifestado por escrito sus discrepancias por el diagnóstico de los obispos antes de firmar el documento.

Dicen quienes han redactado el compromiso para la paz que en el número de homicidios y desapariciones no están todos los que son; que se debe limitar la presencia de los militares en las tareas de seguridad pública; califican la corrupción de crónica y la impunidad de sistémica; “México se debate entre un modelo de gobernanza criminal y un modelo de gobernanza democrática que hasta la fecha ha sido incompleto y precario”, afirman, y rematan: “Nuestro tejido social está en un proceso de degradación acelerada”. Con independencia de que todo esto sea verdadero o falso, más que llamar a los candidatos para que lo firmen, el texto hubiera encontrado mejor acomodo en el programa electoral de la aspirante de la oposición, Xóchitl Gálvez.

Naturalmente, en los cuarteles de la candidata morenista no tardaron lo que canta un gallo en enviar un documento a la prensa con sus discrepancias hacia el redactado, donde recuerdan la sintonía del obradorismo con las ideas que guían al Papa Francisco. A pesar de todo, el texto en el que Sheinbaum expone sus reservas guarda un tono cortés, como dicta el primer mandamiento electoral: no enfrentarse con los católicos, que son muchos y obedecen a un solo Dios.

La Iglesia católica no presenta el mejor expediente en el mundo para erigirse como un agente de paz. También en América Latina ha estado aliada con los regímenes más brutales, sanguinarios y tenebrosos. Pero los religiosos suelen jugar su papel mediador en los procesos bélicos, lo mismo sea el conflicto de IRA en Irlanda, que con la banda terrorista ETA en España. Las sotanas siempre tienen su púlpito.

Tampoco puede ignorarse el excelente y sacrificado empeño que han mostrado los sacerdotes en algunos lugares por el bienestar de los pueblos oprimidos, de los pobres, de los marginados, especialmente en América Latina, México incluido, donde algunos han pagado con su vida la valentía de servir fielmente a su doctrina.

Que en México el nivel de violencia es intolerable no hay dios que pueda negarlo. Si son 100 como si son 80 el promedio diario de crímenes, algo hay que hacer para solucionar eso. Muchas de las críticas incluidas en ese informe que ha escocido en las filas morenistas son irrebatibles, prueba de ello es que la oposición empuja en el mismo sentido, a sabiendas de que están dando donde más rentabilidad de voto pueden sacar, lo que no anula su desazón legítima por la brutalidad que atraviesa el país, ni tampoco la de los curas. Pero no se puede pedir a candidatos que se pongan en pie de igualdad a solucionar el más grave de los problemas que tiene México con una redacción como esa.

Si de verdad querían que todos los aspirantes a la presidencia firmaran de mil amores un compromiso de paz para el país, tan necesario como perentorio, no más deberían haber afinado un poco la redacción del documento. O sea, echar mano de la admirable diplomacia vaticana para evitar que se revuelva el avispero. Sheinbaum ha sido cordial, después de todo. Falta que truene el presidente en el Palacio Nacional.

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