Ucrania busca reconducir la relación con Trump para salvar la ayuda de Estados Unidos
El presidente estadounidense mantiene la presión y exige a Zelenski que acepte ya un alto el fuego o se arriesgue a “luchar solo”
La debacle del viernes en el Despacho Oval ha abierto una crisis que está lejos de cerrarse. Ucrania intenta rescatar la relación con Estados Unidos, muy dañada, mientras la Administración de Donald Tru...
La debacle del viernes en el Despacho Oval ha abierto una crisis que está lejos de cerrarse. Ucrania intenta rescatar la relación con Estados Unidos, muy dañada, mientras la Administración de Donald Trump mantiene la presión, aún indignada por lo que considera que fue una actitud petulante de Volodímir Zelenski por intentar corregir las opiniones prorrusas del republicano y de su vicepresidente, J. D. Vance. Es una apuesta a todo o nada. En su reprimenda al ucranio, el viernes, el presidente de Estados Unidos lo dejó claro: o Kiev acepta un alto el fuego —equivalente, en estas condiciones, a una rendición— o tendrá que “luchar sola” y arriesgarse a desaparecer como país. Los dos saben que la ayuda que pueda llegar de Europa no basta.
Este sábado se lo reiteraba al ucranio el consejero de Seguridad Nacional de Trump, Mike Waltz, el hombre que le notificó el viernes que debía marcharse de la Casa Blanca: Zelenski “no se ha dado cuenta de que hay un nuevo sheriff en la ciudad. Este es un nuevo presidente, y estamos decididos a tomar una vía nueva para la paz”, sostuvo en declaraciones a la cadena Fox News.
A Trump, un antiguo propietario de casinos, le gustan las metáforas del mundo del juego. Con uno de esos símiles le ha dejado claro a Zelenski cómo ve su posición: tiene “malas cartas”, y sin los ases en la manga de Estados Unidos va a perder la partida muy rápido. Su visión del mundo, de lo que está sobre el tapete, es simple (y compartida por los dos grandes autócratas mundiales, el presidente ruso, Vladímir Putin, y el chino, Xi Jinping): las grandes potencias negocian entre sí, y los países pequeños —débiles por definición, en esta percepción— deben ajustarse a lo que los poderosos decidan. Si salen beneficiados, deben mostrarse agradecidos por la magnificencia del benefactor.
Ante la necesidad de restablecer los lazos, la presión sobre Zelenski crece. También desde sus socios. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, le ha pedido que tenga en cuenta el apoyo prestado por Washington. “He hablado por teléfono dos veces con Zelenski y le he dicho que tenemos que seguir juntos para alcanzar una paz duradera. (…) Le he dicho que tenemos que respetar lo que Trump ha hecho hasta ahora por Ucrania”.
Ese mensaje parece haber llegado a Zelenski. La instrucción del presidente a su equipo y a su Gobierno es evitar a toda costa caldear más el ambiente. “Hay que dejar la emociones a un lado y reconducir la situación con la cabeza fría”, explicó este sábado a EL PAÍS una fuente de la oficina del presidente ucranio. Kiev necesita a Washington para frenar a Moscú. Sin su apoyo militar, “las opciones de Ucrania para sobrevivir son muy bajas”, admitió en febrero el propio Zelenski. Esta dependencia es la que empuja al presidente ucranio a utilizar con pies de plomo los pocos cartuchos que le quedan para salvar la situación.
“Para nosotros es crítico tener el apoyo del presidente Trump”, manifestó este sábado el líder ucranio en un comunicado. “Él quiere terminar la guerra, pero nadie quiere más la paz que nosotros: somos nosotros los que la vivimos; es una batalla por nuestra libertad, por nuestra supervivencia”. Y volvió a deshacerse en agradecimientos por la asistencia prestada por el país norteamericano.
Antipatía mutua
En el caso del choque entre el republicano y el líder del país invadido hay otras agravantes. La antipatía de Trump y de Vance hacia Zelenski es cuestión de piel. Ambos perciben al ucranio como un peso ligero, un antiguo humorista que ha embaucado a Estados Unidos, que se puso del lado de la Administración demócrata de Joe Biden —uno de los reproches que le lanzó en el Despacho Oval— y que no tiene ninguna posibilidad de ganar la guerra. Es un factor considerable en contra de Zelenski: en su segundo mandato, el republicano se siente todopoderoso y no tiene ningún reparo en vengarse de aquellos que cree en su contra o a favor de su antiguo rival político.
Tampoco ayuda que el desdén sea, hasta cierto punto, correspondido. El ucranio considera que Trump vive en una “burbuja de desinformación” de propaganda rusa, y teme que le vaya a hacer perder la guerra.
Todo ello quedó escenificado en el rapapolvo del viernes. Trump increpó a su homólogo ante las cámaras —“¡estás jugando con la tercera guerra mundial!”— y le acusó de “no querer la paz”. Para la oposición demócrata, y para los aliados europeos, pudo ser un espectáculo bochornoso de abuso verbal contra el presidente de un país agredido. Para Trump y sus partidarios, una demostración ante los ojos del mundo de que Estados Unidos no se va a dejar volver a embaucar.
Justo tras finalizar la bronca, la delegación ucrania esperaba proseguir con las reuniones previstas. El presidente quería detallar a Trump por qué necesita que haya un alto el fuego, pero con unas garantías de defensa futuras comprometidas por parte de Washington. Algo a lo que el mandatario estadounidense se niega, al menos por ahora.
No solo eso: el equipo de Zelenski estaba dispuesto a firmar el acuerdo de cooperación económica que estaba previsto ratificar ese día y por el que Ucrania cedería el 50% de los futuros ingresos de sus recursos naturales, sobre todo minerales estratégicos. Pese a esta predisposición a mantener el diálogo, fueron conminados a irse de la Casa Blanca.
Zelenski ha insistido este sábado en que el pacto de los minerales sigue sobre la mesa, un mensaje de buena voluntad pese a que ha sido una imposición que ha tenido que aceptar en tan solo dos semanas de negociaciones y tras recibir insultos periódicos por parte de Trump.
Aún en caliente después de la regañina, altos cargos de la Administración estadounidense expresan sus dudas de que la relación, vital para Kiev, pueda repararse. Al menos, mientras Zelenski siga al frente del país. Apuntan, incluso, a la posibilidad de que el republicano ordene la cancelación del resto de la ayuda militar aprobada por Biden y que aún falta por entregar: munición y material para equipos antiaéreos, sobre todo. Descartado, de momento, el acuerdo para la explotación conjunta de los recursos naturales ucranios que debía haber servido para vincular al Washington de Trump y a Kiev.
Trump, que pasa el fin de semana en su mansión privada de Mar-a-Lago, en Florida, dejó claro antes de salir de Washington que solo retomará el contacto con Zelenski si el ucranio “acepta la paz”. Otros en su Gobierno exigieron que el líder del país ocupado presente disculpas públicas por haber llevado la contraria a Vance en el intercambio que desencadenó la bronca, y por no haberse mostrado lo suficientemente agradecido hacia el presidente. En declaraciones a la cadena de televisión CNN, el secretario de Estado, Marco Rubio, declaró que “no había necesidad de llegar y mostrarse con tal antagonismo”.
Las opciones de revertir lo sucedido son mínimas, según comenta a este diario el diputado Dmitro Razumkov, antiguo hombre de confianza de Zelenski y expresidente de la Rada, el Parlamento ucranio: “Como suele decirse, no hay nada totalmente imposible, pero a veces hay cosas casi imposibles. Las relaciones entre Zelenski y Trump hoy son muy malas. Por desgracia, no veo una estrategia que pueda cambiar esta relación en el corto plazo”.
“Honestamente, no sé cómo puede reconstruirse la relación entre Zelenski y Trump, tampoco sé qué sucederá en los próximos días”, valora con pesimismo Mikola Bielieskov, experto del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de Ucrania, un organismo dependiente de la presidencia. “Pero lo que es seguro es que Europa debe desarrollar ya un plan b de apoyo a Ucrania”.
También Petro Poroshenko, expresidente de Ucrania y rival político de Zelenski, ha afirmado este sábado que confía en que el mandatario tenga “un plan b” porque hay un serio riesgo de perder los suministros militares estadounidenses. Europa, ha añadido, puede ser clave para que ambas partes “regresen a la mesa de negociación”.
Razumkov, que actualmente encabeza un grupo interparlamentario llamado Política Inteligente, en el que hay una mayoría de diputados de Servidor del Pueblo, el partido de Zelenski, subraya que hay que encontrar alternativas: “Tenemos que poner en marcha opciones diferentes de trabajo, una salida a la crisis sin hablar de las relaciones de dos políticos, sino de dos Estados”. Su idea es que sea una unión de partidos en la Rada la que tome el protagonismo en las negociaciones con Estados Unidos: “Hay otras salidas que no deben basarse en personas, sino en países y en el futuro”.