Hasta Bruselas llegó cierto olor a Madrid: lo de la candidata Teresa Ribera
En la comparecencia de la candidata española a la Comisión Europea se habló de ataques al campo, se lanzaron mensajes negacionistas con el cambio climático y hasta se escuchó el nombre de José Luis Ábalos
A la comparecencia de este martes en el Parlamento Europeo la llamaron supermartes. El “hearing of the Comissioner designate Teresa Ribera”, señalaban los carteles repartidos por los pasillos del edificio bruselense, con una foto de la aspirante con cara de que no se le ocurre mejor plan que ocupar el cargo al que se presenta: vicepresidenta ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva y Comisaria de...
A la comparecencia de este martes en el Parlamento Europeo la llamaron supermartes. El “hearing of the Comissioner designate Teresa Ribera”, señalaban los carteles repartidos por los pasillos del edificio bruselense, con una foto de la aspirante con cara de que no se le ocurre mejor plan que ocupar el cargo al que se presenta: vicepresidenta ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva y Comisaria de Competencia y Transición Verde. A ver qué tarjeta de visita aguanta todo esto.
Antes de su intervención, que duró tres horas y en la que alternó inglés y castellano, nos habían advertido de que el ambiente estaba enrarecido, que la polarización y el ruido, eso de lo que parecía vacunado Bruselas, ya no lo está. Que el resultado de las elecciones europeas celebradas en junio de 2024 ha traído consigo un Parlamento fragmentado, mucho más complejo. Que aquí la estrategia, los pactos y los intereses también importan, como en cualquier reality show que se precie.
“Aquí están más preocupados por [Donald] Trump que por [Carlos] Mazón”, nos contaron desde el equipo del Parlamento Europeo. “¿Cuántas preguntas va a haber por la dana y cuántas por Trump, el coche eléctrico o China?”, añadieron. En definitiva, más Google que la Confederación Hidrográfica del Júcar. Y puede que suene cierto, que lo que ocurre en la capital europea tiene otro relato, que hay preocupación por la descarbonización, la resiliencia hídrica, un pacto industrial europeo y el objetivo de cero emisiones netas para 2050. Pero al otro lado del océano, quien ha ganado las elecciones grita “drill, baby, drill” (taladra, baby, taladra) y tiene muy poco interés en saber si el vidrio va o no en una bolsa de basura de color amarillo.
A eso de las dos de la tarde, en la puerta del restaurante Ginette, donde en una de sus mesas comía Rocío Monasterio, alguien del equipo de comunicación de Alberto Núñez Feijóo dijo que con (esta) Ribera no. Que no se puede consentir incluir en el Gobierno de Ursula von der Leyen a una persona cuya gestión “puede tener implicaciones penales en la gestión de la dana”.
Y tras cierto caos y mucha confusión, algunos de los periodistas que viajaron desde Madrid se preguntaban para qué habían venido a Bruselas si la cosa pintaba igual que en la carrera de San Jerónimo. Hasta que en una de las salas de reuniones del Parlamento ―todo minimalista, pasarelas, cristaleras enormes, moqueta con infinitas posibilidades de ácaros, poco sostenible aquello―, otro miembro del equipo del Parlamento Europeo se convirtió en Enalapril, medicamento prescrito para bajar la tensión arterial. “Me extrañaría mucho que no pasase. Daría una imagen pésima de Europa, teniendo enfrente a un Trump que aún no ha tomado posesión de su cargo, pero que ya está haciendo nombramientos”, dijo.
Y todo parecía una supertarde de un supermartes hasta que aparecieron, rodeados de sus equipos, la popular Dolors Montserrat, el socialista Javier López y el eurodiputado por Vox Jorge Buxadé, a contarnos las razones de su apoyo o su bloqueo. Un motivo para la esperanza que estas tres siglas compartan oxígeno de la misma habitación. El tono empezó algo institucional, solemne, pero enseguida se vieron las costuras de lo que sucedió después. Una Dolors Montserrat que enseguida dejó claro que el orden de las intervenciones en la reunión iba “de más a menos [representación parlamentaria], como el hearing”, dejando claro que la candidata propuesta le gusta más bien poco y le parece asunto menor. Tiró de name-dropping y a la presidenta de la Comisión Europea la llamó “Ursula”. Fenomenal. De Ribera dice que tiene un currículo que incluye “la criminalización del sector primario”, y una visión de las cosas repleta de “sectarismo ideológico”. Un tono que trasladó luego a su intervención, aunque esta vez con gafas de ver.
Javier López, con cierto gesto de hartazgo, comparó la comparecencia con “una partida de ping-pong” y con “Factor X” y visualmente con un “examen”. Para que luego digan que en Bruselas el lenguaje es cosa de tecnócratas. Y llegó Buxadé, que estaba deseando hablar porque dejó claro que el objetivo de sus compañeros de mesa ―y, por tanto, de sus partidos― era “quedar bien”; cuando él y su formación tienen clarísimo, desde hace tiempo, el no a Ribera. De ahí que considerase que dar su voto a Ribera les convierte en “cómplices del Gobierno criminal”. También trasladó ese tono a la comparecencia. Muchas risas cuando dijo que a él todo esto le huele a paripé, y que lo de retrasar los nombramientos de este martes por parte de socialistas y populares es “tonight, pero tomorrow we’ll see”.
Fue una comparecencia en la que Ribera escuchó a gente preguntar en voz muy alta, donde los presidentes de las comisiones mandaron callar y pidieron respeto cuando tocaba, donde se habló de los ataques al campo, se lanzaron mensajes negacionistas con el cambio climático y se escuchó el nombre de José Luis Ábalos. Hasta Bruselas llegó el olor a Madrid. We’ll see.