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La historia de seis pintoras que dejaron huella

A pesar de los obstáculos, algunas mujeres con mucha determinación o apoyo familiar lograron resaltar en la pintura. Recopilamos aquí cuadros de algunas de esas mujeres

'Autorretrato con Bernardo Campi' (1559), de SOFONISBA ANGUISSOLA (1525-1625). Según cuenta Katy Hessel en su libro 'Historia del arte sin hombres', el padre de la italiana Sofonisba Anguissola decidió saltarse las normas sociales y enviarla como aprendiz al taller de un pintor local. Ocupó el puesto más prestigioso en la Corte española y fue admirada por Miguel Ángel. En este cuadro, nuestra mirada se encuentra con Bernardino Campi, uno de sus primeros maestros. Parece que es él quien controla la imagen de Sofonisba y quien controla el pincel, pero si lo observamos con detenimiento vemos que es ella quien domina toda la composición. Ocupa el doble de espacio que su maestro, y lo representa pintando el adorno de su chaqueta (una tarea que a menudo se asigna a un aprendiz). Y si nos fijamos bien, en realidad, es la mano de Anguissola la que guía el pincel de su maestro por el lienzo. Una obra ingeniosa que evita las convenciones del género.The Picture Art Collection (Alamy Stock Photo/Cordon Press) (Alamy Stock Photo)
'Naturaleza muerta con jarrón de flores, copas y conchas' (1612), CLARA PEETERS (1594-1657). En el siglo XVII, los bodegones se consideraban un género adecuado para las mujeres, ya que no suponían una amenaza para los artistas masculinos, más interesados en temas “importantes” como la mitología o la religión. La pintora flamenca Clara Peeters, que fue la primera mujer a la que el Prado dedicó una exposición individual, llegó a dominar el bodegón con un estilo muy distintivo. Pintaba objetos como copas, jarrones y platos; y alimentos como frutas, verduras o pescado, de aspecto delicioso. Pero, si se mira más de cerca, muchos de los objetos revelan pequeños reflejos en los que la pintora realizaba pequeños autorretratos. En este cuadro el ojo del espectador se conduce hasta la copa de la derecha en la que Peeters dejó una extraordinaria colección de imágenes reflejadas en las que se representa a sí misma. Peter Horree (Alamy /Cordon Press) (Alamy Stock Photo)
'Judit matando a Holofernes' (1620), ARTEMISIA GENTILESCHI (1593-1656). En vida se convirtió en una de las figuras más importantes de la pintura barroca. En 1611, cuando trabajaba en el estudio, la italiana Gentileschi fue violada por un artista amigo de su padre. A pesar de que Artemisia ganó el juicio, el agresor evitó el castigo gracias a la protección del Papa. Judit matando a Holofernes, de cuando tenía 19 años, narra la historia del Antiguo Testamento sobre el asesinato de Holofernes por parte de Judit y su criada. Si comparamos la obra de Artemisia con la versión de Caravaggio, de alrededor de 1600, uno no puede dejar de notar que, en su pintura, Judit aparece pasiva y Holofernes, poderoso. En cambio, en el cuadro de Gentileschi, Judit y su criada (que en la historia original tenían un mero rol vigilante) son las protagonistas. Gran parte de la obra de Gentileschi trata de mujeres que buscan vengarse, pero no hay ningún ejemplo en el que aparezcan como víctimas. Leemage (Getty Images) (Corbis via Getty Images)
'Marie Josephine Charlotte de Val d´Ognes' (1801), de MARIE-DENISE VILLERS (1774-1821). Ocupó la portada del número de ARTnews en el que se publicó el ensayo '¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?', de Linda Nochlin. El Museo Metropolitano la compró por 200.000 dólares cuando se creía que el autor era Jacques-Louis David, uno de los artistas masculinos más importantes del neoclasicismo. En 1947, un conservador empezó a cuestionar su procedencia, hasta que finalmente se confirmó que la obra era en realidad de Constance Charpentier (1767-1849). No faltó algún crítico que posteriormente observó en el cuadro “ciertas debilidades de las que un pintor del calibre de David no habría sido culpable”. En los años setenta, la pintura se convirtió en un icono del feminismo y en 1996, el cuadro volvió a cambiar de atribución, esta vez a una artista todavía más desconocida: Marie-Denise Villers.IanDagnall Computing (Alamy/Cordon Press) (Alamy Stock Photo)
'Las Odaliscas' (1900), JACQUELINE MARVAL (1866-1932). Marval llegó a París con 29 años, después de dejar a su marido. Se instaló en Montparnasse y empezó a trabajar en su obra. Tenía tan poco dinero que a veces utilizaba sábanas en lugar de lienzos. Su gran oportunidad llegó en 1903 cuando logró exponer una docena de cuadros en el Salón de los Independientes. Uno de ellos era 'Las Odaliscas', una monumental escena de burdel (un tema tradicionalmente reservado para los artistas masculinos) con cuatro desafiantes figuras femeninas semidesnudas y desnudas, y una sirviente vestida. El escritor Guillaume Apollinaire aseguró que se trataba de “una obra importante para la pintura moderna”. Trece años después, el cuadro se expuso junto a 'Las señoritas de Avignon', de su amigo Pablo Picasso, en el Salón de Antín. Era la presentación ante el público de una de las obras maestras del pintor malagueño, cuya composición es sorprendentemente similar a la de la pintura de Marval. Svintage Archive (Alamy /Cordon Press) (Alamy Stock Photo)
'Autorretrato, sexto aniversario de boda' (1906), PAULA MODERSOHN-BECKER (1876-1907). Se escapó a París después de haber estudiado en escuelas tradicionales de Londres y Berlín. En la capital francesa pudo estudiar dibujo a partir del desnudo, así como las obras del Museo Louvre. Destacan sus autorretratos que presentan a una mujer que se regocija en su independencia. En esta obra está desnuda de cintura para arriba, se retrata con un collar de cuentas, y apoya sus manos sobre un vientre abultado y redondo. No estaba embarazada, su intención era representar su nueva vida floreciendo. Se cree que fue la primera mujer en el arte occidental que se autorretrató con el cuerpo semidesnudo. Heritage Images (Getty Images) (Getty Images)