Una modernidad elocuente, frágil, inacabada
La exposición dedicada a Gabriel Casas i Galobardes, destacado fotógrafo de los años 30, revela la esforzada metáfora histórica de aquellos años mitificados
La exposición internacional de 1929 en Barcelona, en la colina de Montjuïc y sus aledaños que vieron alzarse los pabellones y la carcasa del hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña, es considerada el súmmum de la modernidad en estas tierras. Uno de sus más notables fotógrafos fue Gabriel Casas i Galobardes (Barcelona 1892-1973), a quien la Fundació Palau, en Caldes d’Estrach, dedica una estupenda exposición de su obra entre 1929 y 1936. Comisariada por Julià Guillamon, la expo y su catálogo tienen diversas virtudes, siendo una de las no menores poner sobre la mesa de la Historia hasta qué punto...
La exposición internacional de 1929 en Barcelona, en la colina de Montjuïc y sus aledaños que vieron alzarse los pabellones y la carcasa del hoy Museo Nacional de Arte de Cataluña, es considerada el súmmum de la modernidad en estas tierras. Uno de sus más notables fotógrafos fue Gabriel Casas i Galobardes (Barcelona 1892-1973), a quien la Fundació Palau, en Caldes d’Estrach, dedica una estupenda exposición de su obra entre 1929 y 1936. Comisariada por Julià Guillamon, la expo y su catálogo tienen diversas virtudes, siendo una de las no menores poner sobre la mesa de la Historia hasta qué punto aquella modernidad fue frágil, y no sólo como consecuencia de la guerra del 36.
Al entrar ves a una gran foto de Casas de los modernísimos maniquís de la sección francesa del Palau de l’Art Tèxtil y, como fuera su espejo, una gran foto inglesa del veloz coche de carreras Golden Arrow, La Flecha de Oro, una de las sensaciones de la feria. Pero del coche llegó solo el chasis y la carrocería: el motor se quedó en Inglaterra. Este simulacro de coche aerodinámico como gran atracción del evento internacional, revelado ya entonces por el semanario El Be Negre, se convierte así en icono de aquella modernidad que resultaría de quiero y no puedo, que hizo lo posible por existir pero solo logró (y alguien pensará que no es poca cosa) ser un mito perdurable hasta hoy mismo. Quienes estén interesados en acercarse a una modernidad menos emblemática, y más palpable en sus intentos y logros, encontrarán aquí un diálogo abierto.
Un Golden Arrow sin motor, solo con el carrocería y el chasis, fue la estrella de la Exposición de 1929
Las pesquisas de Guillamon y el diseño de Albert Planas permiten ese diálogo en detalle. Núria Casas i Formiguera ha puesto a su disposición el material de su padre que complementa el del Archivo Nacional de Catalunya, al que donó su legado hace unos años. Se ha trabajado a partir de sus placas de vidrio (con las que operaban los fotógrafos antes de la cámara analógica de rodete), placas que cuando se amplían a lo grande revelan un montón de detalles desapercibidos en las copias hasta ahora conocidas y publicadas en la prensa del momento, o en otras exposiciones dedicadas a Casas. Las grandes imágenes, sin enmarcar y a sangre, sin paspartú, sobre las paredes azul eléctrico, envuelven al visitante en un mundo atrevidamente visual.
A Casas se le ha considerado fotoperiodista documental, fotógrafo de la ciudad moderna, vanguardista visual, pero, advierte Guillamon “en reivindicaciones del lenguaje fotográfico y basta, con poco contexto cultural, a pesar del periodismo o después del periodismo, cuando la obra llega a un archivo y se convierte en tema de estudio de los especialistas en la historia de la fotografía y su estética”. El contexto periodístico, cultural y visual de Casas en estos años es precisamente la perspectiva que aporta este periodista y crítico cultural de larga trayectoria, escritor e investigador de la prensa y la cultura de los años 30 pasados, con notable dedicación a la catalana en paralelo a la internacional. “Podemos valorar mucho la revista Imatges, en la que Casas fue motor, pero solo duró 25 números, del 11 de junio al 25 de noviembre de 1930, mientras que su referente, la francesa Vu, duró doce años, hasta mayo de 1940. Y el circuito de Terramar, tan fotografiado por él, se inauguró en 1923 y quebró de inmediato, mientras que el italiano de Monza, de la misma época, ha sido remodelado diversas veces y sigue en activo”, incide Guillamon. Modernidad que se quiso audaz pero al cabo fallida, frágil, inacabada. Aunque elocuente.
Las imágenes de Casas se acompañan de referencias precisas y de escritos de sus coetáneos: Sagarra, Bontempelli, Alberti, Pirandello, Genet… También de objetos: un Bugatti infantil de gasolina (se hicieron unos 500 y algunos se vendieron en Barcelona), un traje de baño y un vitral del meublé de Madame Petit de la calle Arc del Teatre conservado por el Museu d’Història de la Ciutat.
El contexto periodístico, cultural y visual de Casas alimenta la tesis y el montaje de la muestra
Pasen y disfruten, no se pierdan el catálogo. Hay futbolistas, boxeadores, coches, los primeros rótulos luminosos (de Chocolates Juncosa), anuncios, bares, periodistas y escritores (Sagarra, Planas, Irene Polo, Rosa M. Arquimbau, Soldevila, Sempronio, Pujols, Pla, Paco Madrid…), ilustradores, estrellas del music-hall (Joséphine Baker) y del cine (Buster Keaton), gente en la playa de Sitges, turistas, travestidos del Chino y este barrio fotografiado de noche como en un film del poético cine francés de entonces. El barrio que inspiró a Genet, que en su turno inspiró a Fassbinder. Ah, y un ejemplar de Vida privada de Sagarra dedicado por el autor a Pompeu Fabra, quien a su vez señala en sus páginas todas las palabras sagarrianas que no salen en su diccionario.
Mercè Ibarz es escritora y crítica cultural