España, Francia e Italia lideran el impulso de la Unión para el Mediterráneo ante el conflicto en Gaza

Un documento al que ha tenido acceso EL PAÍS recoge las claves de una reforma con la que los 43 países de la región pretenden reforzar su alianza

Celebración del 9º Foro Regional de la Unión para el Mediterráneo, el pasado octubre en Barcelona.Quique García (EFE)

La única organización intergubernamental que reúne a los 27 países de la Unión Europea y a otros 16 del Mediterráneo meridional y oriental quiere más influencia y presupuesto. Francia, España, Italia, Croacia, Chipre, Grecia, Malta, Portugal y Eslovenia presentaron el pasado mes de septiembre una propuesta para reformar la Unión para el Mediterráneo (UpM) y dotarla de más poder, visibilidad y medios. El documento interno al que ha tenido acceso EL PAÍS mantiene que esta organización, que promueve el diálogo y la coop...

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La única organización intergubernamental que reúne a los 27 países de la Unión Europea y a otros 16 del Mediterráneo meridional y oriental quiere más influencia y presupuesto. Francia, España, Italia, Croacia, Chipre, Grecia, Malta, Portugal y Eslovenia presentaron el pasado mes de septiembre una propuesta para reformar la Unión para el Mediterráneo (UpM) y dotarla de más poder, visibilidad y medios. El documento interno al que ha tenido acceso EL PAÍS mantiene que esta organización, que promueve el diálogo y la cooperación entre las dos orillas, es “única” e “inestimable”, pero no se aprovecha “en todo su potencial, a pesar de la magnitud de los retos regionales”. Las turbulencias fuerzan el cambio.

Los impulsores de la reforma mantienen que el conflicto en Gaza y las tensiones en Oriente Próximo colocan al Mediterráneo frente “amenazas y retos sin precedentes”. El preámbulo de la propuesta es una declaración de intenciones y un reconocimiento de las limitaciones de una alianza que se formalizó en 2008, pero cuyos orígenes se remontan a la Conferencia de Barcelona de 1995: “El conflicto en curso en Gaza, combinado con las operaciones militares en otras partes de Oriente Próximo y las graves amenazas de escalada regional, han aumentado los riesgos para la Asociación Euromediterránea en su conjunto, mientras que la confianza mutua, la comunicación, el diálogo político y la cooperación sectorial se han visto seriamente afectados”. El contexto regional, añade, “es un recordatorio de que una gobernanza comprometida a largo plazo es más importante que nunca”.

Este no es un movimiento aislado. El impulso político que se pretende dar a una organización, con más peso institucional que influencia real, coincide con la creación de una cartera específica en la Comisión Europea para ocuparse del Mediterráneo. La croata Dubravka Šuica tiene la misión de forjar una agenda en una región que, según dijo la presidenta Ursula von der Leyen el pasado julio, “debe tener una atención prioritaria”. El Mediterráneo, una parcela de agua insignificante para buena parte del mundo, es la única región que baña tres continentes y acoge tres grandes religiones. Es además la frontera más desigual del mundo.

La alianza mediterránea nunca ha sido fácil y la relación de Israel con sus vecinos árabes ha sacudido en varias ocasiones la agenda de sus miembros hasta forzar la suspensión de sus cumbres. Su papel también ha sido insuficiente en la resolución de conflictos. “A la UpM le ha faltado dinero, le ha faltado auctoritas, reconocimiento y también coordinación con la Unión Europea y la Unión Africana”, explica Andrés Perelló, director de Casa Mediterráneo, un consorcio de diplomacia pública de los seis con los que cuenta el Ministerio de Asuntos Exteriores. “La UpM debe aspirar a ser una pequeña ONU regional, un instrumento de gobernanza internacional que pueda incluso evitar guerras o lograr procesos de paz”, reflexiona Perelló, quien celebra el impulso que se avecina.

Conscientes de las debilidades, los Estados que integran la UpM llevan desde 2022 inmersos en debates sobre cómo fortalecer la organización. De esos debates surge esta propuesta de los países mediterráneos de la UE para lograr un refuerzo de la alianza “ambicioso y a largo plazo”. Los socios parten de la misma base y se proponen actualizar sus prioridades estratégicas, que han ido evolucionando desde que en 2017 se diseñó su última hoja de ruta. La agenda del Mediterráneo no se entiende ya sin el desafío de los flujos migratorios, el cambio climático, la lucha contra la escasez de agua, un desarrollo costero sostenible, los retos de la inteligencia artificial o la cooperación de las universidades de toda la región. Los planes incluyen también ganar participación y visibilidad en instituciones como las Naciones Unidas y en los principales eventos internacionales y nacionales con una dimensión mediterránea, como la COP sobre el clima.

Por último, el documento propone aumentar el presupuesto de la Secretaría de la UpM y apoyar y cofinanciar “proyectos regionales emblemáticos”, aumentando las contribuciones financieras voluntarias de los Estados miembros y de la Comisión Europea.

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