La memoria literaria de César Vallejo como desayuno

La inauguración de la ruta Mapa Literario de César Vallejo rinde tributo al escritor peruano, una de las voces mayores de la poesía del siglo XX

Interior del cafér-estaurante El Rincón de Vallejo, en Trujillo (Perú).

“Ya va a venir el día, ponte el alma”, dice un conocido verso del poema Los desgraciados, del peruano César Vallejo, autor que revolucionó la forma, el fondo y el sentimiento de la expresión poética, considerada una de las voces más innovadoras del siglo XX. Su figura y su obra, tan actuales dadas las circunstancias (“Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos…”), se han visto por fin recompensadas en ...

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“Ya va a venir el día, ponte el alma”, dice un conocido verso del poema Los desgraciados, del peruano César Vallejo, autor que revolucionó la forma, el fondo y el sentimiento de la expresión poética, considerada una de las voces más innovadoras del siglo XX. Su figura y su obra, tan actuales dadas las circunstancias (“Hay un lugar que yo me sé / en este mundo, nada menos, / adonde nunca llegaremos…”), se han visto por fin recompensadas en Trujillo, capital del departamento de La Libertad, donde el pasado octubre se presentó el Mapa Literario de César Vallejo y una versión digital de libre descarga. Nunca es tarde para Vallejo, cuyo nombre atraviesa las escuelas de todo Perú.

Aunque nacido en Santiago de Chuco en 1892 (y fallecido en París en 1938), fue en Trujillo donde se formó. En 1910 ingresó en la Facultad de Letras, donde actualmente se encuentran las oficinas de la Universidad Nacional de Trujillo, estudios que abandonó por causas económicas hasta que años después pudo retomarlos. En el hotel El Arco vivió entre los años 1913 y 1917. Vallejo ocupó la habitación número 7 en el segundo piso. Desde la calle se ve su balcón, en cuya sombra uno lo imagina tenso, tirando en silencio del lenguaje, tallándolo. Sobrecoge pensar que pudo ser aquí donde escribiera poemas tan conmovedores como A mi hermano Miguel, cuyo final es un prodigio del género elegiaco: “Miguel, tú te escondiste / una noche de agosto, al alborear; / pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste… / Y tu gemelo corazón de esas tardes / extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya / cae sombra en el alma. / Oye, hermano, no tardes / en salir, ¿bueno? Puede inquietarse mamá”.

En la planta de abajo se halla el restaurante El Rincón de Vallejo, donde la gente se alimenta entre versos y fotografías del poeta. Es un local de cocina criolla norteña cuyo plato estrella en las mañanas es el Desayuno Vallejiano, algo que, en comparación con sus versos, no resulta vanguardista: chicharrón, morcilla, camote, yuca, mote, cebolla. “Ya va a venir el día, ponte el cuerpo”.

Vallejo fue profesor de primaria en el antiguo centro escolar de la calle de Varones, 241, actual Casa de la Identidad de La Libertad. Más tarde, en el colegio nacional San Juan ejerció de profesor del novelista indigenista Ciro Alegría, autor de El mundo es ancho y ajeno, que describió al poeta en sus memorias como “magro, cetrino, casi hierático, me pareció un árbol deshojado”.

En 1918 publica Los heraldos negros en Lima. El fallecimiento de su madre lo devuelve a Trujillo ese mismo año. En 1920 es acusado falsamente de iniciar un incendio en una casa y es encarcelado durante cuatro meses. Entre rejas empieza Trilce (publicado en 1922), poemario renovador y visionario. En la antigua Cárcel Central pasó detenido 112 días a la postre productivos. Hoy es el colegio Antonio Raimondi, del que se ve entrar y salir a los alumnos.

Emociona saber que desde uno de los balcones de Jirón Pizarro, 551, frente a la plazuela La Merced, cerca de la plaza de Armas, el 23 de septiembre de 1915 recitó su seminal poema Primaveral durante una celebración estudiantil: “¡Excelsa juventud! / ¡Jardín de oro! / ¡Palpitación de Amor! ¡Gloria de Oriente! / ¡Del ritmo celestial, eco sonoro! / ¡Tú que llevas un Sol en cada frente…!”, y que en la casona de Jirón Gamarra, 441, vivió Macedonio de la Torre, reconocido pintor integrante del Grupo Norte, a quien, el 10 de junio de 1917, Vallejo recitó por primera vez su poema Los heraldos negros: “Hay golpes en la vida, tan fuertes, yo no sé

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