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Los pueblos más bonitos de Alemania

De Baviera a la isla de Sylt, 25 pequeñas localidades con encanto medieval, a orillas de lagos y ríos o con casas pintadas

Es otra de las postales favoritas de la llamada Ruta Romántica (Romantische Strasse) a su paso por Baviera. El casco antiguo, pastoreado por la iglesia de San Jorge, está ceñido por murallas que se espejan en fosos anchos como lagos. Son varias las puertas monumentales que dan acceso al centro (Altstadt) y a la Marktplatz, flanqueada esta por casas góticas. Cada verano se celebra la Kinderzeche, una festiva reconstrucción de la rendición de la ciudad, en 1645, a las tropas suecas, durante la Guerra de los Treinta Años.Meinzahn (Baviera) (iStock)
Es tal vez el más seductor de los pueblos que se asoman al lago de Constanza, verdadero mar interior, bien pertrechado en sus márgenes de bellísimas poblaciones (la propia Constanza, que está enfrente, Lindau en la misma orilla alemana, o Bregenz en la austríaca...). El pueblo se recuesta en una ladera a la sombra del Castillo Viejo (Altes Schloss) y está rodeado de viñedos que gozan de una insolación privilegiada, mirando al sur. Hay otro Castillo Nuevo (Neues Schloss) levantado en el siglo XVIII como residencia de los Príncipes Obispos de Constanza. Desde Meersburg un barco lleva a Mainau, "la isla de las flores", uno de los enclaves más románticos de Alemania.Getty Images
Asomada al lago Tegern (Tegernsee) y arropada por los Alpes bávaros, esta diminuta población es una de las más pintorescas de la región. También una de las más concurridas, gracias a sus establecimientos termales. De historia milenaria, los turistas, aparte de curar sus dolencias tomando las aguas, pueden visitar la abadía benedictina, a orillas del lago, cuya primitiva fundación se remonta nada menos que al siglo VIII. El actual complejo abacial incluye el llamado Schloss Tagernsee, palacio de la familia real Wittelsbach (la del Rey loco), que aloja entre otras cosas una de las cervecerías más antiguas de Alemania.Egbert Krupp
Esta ciudad sajona de mediano tamaño está considerada como el mayor conjunto de casas de entramado de vigas de madera: unas 1.200 casas, levantadas muchas de ellas en la época de la Guerra de los Treinta Años; la llamad Ständerbau se considera la más antigua de este tipo en Alemania. Esos edificios, junto con el Ayuntamiento barroco, el castillo y la colegiata, con su tesoro catedralicio, merecieron ser declarados patrimonio mundial por la Unesco.Getty Images
Es otro de los clásicos, todo el mundo coincide: merece estar entre los primeros en el ranking de pueblos de postal. Pero no es pueblo, tuvo rango de ciudad libre imperial en la Edad Media. El río Kocher que la atraviesa, reflejando sus casas de entramado y sus tejados puntiagudos de pizarra, contribuye a la estampa romántica, gracias a sus puentes de piedra, alguno de ellos cubierto, al lametón de sus aguas a los cimientos mismos de los edificios y a un viejo molino (hoy museo). En la Marktplatz, la iglesia de St. Michael brinda su torre como balcón para unas vistas a ojo de pájaro. Del antiguo comercio de sal y costumbres de la región de Franconia da cuenta el Hällisch-Fränkisches Museum, una cita imprescindible.iStock
Perdida en las montañas del Harz, Wernigerode extiende sus calles adoquinadas y sus casas de picudos tejados rojizos a los pies de un castillo fantasioso, como de cuento; de origen medieval, ese bastión fue recreado a finales del siglo XIX con no poca imaginación. Pero la estampa más genuina (y repetida) es la de su Ayuntamiento gótico (en la foto), en la Marktplatz, con dos torretas afiladas que le dan aspecto de catedral laica. Delante de él se monta cada Adviento uno de los mercadillos navideños más coloristas.Michael Bader
Es una de las más llamativas poblaciones medievales, pues su muralla, con once torres y cinco puertas, dibuja un círculo perfecto. En su centro se alza la iglesia gótica de San Jorge, con un campanario que se llama Daniel, mide 90 metros de estatura y permite contemplar no solo el casco antiguo, sino también la campiña circundante, y hasta cien pueblos a la redonda. Nordlingen ocupa el centro de una hondonada, Ries, que fue causada por el choque de un meteorito de un kilómetro de diámetro; el Rieskrater Museum, alojado en una granja del siglo XV, permite conocer los pormenores del impacto, que arrasó todo rastro de vida en un radio de más de 160 kilómetros.Romantische Strasse e.V.
Es tal vez el pueblo más célebre y turístico del Rheingau, o región vinícola del Rin, que comienza en la cercana Wiesbaden. Típico de la región es el 'sekt' o vino espumoso. En Rüdesheim, el callejón Drosselgasse es un hervidero de tabernas y jocundos excursionistas que lo apuran como locos. No solo el 'sekt', también es típico el 'weinbrad', un brandy que se produce en la antigua destilería local Asbach, y sirve de relleno a unos bombones que se venden como rosquillas. Vale la pena hacer una escapada al cercano Kloster Eberbach, monasterio cisterciense donde hay un pequeño museo del vino y se realizan catas; además, es un lugar muy evocador, allí se filmaron algunas escenas de 'El nombre de la rosa'. En Rüdesheim puede uno embarcarse en el 'Goethe', barco de palas que hace la muy turística Ruta del Rin.Michael Zegers (AGE)
Ya el nombre (Bacharach: "ara de Baco") anuncia que estamos en una zona consagrada al vino, devoción que viene de tiempos romanos, sin ir más lejos. Son muy sonados los festivales de la vendimia que se celebran aquí cada otoño. Desde la muralla medieval se puede contemplar el Rin y avistar, a lo lejos, el célebre Pfalz (Pfalzgrafenstein), un escollo en mitad del río con una sólida torre ceñida por un muro a modo de castillo fantasma, o navío varado (se puede visitar el interior).Steiner (AGE)
Es uno de los pueblos más visitados de la Selva Negra. Y con razón. Parece un decorado de cuento, o de película: de hecho se han rodado algunas en sus calles, entre otras, 'Charlie y la fábrica de chocolate'. Callejas empedradas, casas de entramado visto, fuentes monumentales, puertas fortificadas, un Ayuntamiento barroco y un par de iglesias: todo ello girando en torno a la Marktplatz, cuyo espacio se disputan las flores y las mesas de las terrazas.Ralf Greiner
Es uno de los pueblos más pintorescos de la región vinícola del Mosela. Allí, al Festival de Música del Mosela se une el Festival de la Tierra y el Vino, a finales de verano. El río, escoltado por bancales y viñedos, traza una cerrada curva de ballesta, que vigila un castillo roquero, el Reichburg. Hay un telesilla para subir y contemplar la panorámica del río, los viñedos y los barcos que inician allí cruceros fluviales hasta Coblenza. Y mejor con un vaso de riesling en la mano.iStock
Suele ser el broche de oro a la Ruta Romántica (Romantische Strasse), y centro de operaciones no solo para visitar los castillos de Luis II de Baviera, sino también para el amplio abanico de actividades con que disfrutar la montaña (el cercano Tegelberg), lagos, ríos y deslumbrante naturaleza. Asomada al río Lech desde un zócalo rocoso, con los Alpes al fondo, las casas medievales y barrocas se cobijan a los pies del castillo de los príncipes obispos de Augsburgo (ahora museo de pintura) y el monasterio benedictino de St. Magnus (que aloja otro museo). La calle mayor (Reichenstrasse) mantiene el trazado de la Via Claudia Augusta romana, a cuya vera se alinean fuentes, iglesias y fachadas decoradas con pinturas en trampantojo. El claustro de St. Magnus acoge uno de los mercadillos navideños más pintorescos, con el castillo episcopal como telón de fondo.Füssen Tourismus
Cerca de la frontera con Austria, en el valle del río Isar, Mittenwald es uno de los pueblos más antiguos de Baviera. En la Tabula Peutingeriana (especie de mapa esquemático, en un pergamino medieval que copia un documento romano) aparece como una 'mansio' (venta) de la Via Claudia Augusta romana. En época medieval se la menciona como 'in media silva' (en mitad del bosque, que es lo que significa Mittenwald), y obtuvo derecho de mercado. Fue precisamente el comercio transalpino lo que dio riqueza a la población. Desde el siglo XVI, la fabricación de instrumentos musicales de cuerda (violines, violas, cellos) ha mantenido una pujanza que refleja un coqueto museo. Numerosas fachadas de casas y torres aparecen cubiertas por frescos de intenso colorido y suntuosa imaginación.Martin Kriner (Alpenwelt Karwendel)
Esta pequeña ciudad hanseática, a orillas del Báltico, guarda innegable parentesco con otras ciudades de la Liga Hanseática, merced a sus edificios góticos de ladrillo y los frondosos hastiales de sus fachadas. Pero tiene una singularidad: rezuma toda ella cierto aire sueco, en vestidos, insignias, tradiciones... Y es que fue conquistada por los suecos en la Guerra de los Treinta Años, y siguió bajo tutela sueca hasta 1903 (nota para melómanos: de aquí era uno de los conjurados en el asesinato de Gustavo III de Suecia en un baile de máscaras (1792), asunto que tomó Verdi para su ópera 'Un ballo in maschera', aunque luego la censura obligó a situar la acción...en Boston!). La espaciosa plaza mayor, con una fuente-templete renacentista, se halla flanqueada entre otros edificios por el Alte Schwede (viejo sueco), una de las casas burguesas más historiadas. Cuenta con tres iglesias de ladrillo que parecen catedrales, y que han tenido que ser profundamente restauradas tras la reciente reunificación alemana.Getty Images
St. Goarshausen (en la foto) y St. Goar son dos pueblos hermanados, y a la vez enfrentados, en sendas márgenes del Rin: St. Goar en la orilla izquierda y St. Goarhausen en la derecha. Ambos deben su nombre al monje irlandés Goar, que en el siglo VI llegó aquí para evangelizar paganos. Los cuales, una vez convertidos, se lo agradecieron nombrándole patrón de taberneros. O sea, que estamos en un enclave vinícola, con gran festival etílico-gastronómico en septiembre. A finales de ese mes el vino corre a raudales por ambas márgenes, mientras tiene lugar un espectáculo único de fuegos de artificio: El Rin en llamas. Desde las ruinas del castillo de Rheinfels, que domina el pueblo, se tienen vistas privilegiadas. St. Goarshausen extiende sus casas a los pies de otros dos castillo del siglo XIV, que parecen vigilarse uno al otro: los llaman Katz (gato) y Maus (ratón). Y algo de cierto hay en ello, pues ambos son fruto de rivalidades recaudatorias, una especie de doble fielato por navegar por el río. En el Maus se puede tomar un café y disfrutar de las vistas desde la terraza.Friedrich Gier (Romantischer Rhein Tourismus)
Metido entre montañas y bosques fragosos, partido por las aguas saltarinas del río Rur, este pequeño pueblo renano parece un decorado, o un escenario de cuento. En la cima de una colina vigila un castillo medieval, y a lo largo de las calles y cuestas empedradas las casas de entramado visto pugnan por asomarse a la corriente. Dos cosas hay que probar de forma obligada en este pueblo: las galletas Printen (con canela, gengibre y otras especias) y la mostaza local, que se fabrica aquí con cerca de veinte variedades.Giovanni Caruso (iStock)
Muchos habrán oído hablar de este pueblo por la célebre Pasión viviente que unos 2.000 vecinos escenifican cada diez años, desde 1634 y como ex voto por haberse librado de una peste. Al margen de ello, este pueblo enamora a primera vista. Porque eso es lo primero que salta a la vista: sus magníficas fachadas cubiertas de frescos llenos de colorido, imaginación y a veces de humor. Son las llamadas 'Lüftmalerei', bastantes comunes en toda la Alta Baviera. La cercanía de los Alpes, de las pistas de Garmisch-Partenkirchen, el palacio de Linderhof del Rey loco o el soberbio monasterio de Ettal convierten a Oberammergau en un enclave turístico de primera magnitud.AGE
Este pequeño pueblo del este de Baviera, muy cerca ya de la frontera austriaca, es desde la Edad Media uno de los centros de peregrinación más concurridos por los católicos. El Santuario de Gracia (Gnadenkapelle) aloja una imagen de la Virgen que, según una leyenda del siglo XV, resucitó a un niño de tres años. Siguiendo una tradición secular, el corazón de Luis II (el rey loco) reposa en una urna en esa capilla, al igual que los corazones de su padre y de su abuelo. La iglesia parroquial, de un gótico tardío, fue levantada para poder acoger a la afluencia cada vez mayor de peregrinos; además, a comienzos del siglo XX, se construyó una enorme Basílica en estilo neobarroco. Los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI acudieron en peregrinación en 1980 y 2006, respectivamente.Altötting Verkehrsbüro (Turismode de Alemania)
Esta pequeña ciudad de la Baja Sajonia, al pie de las montañas del Harz, atravesada por el río Gese, cuenta con numerosos edificios históricos, como el imponente Palacio Imperial, románico, el Ayuntamiento gótico y la iglesia de los santos Cosme y Damién en la Marktplatz, varias iglesias románicas y barrocas, casas gremiales y patricias de época renacentista... Pero fueron las vecinas minas de plata de Rammelsberg las que le valieron el título de patrimonio mundial, en 1992. Estas minas habían sido explotadas hasta solo cuatro años antes, es decir, hasta 1988.Goslar Marketing GmbH
Puede que muchos tengan en su mente una imagen propia de esta ciudad: una estampa fantástica, la del famoso cuento de los Hermanos Grimm El flautista de Hammelin, luego llevado al cine y al género musical (cuento cruel, por cierto, pues el mismo flautista que arrastró a las ratas invasoras, al no recibir la recompensa prometida, arrastró con su melodía a todos los niños de la ciudad, alejándolos para siempre). Lo cierto es que la imagen real de esta pequeña población sajona no desentona para nada del más fantasioso relato infantil. Nobles casas de entramado, mansiones renacentistas, callejuelas empedradas, una catedral y varias iglesias medievales... De mayo a septiembre, cada domingo a mediodía, casi un centenar de actores en traje de época reviven la partida de los niños.Loo Phyllis (DZT)
El pueblo de Keitum, en la isla de Sylt, frente a las costas danesas, es enterito una pieza de museo, como si le sacaran brillo cada mañana. Da cosa hasta respirar. Sus calles empedradas se abren paso entre jardines rematados por las que allí llaman "casas de capitán": son viviendas que marinos daneses y alemanes se hacían construir para su retiro. Algunas muy antiguas, con la fecha en el dintel; son de piedra, o entramado de madera y ladrillo, con techos de bálago que resisten bien las lluvias hasta unos treinta años. En la iglesia de St. Severin, del siglo XII y clon de las vecinas danesas, se celebran más conciertos de órgano que misas. Hay un museo que parece poca cosa por fuera, pero una vez dentro no se acaba nunca, de todo tiene: artilugios marinos, caza de ballenas, trajes, muebles y cachivaches de la vida isleña tradicional... No faltan las galerías de arte y tiendas de capricho. Un tentempié de sabor marinero o la merienda puede hacerse en la Kleine Teestube, un antiguo bunker de guerra recrecido con jardines y terrazas sobre el acantilado.Sabine Lubenow (AGE)
En la frontera misma con Polonia, Görlitz es la ciudad más oriental de Sajonia, y también de Alemania. De hecho, tras la Segunda Guerra Mundial la parte este, en la orilla derecha del río Neisse, pasó a pertenecer a Polonia (Zgorzelec es su nombre en polaco). La guerra, por fortuna, no produjo grandes daños en esta población, que cuenta con más de cuatro mil edificios catalogados; por ello es conocida como "la perla de la Baja Silesia". La iglesia gótica de San Pedro y San Pablo, cuyas torres se asoman a la orilla izquierda del río, es la más pintoresca, pero hay otras muy antiguas y valiosas, como la Frauenkirche o la catedral de Santiago, e incluso una monumental sinagoga.Turismo de Alemania
El río Sarre, afluente del Mosela, va en el ADN, y en el nombre, de Saarburg. Aunque no es este río que espeja su friso de casas lo más espectacular, sino un pequeño arroyuelo, el Leukbach, que forma una colosal cascada en pleno centro urbano. La historia de esta localidad comenzó hace mil años con la construcción del castillo, hoy en ruinas, que corona la colina. El carácter medieval se mantiene sobre todo gracias a las cuestas y a las casas de entramado visto. Desde cualquier rellano se ciernen los viñedos que producen el codiciado riesling que impera en la región.Thomas Stankiewicz (Getty Images)
En plena Ruta Romántica, este pequeño pueblo bávaro se recuesta en una ladera a los pies de una imponente fortaleza medieval de cuento de hadas, con torres y tejados puntiagudos de tonos bermejos, y que apenas sufrió daños por las guerras. El casco histórico reúne casas de vigas vistas, un puente de piedra sobre el río Wörnitz, una antigua sinagoga y un cementerio judío, entre otras muchas maravillas.Romantische Strasse e.V.