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La vida sigue en el Afganistán de los talibanes

Varias decenas de miles de personas han escapado al extranjero en los dos meses que han transcurrido de Emirato, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos han de hacer frente al nuevo régimen

Vista de una de las colinas de Kabul al atardecer, el 21 de septiembre. La capital de Afganistán ha multiplcado varias veces su población en las dos últimas décadas coincidiendo con los años de ocupación militar extranjera entre uno y otro periodo de dictadura talibán.Luis de Vega
Una de las calles del bazar Mandawi de Kabul, el 9 de octubre. Este gran zoco surte a comerciantes de toda la ciudad y de otras provincias del país.Luis de Vega
Imagen de una pintada sontra la proliferación de armas llevada a cabo en Kabul por el grupo ArtLords, que había realizado unos 2.000 grafitis en 23 de las 34 provincias del país con reivindicaciones de todo tipo, el 20 de septiembre. Con la llegada de los talibanes muchas de esas obras han sido tapadas.Luis de Vega
Una bandera casera del Emirato ondea sobre Kabul, el 5 de octubre. En las primeras semanas desde la instauración de la nueva autoridad, la anterior bandera tricolor ha sido casi desplazada por completo por la elegida por el movimiento talibán en la que aparece escrito negro sobre blanco "No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta".Luis de Vega
Un talibán procedente de la provincia de Wardak en la entrada de un edificio oficial en Kabul, el 20 de septiembre. Miles de guerrilleros siguen estos días desplegados en edificios oficiales y se encargan de controlar la seguridad en la capital de Afganistán. Cada vez son más los que lucen uniforme, pero el Emirato no ha aclarado si acabarán integrando las nuevas Fuerzas de Seguridad.Luis de Vega
Una mujer lanza un billete a un hombre que mendiga cerca del bazar Mandawi de Kabul, el 10 de octubre. Miles de personas, muchas de ellas amputadas de guerra, viven de lo que consiguen cada día en las calles de la capital.Luis de Vega
Niñas en un barrio próximo a la zona de Sarai Shamali de Kabul, el 20 de septiembre. El Emirato Islámico de Afganistán, como han bautizado los talibanes el Estado, podría ser arrastrado hacia la pobreza universal, con una tasa de afectados del 97% de la población, frente al 72% de meses anteriores, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).Luis de Vega
Control talibán a la entrada de la localidad de Zurmat, en la provincia afgana de Paktia, el 1 de octubre. En esta zona, los atentados, los asesinatos, los secuestros, las operaciones militares o el cobro de extorsiones han estado a la orden del día hasta hace escasas semanas. Los muertos se cuentan por cientos en ambos bandos y en casi todas las familias, en un goteo que dura cuatro décadas.Luis de Vega
Niños tratan de pasar por una calle en la que se ha vaciado una fosa séptica en un barrio próximo a la zona de Sarai Shamali de Kabul, el 20 de septiembre. La Unión Europea estima que 18 de los 40 millones de afganos necesitan ayuda humanitaria. Uno de los dilemas de la comunidad internacional ahora es cómo ayudar a esa población sin otorgar reconocimiento ni fondos económicos a las autoridades del Emirato.Luis de Vega
Una patrulla de talibanes en el distrito de Zurmat, en la provincia afgana de Paktia, el 1 de octubre. Cerca de esta pista asoman las vecinas montañas de Shahi-kot, enclave plagado de cuevas que nunca fue dominado por los soviéticos en los años ochenta. Un santuario yihadista en el que cientos de talibanes e integrantes de Al Qaeda murieron en la Operación Anaconda desarrollada por las tropas internacionales junto al ejército local en 2002. Algunos de los capturados con vida acabaron en la prisión estadounidense de Guantánamo.Luis de Vega
Caravana de coches camino de un acto en honor de los muertos en el bando talibán en Zurmat, el 1 de octubre. Al evento asistieron miles de seguidores del régimen del Emirato en una demostración de fuerza en el Afganistán rural.Luis de Vega
Un niño pide a los conductores que transcurren por la carretera que lleva de Jalalabad, en la provincia de Nangargar, hacia Kabul, el 18 de septiembre.Luis de Vega
Un drogadicto busca jeringuillas y otro material entre los desechos sanitarios de una bolsa de basura de un centro médico, el 20 de septiembre. Los talibanes han recuperado la tradición de llevar a cabo redadas de dorgadictos y trasladarlos, a veces a golpes, a un centro de Kabul para su ingreso.Luis de Vega
Un grupo de hombres a la espera de clientes en el mercado de aves de Kabul, el 10 de octubre. Callejones de casas de barro dominados por fabricantes de jaulas y negocios en los que se cierran tratos cara a cara en torno a gallinas, ocas, jilgueros, canarios, palomas y codornices.Luis de Vega
Un talibán compra una nueva funda para su pistola en el conocido como Busk Market de Kabul, que en los últimos días ha sido rebautizado como Bazar de los Muyahidines, que es como a partir de ahora va a ser conocido bajo el Emiratos Islámico de Afganistán, el 20 de septiembre.Luis de Vega
Varios talibanes se hacen fotos sobre el trampolin de una piscina en desuso de Kabul, el 5 de octubre. Muchos de estos guerrilleros han llegado por vez primera a la capital tras años combatiendo en zonas rurales del país.Luis de Vega
Una mujer elige telas en un tenderete instalado en la carretera que lleva de Jalalabad, en la provincia de Nangarhar, hacia Kabul, el 18 de septiembre. La vida transcurre con cierta normalidad en unas vías de comunicación que han mejorado en las dos últimas décadas coincidiendo con la ocupación militar por parte de tropas extranjeras.Luis de Vega
Varios yihadistas se saludan en un acto en honor de los muertos en el bando talibán en Zurmat, el 1 de octubre. Pese a lo multitudinario del festejo, no se ve ni una sola mujer entre los miles de asistentes. En el exterior de las carpas en las que intervienen algunos ministros talibanes esperan decenas de ollas enormes de arroz con cordero. Unos metros más allá, están aparcadas cientos de motos, principal medio de transporte de los talibanes en el Afganistán rural. Todo un símbolo.Luis de Vega
Los negocios, restaurantes y empresas iluminadas con neones dan a algunas calles del barrio kabulí de Shar-e-Nao un aspecto de urbe moderna que, pese a su reconstrucción en las dos últimas décadas, dista mucho del panorama que rodea a la mayoría de esta ciudad de unos seis millones de habitantes, el 9 de octubre.Luis de Vega
Un grupo de talibanes reza al caer la tarde mientras sus armas reposan en una cama en la que pasan en día en los jardines de la colina de Wazir Akbar Khan, el 5 de octubre. Se trata de un lugar en el que hasta la instauración del Emirato ondeaba la mayor bandera del país. Hoy ha sido retirada y el acceso a las miles de familias que acudían a pasear o a comer en pic-nic tienen prohibido el acceso.Luis de Vega
Vista al caer la noche desde la colina de Wazir Akbar Khan de Kabul, el 5 de octubre. La altura permite observar en medio de la oscuridad de la ciudad la iluminación de varios salones de boda. Su actividad sigue, pero ahora no está permitida la actuación de músicos en directo. Algo se mantiene apegado a la tradición afgana más allá de la llegada a poder de los talibanes: las mujeres y los hombres celebran las fiestas de matrimonio en el mismo edificio pero por separado.Luis de Vega
Un grupo de niños pide pan al cliente de una panadería, el 27 de septiembre. Los miles de establecimientos de este tipo en Kabul son un lugar habitual al que acuden mujeres y niños para pedir comida. Una pieza de pan cuesta unos 10 céntimos de euro y es la base de la alimentación de muchas personas.Luis de Vega