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Por qué estas 10 canciones (demasiado malas o demasiado buenas) casi arruinan la carrera de sus artistas

En algunos casos fue un tropiezo artístico. En otros, un logro tan grande que puso muy difícil que se superase. En esta lista hay letras sonrojantes, versiones imposibles y algún himno ya mitico. Y todos acabaron dando disgustos.

“Siempre he explicado la ruptura de los Eagles con dos palabras: 'Hotel California”, confesó el guitarrista y cantante Glenn Frey a 'The Independent' en 1992. “Ahora, más de diez años después, es fácil analizarlo en profundad, pero sigue reduciéndose a lo mismo”. Sí: una canción sublime también puede precipitar el fin de un grupo. 'Hotel California' era una balada perfecta, compleja, de letra misteriosa y con uno de los mejores solos de guitarra jamás grabados. Del álbum de igual título se han vendido 32 millones de copias. Pero como explicó el propio Frey (fallecido en 2016), el éxito del tema cambió las dinámicas internas de la banda. La desconfianza entre los miembros, la fobia a volver al estudio y el reto de componer otra canción –por lo menos– igual de buena dilataron tres años la creación del siguiente álbum (hasta 'Hotel California' habían entregado puntualmente uno por año). Y eso que tenían rendidas a las masas desde antes de aquella inolvidable pieza. 'The long run' (1979) sería su canto del cisne y, poco después, una ridícula disputa política (uno de sus componentes saludó con desprecio a un senador) y el agrio concierto posterior (en el que se amenazaban de muerte mientras tocaban canciones de amor) les condujo a la irremediable disolución.Getty Images
Quienes tuvieran uso de razón en los ochenta recordarán que, con solo un disco, a Terence Trent D'Arby llegó a comparársele con Prince. Tan ilusionantes eran los mimbres de aquel 'Introducing the hardline...' que fue nueve semanas número uno de ventas en el Reino Unido en 1987. Avezado cantante y compositor, multiinstrumentista y con buena planta, muy mal debía montárselo para que el siguiente álbum no aprovechara, cuando menos, el rebufo del primero. 'Neither fish nor flesh' supuso, en cambio, su epitafio. 'This side of love', único sencillo, sonaba demasiado a Prince. Y Prince ya había uno. Además, la atmósfera general era oscura, opaca y algo anticuada. Y así, este neoyorquino que había empezado a cantar como militar en Alemania y despuntado profesionalmente en el Reino Unido pasó del todo a la nada de un disco para otro. Publicó dos álbumes en los noventa, cordialmente ignorados por el público, y en 2001 cambió su nombre por el de Sananda Maitreya, bajo el que actualmente se autoedita desde Milán.Getty Images
¿A qué atenernos con Christina Aguilera? Nadie lo sabe exactamente. Tan pronto canta en inglés como en español, te hace un baladón, regurgita un tema disco, aparece convertida en dominátrix, en chica dura y sexualizada o en gran dama de la canción ligera. A veces pareciera que quiere ser Madonna; otras, Celine Dion. Solo los muy acérrimos discutirán su declive comercial y que este comenzó con su disco 'Bionic', tan futurista que en su momento pocos lo aplaudieron. El 'single' 'Not myself tonight' sonaba demasiado frío y lejano, y venía acompañado de un vídeo trufado de fustas, cadenas, látex y sexo lésbico, elementos ya trillados que causaban tedio, más que excitación. Aguilera desoyó las sugerencias de su discográfica y reclutó por su cuenta un heterogéneo equipo de compositores, productores y arreglistas que a ella le gustaban pero que poco tenían que ver con su música. 'Not myself tonight' no pasó del puesto 23 en la lista de ventas estadounidense, minucia para quien había logrado cinco números uno y 11 sencillos en el Top 10. El disco se quemó enseguida: no hubo gira, y solo cinco meses después tenía otro álbum en venta, la banda sonora de 'Burlesque'. Ese mismo 2010, Christina se divorció. Sus cifras, por ahora, no han levantado cabeza.Getty Images
En honor a la verdad: todas las canciones de '...Yes please!', no solo esta, constituyeron un absoluto desvarío. Pero como single de presentación, 'Stinkin´thinkin' fue la primera noticia que recibió el mundo del desastre perpetrado por esta banda británica, emblema del Sonido Mánchester de finales de los ochenta y principios de los noventa. Podría escribirse un libro entero sobre las surrealistas vicisitudes que rodearon a las sesiones y el lanzamiento del disco, pero, para resumir, diremos que el grupo fue enviado a registrarlo a Barbados para alejar a los inquietos hermanos Ryder (Shaun y Paul, cantante y bajista) de la heroína. Y que, al no encontrarla, se pasaron al crack. Y que, cuando se quedaron sin dinero para drogas, vendieron los muebles del estudio-casa de Eddy Grant. Y que regresaron a Inglaterra sin voces grabadas ni letras escritas. Y que Shaun extorsionó a su discográfica a cambio del máster (esta acabó desembolsando solo 50 libras para obtenerlo). Y que una ya de por sí semiarruinada Factory Records, que gastó lo que no tenía en el transatlántico periplo y necesitaba que el álbum fuese un pelotazo para amortizarlo, quebró al convertirse en un rotundo fiasco (en vez de rock, psicodelia y tintes de 'acid house', señas de identidad del combo, había pop hiperproducido y limpio con aires caribeños). Y al año siguiente, los Happy Mondays también.Getty Images
Sin duda, el bajón de popularidad de Status Quo en los ochenta se debió, sobre todo, a que no había sitio para un grupo de 'rock and roll' a la vieja usanza en la chispeante década de las hombreras y el 'synthpop'. Pero seguramente la decisión de grabar 'In the army now' aceleró su caída. ¿Qué se les pasó por la cabeza a Francis Rossi y Rick Parfitt, cabecillas de la banda, para querer hacer una versión de tan insípida y revenida canción (sí, ¡encima es una versión, original del dúo holandés Bolland & Bolland!) y con inexplicable temática militar? Nadie lo sabe. Puede que sintieran que una balada sintonizaría mejor con la melindrosa sensibilidad del momento. La firmaba Status Quo como podía haberla firmado cualquiera: el sello del grupo británico (su 'boogie' vacilón y saltarín) no asomaba por ninguna parte. Lo bueno del caso es que fue un éxito... Pero a partir de entonces enfilaron la cuesta abajo, pese a que el fervor histórico de sus paisanos los devolvió a la lista de ventas de vez en cuando.Getty Images
Imagina que eres un grupo de 'new wave' de segunda fila y te brindan la oportunidad de grabar una soberbia canción compuesta por Giorgio Moroder para la banda sonora de una película de Tom Cruise ('Top Gun'). Inevitablemente piensas que tu suerte ha cambiado. La de Berlin cambió, pero para mal. Cuando uno de los productores de la película encargó al músico y productor italiano, puntal de la música disco, un tema lento para las escenas románticas del filme, Moroder se sacó de la manga esta progresión de notas de bajo sintetizado insuperable. Ofrecida primero a The Motels, el propio Moroder se empeñó en que la grabasen Berlin, a quienes conocía porque les había producido antes otra canción. Y la versión de estos, con la melosa voz de Terri Nunn en primer término, fue la que quedó para la posteridad, la que ganó un Oscar y un Globo de Oro a la mejor canción y la que se incluyó en el disco de la película, durante cinco semanas el más vendido en Estados Unidos (por el contrario, el álbum de Berlin que la contenía, 'Count three and pray', fue un completo fracaso). Difícil de digerir para algunos miembros de Berlin, que habrían preferido obtener ese éxito con una canción compuesta por ellos. Otros, en cambio, como la cantante Nunn, estaban encantados. Las diferencias fueron irreconciliables y un año después el único Berlín que quedaba era el del Muro (y por poco tiempo).Getty Images
Esta declaración de amor a un futbolista (su pareja, Gerard Piqué), acabó siendo un gol en propia meta. Los seguidores de la colombiana ya estaban acostumbrados a sus sorprendentes bandazos: adoraban a la jovencita rockera de Barranquilla cuando asistieron pasmados a su transformación en diva latina de danza del vientre, metamorfosis culminada con éxito, todo hay que decirlo, en 'Hips don't lie', su dueto con Wyclef Jean, número uno de ventas en Estados Unidos en 2006. En 2017, 'Me enamoré' provocó sonrojos varios: por una parte estaba su portada, en la que aparecía encaramada al tronco de un árbol y que generó un aluvión de memes sarcásticos que excedían en valor artístico al diseño original. Aparte estaba la letra, en la que, sin pudor alguno, Shakira alternaba versos cargados de diminutivos para apuntalar la rima (“Mira qué cosa bonita, qué boca más redondita, me gusta esa barbita” o la no menos memorable: “Un mojito, dos mojitos, mira qué ojitos bonitos, me quedo otro ratito”) con declaraciones de amor que dejan sin palabras (“Contigo tendría 10 hijos”). El demoledor efecto era capaz de triturar cualquier reputación. Más recientemente ha colaborado con The Black Eyed Peas y cantado con Jennifer Lopez en la Super Bowl, y acaba de lanzar un 'single' en inglés de aires noventeros ('Don't wait up') que es lo mejor que ha hecho en 15 años. Pese a todo, y al menos en España, desde aquella canción a una gran parte de sus seguidores les cuesta volver a tomársela en serio.Getty Images
Con un marcado ritmo 'funk', este tema estuvo 12 semanas en el número uno de ventas en Estados Unidos. Pocas canciones tuvieron más éxito aquel año. ¿Cómo, entonces, frustró la trayectoria de este cantante de Los Ángeles llamado a ser el nuevo dios del 'r&b'? El 28 de marzo de 2013 se estrenó en YouTube la versión sin censurar del vídeo. En ella, interactuando con Thicke (y sus colaboradores Pharrell Williams y el rapero T.I.) aparecían varias modelos injustificadamente desnudas. El clip no hacía sino enfatizar la letra, que incluía versos como: “Él trató de domesticarte, pero eres un animal, nena, está en tu naturaleza, solo déjame liberarte. (…) Eres la perra más caliente del lugar”. 'The Guardian' la tildó como “la canción más controvertida de la década”. La actuación de Thicke junto a Miley Cyrus en los Video Music Awards de la MTV, lejos de enfriar la controversia, la avivó: durante el número Thicke y Cyrus simulaban un coito en el escenario. Fue la puntilla para Thicke en aquel 2013, fértil en reivindicaciones feministas. Desde entonces no levantó cabeza. Un año después, su esposa, la actriz Paula Patton —con quien estuvo unido 20 años—, le pidió el divorcio. Él intentó salvar la relación por todos los medios y le dedicó íntegramente en 2014 su disco 'Paula', que no solo resultó un fracaso comercial sino que fue recibido más como un acoso que como un homenaje. No ha vuelto a tener un álbum a la venta hasta este 2021. Y nadie se ha enterado.Getty Images
En un documental de Netflix, los pintarrajeados Twisted Sister relatan cómo les costó una década entera pasar de tocar en covachas y tabernáculos de medio pelo de Nueva York y alrededores a tener un primer disco en el mercado, lo que ocurrió en 1982. Con su debut no pasó gran cosa. Ni con su segundo. Pero el tercero, 'Stay hungry' (1984) convenció a las hordas metaleras y gracias a 'single's como 'We're not gonna take it' (que en sus conciertos en países de habla hispana traducen como “huevos con aceite”) o 'I wanna rock', se convirtió en un clásico del 'glam rock' ochentero. ¿Puede tirarse todo eso por la borda por culpa de un 'single' mal escogido? La respuesta es sí. No se comprende cómo Dee Snider, el jerarca de la banda, decidió recrear 'Leader of the pack,' de The Shangri-Las, uno de los muchos grupos de chicas que producía en cadena la industria del pop a comienzos de los sesenta. Y hete aquí a los fieros rockeros, apóstoles de la juerga y los coros cerveceros, adaptando este dramón adolescente en el que una jovencita se enamora del chico malo de la pandilla, con epílogo de accidente de moto mortal. No eran estos los Twisted Sister que los 'heavies' habían comprado. Publicaron todavía un álbum más en los ochenta, y ya no retomaron su carrera discográfica hasta los 2000, en sellos independientes y con giras nostálgicas.Getty Images
La década dorada de Madonna, Cyndi Lauper, Prince y Michael Jackson también lo fue para muchos músicos de rock que, renovados con floridos teclados, laca suficiente como para agujerear la capa de ozono y pomposos vídeos, se hicieron un hueco preferente en la programación de MTV. Squier, quien después de muchos tumbos por diferentes bandas había debutado como solista en 1980, cumplía todos los requisitos. 'Rock me tonite' no era un mal tema; tampoco brillante, pese a la producción del insigne Jim Steinman (estrecho colaborador de Meat Loaf). Con más sintetizadores que guitarras, podía gustar a un público masivo y poco exigente. El problema llegó con el vídeo. Encomendada su dirección a Kenny Ortega, famoso años después por 'High School Musical', el clip era una fantasía cursi que presentaba al músico bailando en una habitación vestido de rosa y blanco como si fuera a impartir una clase de aeróbic. El libro 'I want my MTV' dedica un capítulo completo al desatino, que describe como “el peor vídeo de todos los tiempos”. El 'shock' en la audiencia fue instantáneo y la popularidad del músico se desmoronó de inmediato. Sus siguientes discos, de menguante repercusión (y eso que en el siguiente, 'Enough is enough', participaba Freddie Mercury), fueron espaciándose en el tiempo, hasta que en 1998 se despidió de los estudios de grabación con su último álbum hasta la fecha, 'Happy blue'.Getty Images