¡La belleza!

No todo son ventajas para la gente bella; en algunos casos la armonía de sus rasgos provoca en la persona que los observa parálisis e, incluso, ganas de huir

La actriz Kira Miró, en Madrid, el pasado mayo. Jesus Briones (GTRES)

La belleza abruma e intimida, esto es una certeza, como cuando estás fregando y abres el grifo sabiendo que irremediablemente el chorro irá directo a la cuchara (la última vez que fregué, la cuchara estaba en la encimera y el chorro hizo un doble looping).

Como decía, no todo son ventajas para la gente bella; en algunos casos la armonía de sus rasgos provoca en la persona que los observa parálisis e, incluso, ganas de huir. ¿No les sucede que cuando aparece en televisión Albert Rivera se apoderan de ustedes un...

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La belleza abruma e intimida, esto es una certeza, como cuando estás fregando y abres el grifo sabiendo que irremediablemente el chorro irá directo a la cuchara (la última vez que fregué, la cuchara estaba en la encimera y el chorro hizo un doble looping).

Como decía, no todo son ventajas para la gente bella; en algunos casos la armonía de sus rasgos provoca en la persona que los observa parálisis e, incluso, ganas de huir. ¿No les sucede que cuando aparece en televisión Albert Rivera se apoderan de ustedes unas ganas irrefrenables de cambiar de canal? Pues ya saben a qué se debe.

El otro día grabé con la actriz Kira Miró un episodio de la segunda temporada de Capítulo 0, la serie que perpetro con mi compinche Ernesto Sevilla para Movistar (la dirige él, por cierto, y a mí me parece bien porque mientras hace esto pues no hace otras cosas).

Una de las escenas en cuestión era de amor. La acotación del guion rezaba lo siguiente: “La cortina ondea mecida por el viento. El eco de un saxofón se cuela sinuoso por la ventana. Nuestros protagonistas, presos de una pasión irrefrenable, clavan sus pupilas el uno en el otro y se funden en un abrazo apasionado. Fundido a negro”.

Mentiría si dijera que salió bien a la primera, repetimos unas 37 veces la toma (toma arriba, toma abajo). No quiero señalar culpables (son vicisitudes propias de un rodaje), pero mi partenaire se mostró inquieta. En el instante más romántico, cuando se supone que debíamos mirarnos fijamente, ella dirigía sus ojos hacia el techo. Se lo hice saber y aunque me aseguró que no hacía tal cosa, yo seguía notando su mirada esquiva. Bien sabe Dios que intenté no salirme del papel. “Por la calle de la A, me encontré con la M, que me dijo que la O, es amiga de la R” repetía una y otra vez mentalmente, pero nada, la toma se malograba sin remedio. No entendí el porqué, pero ahora todo está meridiano.

Querida Kira:

No te culpes por lo que te sucedió el otro día en el rodaje, simplemente te abrumó mi belleza. Contemplar mi mandorla de cerca no es moco de pavo. Ahora soy consciente de que mi guapura conlleva una gran responsabilidad, pero en ese momento no supe lo que estaba sucediendo; me sentí confuso y por eso los gritos y los portazos.

Quiero que sepas que te perdono porque la belleza y la bondad van de la mano.

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