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Escuelas entre colosos

Una fundación vasca lucha por el acceso a la educación de niñas pakistaníes que viven en una de las zonas más inhóspitas del planeta

El río Hushé forma un estrecho valle rodeado de paredes gigantes de granito. El fotógrafo lo describe como "un lugar sobrecogedor de tremenda belleza". Se sitúa entre los 2.800 y los 3.400 metros de altitud, con temperaturas inferiores a los 20 grados bajo cero en invierno. Cinco de las 14 montañas más altas del mundo se encuentran en Pakistán. Gran parte de la población masculina de esta zona del Baltistán son 'sherpas' –porteadores o guías– de los montañeros que llegan allí con la intención de escalar los ochomiles que les rodean (el K2, el Nanga Parbat, el Hidden Peak, el Broad Peak y el Gasherbrum I y II). En el valle viven unas 11.525 personas, 5.470 hombres y 6.055 mujeres.Mikel Alonso
Dos niñas observan curiosas al fotógrafo desde el interior de su hogar. Ninguna lleva el pelo cubierto, no les impone la presencia masculina, todavía son pequeñas. Con más edad se cubrirían la cabeza si hay un hombre. Esta imagen está tomada desde el patio de una casa que hace la función de distribuidor con acceso a las distintas dependencias. Los núcleos familiares son muy grandes: padres, hijos, tíos, primos, entre 20 y 30 personas bajo el mismo techo. La mujer lleva el peso del hogar, de los hijos y de otros trabajos, como el cuidado del ganado o el transporte de la leña.Mikel Alonso
Un colegio de Machulu con murales, mapas y gráficos del cuerpo humano en las paredes de las aulas. Mochilas sobre las sillas. Igual que en cualquier parte del mundo. Un alumno uniformado mira a la maestra. El uniforme lo mantienen por tradición británica (Pakistán fue colonia de Reino Unido). La Fundación Baltistan ha conseguido que algunas de sus alumnas se formen como profesoras para que puedan continuar la labor educacional iniciada. Esta mujer solo deja ver sus ojos. Se tapa porque va a ser fotografiada. En época de cosecha, los maestros tienen que negociar con las familias que obligan a sus hijas a ayudar en el campo, ya que la agricultura también es tarea de mujeres.Mikel Alonso
Las manos de una niña con las uñas pintadas de jena señalan la lectura de un libro. Para que las familias entendieran la importancia de dar una educación a sus hijas fue fundamental la complicidad del mulá –el líder religioso– de Machulu, el más influyente del valle. Los miembros de la fundación se lo ganaron. Siempre han tenido un vínculo muy especial con los habitantes de estos pueblos de los que son su 'sherpas'. Sus subidas a la montaña no serían posibles sin ellos. Tras las expediciones descansan en sus casas y conocen a sus familias. El mulá entendió la importancia de que las niñas también accedieran a la educación e intercedió con las familia reacias, arrastradas por los roles establecidos durante siglos por la tradición y la religión. Su ayuda supuso un punto de inflexión.Mikel Alonso
Tres niñas posan en la escuela de la Fundación Baltistán en Marzagón, otro de los pueblos del valle. Su uniforme consta de una vestimenta azul y un hijab blanco que las más pequeñas llevan caído y descolocado con frecuencia. Cada día, al empezar la jornada cantan el himno nacional. Las mujeres llevan ropas que tapan su cuerpo y ocultan sus formas, pero eso no les impide ser coquetas, desde pequeñas se maquillan los ojos con 'kohl'. Las clases son compartidas por niños y niñas pero en bancadas diferentes, a un lado unos y al otro. Cada vez es más importante la apertura que las escuelas traen, el cambio de mentalidad, para que las mujeres puedan irse a estudiar a Islamabad, la capital, o a otros lugares para ampliar su formación. Lo importante es que luego vuelvan y lo invertido en ellas repercuta en el valle, que cada vez está más empobrecido.Mikel Alonso
Aniqa Bano vive en Skardú, un pueblo a tres horas de Machulu, con sus hijas, dos niñas sordomudas. Ser niña y sordomuda no es fácil en ningún lugar del mundo, pero en la zona donde viven no hubiera sido extraño que su familia las hubiera ocultado. Sin embargo, su madre se formó en educación especial. Aniqa ha desarrollado un programa para que aprendan a leer, escribir y a comunicarse entre ellas. Es profesora en una escuela del Gobierno por la mañana y por la tarde atiende a niñas y niños sordomudos en su casa.
Una matrona en el hospital de la capital de Baltistán, Skardu, el último pueblo del valle y el más grande de esta zona. Muestra una bebé recién nacida. Esta niña ha nacido en circunstancias distintas a las de la mayoría de los baltíes –con atención médica en un hospital–. Los servicios de salud en la zona son inexistentes, este es el único hospital y para enfermedades graves han de trasladarse a la capital, Islamabad.Mikel Alonso
Niñas que se tapan la cara con sus cuadernos, muchas veces reaccionan tapándose por pudor, pero en este caso estaban jugueteando con el fotógrafo. Cuando se dibujan en su blocs, no se representan tapadas. Al contrario, una de sus imágenes a imitar es la que ofrece Bollywood, por tanto, no es extraño que se plasmen con el ombligo al aire. Al colegio van con uniforme y si tienen alguna visita poco habitual la reciben cantando. De entre los casi 1.000 alumnos en las escuelas de la fundación en el valle de Hushé, más de la mitad son niñas.Mikel Alonso
Una mujer pasa frente a una pared de una escuela en la que se muestran los trabajos de los pequeños. Va completamente tapada porque sabe que va a ser fotografiada. La religión mayoritaria y con gran influencia en el valle de Hushé es la rama sufí del Islam. Son pueblos pacíficos contrarios a sus vecinos de Afganistán. Uno de los motores económicos de esta zona es el comercio del albaricoque seco –los orejones–. Muchos en el valle se dedican a su cultivo, ya que el clima seco le favorece. Es una zona en la que no llega el monzón, el Himalaya actúa como muralla e impide el paso de las lluvias.Mikel Alonso
Un profesor de una de las escuelas, retratado con sus cuadernos y de fondo tiene una pizarra. Todos los centros de la fundación tienen los niveles de educación infantil y primaria. Los superiores solo en dos, no en todos los pueblos hay alumnos suficientes. Pero conceden unas diez becas al año para que tanto chicos como chicas vayan a estudiar fuera. La primera vez que esto ocurrió fue en 2007, antes nunca había salido nadie para formarse. El que sean los propios habitantes del valle los que tras sus estudios vuelvan facilita el trabajo de la fundación, ya que no es fácil conseguir profesores dispuestos a trabajar en ese lugar tan remoto. Los caminos de acceso muchas veces están cortados por avalanchas de rocas. Las escuelas del Gobierno sufren el mismo problema de falta de profesores.Mikel Alonso
Seis jóvenes de Machulu en una de las escuelas vocacionales de la Fundación Baltistan. Aprenden a coser y hacer patrones. Ninguna de ellas mira a la cámara, son adolescentes y les impone la presencia masculina del fotógrafo. Tienen entre 15 y 18 años, a esa edad ya están casadas. El matrimonio está concertado por las familias desde mucho antes. Poco a poco, gracias a las escuelas y a la apertura que estas traen, algunas familias van respetando los gustos de sus hijas. Más de 950 mujeres han pasado en los últimos tres años por estos centros en los que aprenden un oficio, como cardadora de lana, elaboración de mermeladas o poda de árboles frutales.Mikel Alonso