Soltec se enfoca en los huertos solares
La compañía murciana espera cerrar 2021 con 400 millones en ventas de sus estructuras para paneles y potenciar este ejercicio su promotora de parques
Fue la única compañía en salir a Bolsa en 2020 con un resultado sorprendente: tras poco más de dos meses de cotización sus títulos, que habían debutado a 4,82 euros, se dispararon a 14,8. Su valor creció como la espuma, (1.356 millones, más del doble de su capitalización actual), y como le pasa a una masa de burbujas, aquella escalada se deshizo a la misma velocidad. “Aquel rally no lo entendimos, incluso la CNMV nos llamó para ver qué estaba pasando. No podíamos subir a 15 euros en dos meses sin ningún motivo, porque no lo había”, reflexiona ahora Raúl Morales, consejero delegado y uno de sus...
Fue la única compañía en salir a Bolsa en 2020 con un resultado sorprendente: tras poco más de dos meses de cotización sus títulos, que habían debutado a 4,82 euros, se dispararon a 14,8. Su valor creció como la espuma, (1.356 millones, más del doble de su capitalización actual), y como le pasa a una masa de burbujas, aquella escalada se deshizo a la misma velocidad. “Aquel rally no lo entendimos, incluso la CNMV nos llamó para ver qué estaba pasando. No podíamos subir a 15 euros en dos meses sin ningún motivo, porque no lo había”, reflexiona ahora Raúl Morales, consejero delegado y uno de sus dos mayores accionistas (tiene un 19,5% y su socio, José Moreno Riquelme, un 42,27%). La compañía de origen murciano vivió en Bolsa la fiebre de las renovables que coincidió con el primer año de pandemia. También sintió fuertes altibajos cuando se terminaron los compromisos de sus accionistas de no transmitir acciones (lock up), descontando el mercado que iban a aprovechar para hacer caja. Aquello no ocurrió (ambos propietarios mantienen que no piensan salir, por el momento, de la empresa) y ahora, como el polvo, las valoraciones se van asentando sobre un mercado muy caliente por el precio que diariamente marca el pool eléctrico.
Pero el grueso del negocio de Soltec no está en la generación eléctrica, sino en los seguidores solares, también llamados trakers, que distribuye su filial Soltec Industrial. Son estructuras móviles con un motor sobre las que van montados los paneles y que hacen que estos se muevan de este a oeste, siguiendo la trayectoria solar. Los compran en Asia bajo pedido o los fabrican en sus plantas del Estado de Bahía (Brasil) y Molina de Segura (Murcia). Sus ventas hasta septiembre alcanzaron los 188 millones de euros, aunque terminarán 2021 en unos 400 millones con el acelerón del cuarto trimestre. “Queremos crecer, como mínimo, al mismo ritmo que el mercado, entre un 10% y un 15%. Somos los terceros fabricantes a nivel mundial en cuanto a potencia acumulada, por detrás de dos empresas norteamericanas, Nextracker y Array Technologies”.
Pero, a diferencia de ellas, la empresa española, con unos 400 empleados estables, construye huertos solares y ofrece servicios adicionales. Su negocio se está reenfocando con una apuesta clara sobre su otra filial, Powertis, que promueve parques y los vende en distintas fases de desarrollo. “Ambas ramas se complementan. Powertis busca los terrenos, los puntos de interconexión, obtiene licencias, financiación, y cierra acuerdos de venta de energía o acude a subastas. Por su parte, Soltec Industrial vende los seguidores y construye las instalaciones”, explica Morales.
Una vez en marcha, los parques pueden venderse en distintas fases de desarrollo: en etapas tempranas (early stage), con todos los permisos listos (ready to build), construidos o incluso con años de operación. Son activos que financian, dependiendo de los países, con un apalancamiento medio del 70% y un 30% de inversión. “Cuanto más tarde vendas la instalación, en líneas generales, más valor estás aportando, porque el cliente asume menos riesgos”, señala Morales. El éxito depende de un complicado equilibrio entre la fortaleza financiera de la compañía, la pericia administrativa y las oportunidades de cada país.
Con todo, la transición energética está haciendo que su rama Powertis vaya ganando peso dentro del grupo. Aunque en las cifras reportadas hasta el momento esta división no ha generado ni un euro, su cartera, dice Morales, está bien repleta de proyectos atendiendo al particular lenguaje de los promotores de renovables. Se divide entre el backlog (cartera de pedidos firmados, que hasta septiembre pasado sumaba casi 400 millones) y un pipeline de unos 3.000 millones (proyectos no concretados, con distintos porcentajes de probabilidad de llegar a buen puerto). Este 2022 lo ve como un “año de transición”, para que ese negocio pase de pérdidas a conseguir ebitdas de entre el 5% y el 7%. “Aunque Powertis puede aparecer con resultado negativo, estamos incrementando el valor de la compañía. En 2022 estaremos más cerca de esos objetivos”.
El gran atasco
Powertis, como el resto del sector, se enfrenta en España al gran atasco de los planes de renovables. “Hay cada vez más peticiones y las interconexiones se agotan”, describe el consejero delegado. Hasta noviembre, solo el 12% de los 140.000 megavatios en desarrollo contaba con declaración de impacto ambiental y autorización de construcción por parte de la Administración: el 88% estaba en el aire. De ahí que aumente la cautela sobre los promotores. “Nosotros no somos una burbuja, estamos muy globalizados, no dependemos de un solo país”, defiende. “Un país puede estar saturado, como puede pasar en un momento determinado en España, pero hay otros de mucho volumen donde podemos generar proyectos nuevos. La energía solar fotovoltaica es la energía más barata del planeta junto con la eólica. De la que se instala, más del 50% es solar. Es la energía del presente y el futuro. No hay burbuja”, opina el directivo, que añade que tienen nueve gigas en cartera en diversas fases de maduración con España, Italia, Brasil, Estados Unidos, Colombia y Dinamarca como destinos principales de sus inversiones. ¿Pudo haber burbuja en las valoraciones de las compañías? “No en nuestro caso”, responde.
Otra de las fuerzas que tienen que sortear es un creciente rechazo social al mar de paneles que, normalmente, apenas dejan valor en forma de puestos de trabajo en los lugares que los acogen. En su caso han desarrollado el concepto “ecovoltaica”, para hacer las plantas “más sostenibles desde el punto de vista medioambiental y social”. Prometen ceder hasta el 1% de la energía a los vecinos, buscan empresas locales para construir, reinvierten las deducciones en impuestos de las que disfrutan en los ayuntamientos donde se instalan y donan 1.000 euros por megavatio a proyectos sociales. Buenas intenciones que no han concretado en ninguna instalación porque todavía no tienen parques propios en servicio.
En cuanto al precio de la energía que tanto quebradero de cabeza da a los consumidores en estos tiempos, Morales tranquiliza. “Está marcado por el precio del gas. Conforme vayan entrando más renovables irá bajando, porque hay mucha energía fotovoltaica que se pondrá en marcha en España”.