Fin del ayuno

José Miguel Moreno lleva una década sentando cátedra en una música -la de nuestros siglos de oro- sólo engañosamente sencilla y en la que sus traductores tienden en los últimos tiempos a arrogarse casi una autoría compartida. Él aborda también muchas de estas piezas sin una literalidad que resultaría empobrecedora, pero sus libertades nacen del conocimiento, no del capricho.

Como solista, no es fácil pensar en versiones más poéticas, fluidas o perfectas técnicamente que las que el madrileño ofreció de las Diferencias de Narváez o la Fantasía de Mudarra: él ha marcado un antes y un despu...

José Miguel Moreno lleva una década sentando cátedra en una música -la de nuestros siglos de oro- sólo engañosamente sencilla y en la que sus traductores tienden en los últimos tiempos a arrogarse casi una autoría compartida. Él aborda también muchas de estas piezas sin una literalidad que resultaría empobrecedora, pero sus libertades nacen del conocimiento, no del capricho.

Como solista, no es fácil pensar en versiones más poéticas, fluidas o perfectas técnicamente que las que el madrileño ofreció de las Diferencias de Narváez o la Fantasía de Mudarra: él ha marcado un antes y un después en las recreaciones vihuelísticas de este repertorio. De su espléndido grupo, Orphénica Lyra, hay que destacar a la jovencísima Nuria Rial, una cantante que lo tiene todo para triunfar: voz, presencia escénica, dicción, buen gusto y, sobre todo, ausencia de esos tics tan habituales en el mundo de la música antigua. Jordi Domenech rayó a un nivel algo inferior, pero hace unos años era inimaginable escuchar a un contratenor español de su talla. Fuera de programa, Moreno y sus músicos nos regalaron Hoy comamos y bebamos, el maravilloso villancico de Juan del Enzina.