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EL PAÍS

Mensaje de Van der Poel a Pogacar: “Te espero el domingo seis en el Viejo Kwaremont”

Cinco días después de ganar la Milán-San Remo, el príncipe neerlandés se impone por segunda vez en el GP E3, la primera clásica de muros y pavés y anticipo del Tour de Flandes, en la que el esloveno buscará la revancha de San Remo

Mathieu van der Poel celebra su victoria en la clásica E3 Saxo Bank.

Como el príncipe de la luz que es, bocamangas irisadas, bicicleta blanca, Mathieu van der Poel ilumina la tarde gris de Flandes, casi lluvia, y en el Viejo, y querido, Quaremont acelera para ponerle un telegrama a Tadej Pogacar, que en Mónaco no pierde detalle: “De Mathieu a Tadej, el domingo 6 aquí te espero, dear”. Después, mira para atrás. Comprueba que el loco Mads Pedersen, bocamangas irisadas también desde que ganó el Mundial de 2019, ya no puede más. Confirma que la carrera está ganada, y para no aburrirse los 40 kilómetros que quedan hasta la meta en Harelbeke charla con Christophe Roodhooft, el dueño de su Alpecin, al volante del coche, y le cuenta historias y le pone música. “Se me hacía muy largo si no”, dice Van der Poel, que consigue, bajo unas chispas de lluvia fría, flamenca, su segunda E3 consecutiva –qué nombre, E3, así se numeraba la ruta europea Lisboa-Estocolmo, que pasa por Harelbeke, la ciudad salida y meta de la carrera. La E3 es ahora la E17— con 1m 5s sobre Pedersen y 2m 4s sobre Filippo Ganna, el italiano que aseguró tras la San Remo que había perdido 10 años aguantando la rueda de Van der Poel y Pogacar en la Cipressa y el Poggio, y que en Bélgica sucumbió en el intento, aunque no por ello sufrió menos. “Mi peso es excesivo para subir estos montes de adoquines con estos corredores”, dice Ganna, un gigante de casi dos metros y más de 80 kilos, imbatible en las contrarrelojes y en el llano, más frágil con subidas empinadas. “Nos sé cómo describir el dolor que sufrí, solo puedo decir que sentía fuego en las piernas”.

Si en 2024 Van der Poel atacó en el Paterberg, a 43,5 kilómetros de la meta, para deshacerse de Stuyven y Van Aert, en esta ocasión esperó tres kilómetros más para deshacerse de Pedersen, quien, en ausencia de Pogacar, descansando con la cabeza puesta en la semana Flandes-Roubaix, asumió el papel de rival. Fue Pedersen, audaz, y una arrancada tan potente, y tan feliz chapoteando en la lluvia, el que rompió la carrera. Un ataque a 80 kilómetros de la llegada, en el Paterberg que solo resistieron Van der Poel, fácil, y Ganna, soplando. Alcanzaron los tres a unos fugados. Van der Poel dejó a Pedersen que exhibiera su deseo en el Paterberg con un ataque limitado y tres kilómetros más allá, en el Viejo Kwaremont, a todos remató. “Estoy feliz, realmente Feliz”, se regocija Pedersen en la meta. “Tenía buenas piernas y, evidentemente, este, segundo, era el mejor resultado que podía conseguir. Está okey que te gane un monstruo”.

El monstruo esperó al largo Viejo Kwaremont, tres kilómetros más allá. Y su aceleración repentina, dinamita, bien asentado en el sillín de su Canyon para evitar que patinara la rueda trasera, que potencia de tracción en los glúteos, en los grandes músculos de sus piernas, tuvo más de demostración a Pogacar que de necesidad para acabar con Pedersen y con Ganna, que ya ni intentó seguir. Hace dos años, en su segundo duelo en el Tour de Flandes, fue Pogacar quien atacó en el Viejo Kwaremont, el monte más largo del repertorio de Flandes –2.200 metros de longitud y 92 metros de desnivel. La pendiente media es de del 4%, pero a mitad de la subida el desnivel se multiplica por tres hasta el 11,6% y es allí donde siempre se rompe la cuerda entre el primero que acelera y el segundo que intenta resistir--, el que mejor le va por sus características, más escalador que potente, al esloveno. Y entonces fue Van der Poel quien cedió. El lugar donde nacen los mitos y mueren los humanos. La gran cita para el combate de los jefes, domingo 6 de abril, la revancha de San Remo.

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