Un agónico Getafe deja tocado al Valladolid

Un penalti en la última jugada del partido castiga al cuadro castellano, que había remontado un partido de poco juego y mucha emotividad

Javi Moyano, a la derecha, disputa la pelota a Olivera, del Getafe.R. García (EFE)

No es preciso que un partido de fútbol esté bien jugado para que genere emociones, sentimientos o vibraciones a través de las que se comprenda la fuerza de este deporte. Tampoco a esta altura de la Liga se piden juegos florales. Manda el resultado, la necesidad de la victoria. Y el fútbol es grande por caprichoso, porque en la dictadura del resultado ejerce de Salomón. El Valladolid sumó un empate que sintió casi como una derrota porque se le fueron dos puntos de la mano en la última acción del partido y quien sabe si ahí estaba un futuro mejor. Al Getafe la igualada le vale para seguir en la ...

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No es preciso que un partido de fútbol esté bien jugado para que genere emociones, sentimientos o vibraciones a través de las que se comprenda la fuerza de este deporte. Tampoco a esta altura de la Liga se piden juegos florales. Manda el resultado, la necesidad de la victoria. Y el fútbol es grande por caprichoso, porque en la dictadura del resultado ejerce de Salomón. El Valladolid sumó un empate que sintió casi como una derrota porque se le fueron dos puntos de la mano en la última acción del partido y quien sabe si ahí estaba un futuro mejor. Al Getafe la igualada le vale para seguir en la pugna en la que se ha metido por la cuarta plaza, pero le obliga a ganar al Sevilla la próxima jornada para retomar esa posición. Bendito problema, pensarán en Pucela.

Todo ocurrió en una batalla que se llevó hasta lo emotivo. Hacia ahí llevó el partido el Valladolid, que hace tiempo que dejó de fluir y apenas ha ganado en una de las últimas once jornadas. Su plan ahora mismo pasa por tirar del hilo de lo conmovedor. Juega con el alma el Valladolid, lo hace desde la remontada que le empezó a llevar a Primera justo ahora hace un año. Una vez más tuvo que volver a manejarse a contrapelo y demostró tener argumentos para activarse en ese tipo de situaciones. Otra cosa es el fútbol. El Valladolid es ahora mismo un equipo indefinido con la pelota, tiene capacidad para moverla y buscar superioridades a través de ella, pero la urgencia le lleva a otro terreno. Y es pantanoso. A veces da, a veces quita. El Getafe interpreta su papel de manera excelente, maduro, canchero. Ni cuando los acontecimientos le superaron y le dejaron tocado se fue del partido y alumbró un empate final de la nada. El equipo de Bordalás es corcho, complicado hundirlo.

Un gol antes del cuarto de hora inicial orientó el partido. Marcó Arambarri con un disparo lejano inapelable para Yoel, que le dio el relevo en la portería a Masip, uno de los héroes del ascenso. El Valladolid tuvo la virtud de empatar sin que le diese tiempo a ponerse nervioso, al filo de la media hora de partido tras un magnífico centro de Nacho que empujó, sin ortodoxia, Guardiola a la red. Fue un caderazo, la señal de que todo valía mientras acabase bien. Getafe y Valladolid habían marcado en las dos únicas ocasiones que habían fabricado, en un duelo de ritmo lento e interrupciones, justo ese caramelo que tanto le gusta al Getafe.

Pero el Valladolid se rebeló contra ese tránsito. El descanso le activó para regresar al campo y agitarlo todo. Llevó el partido a lo emotivo, a la protesta, a lo febril. Subió líneas, engranó un par de marchas más, no encontró sutilezas en su medio campo, que no era zona de paso, pero sí llegó al dominio de la situación. Tuvo el mérito el equipo que prepara Sergio González de llevar al rival hacia el error. Lo cometió Olivera para salir expulsado tras una segunda tarjeta amarilla por un manotazo en el rostro de Óscar Plano. Antes, en la primera parte, ya había tenido que deja el campo Antunes por una lesión en la rodilla derecha que tiene mala pinta. Pero quedarse en inferioridad numérica obligó al Getafe a jugar en una sola dirección.

Bordalás quiso retocar líneas y llamar a un central, Bruno, por un delantero, Ángel. Casi llegó tarde porque entre medias al Valladolid le anularon un gol por fuera de juego. Ya estaba desatado Zorrilla, presto para la batalla, para el empuje. Casi de inmediato una mano involuntaria de Djené cuando el balón se iba por la línea de fondo acabó con la pelota en el punto de penalti. Lo decidieron Munuera Montero sobre el césped y Mateu Lahoz ante la pantalla. Son dos de los mejores árbitros del campeonato, pero no estaría de más revisar el catálogo de infracciones y aclarar conceptos porque sigue latente la impresión de que se sobrearbitra y se penaliza más por la posición de los brazos que por la intencionalidad de golpear la pelota y cortar el juego.

Marcó Enes Ünal y el Valladolid pareció ver la luz. Debió llegar a ella definitivamente en una acción que definió de manera nefasta, una contra de dos jugadores contra el portero en la que Nacho y Waldo acabaron por cometer un fuera de juego propio de cadetes. Restaba más de un cuarto de hora para el final y ya se jugaba como en el minuto noventa.

El mérito del Getafe radicó en que nunca dejó de exigir a su oponente hasta el límite. Hacia ahí lo llevó, a un final agónico con un saque de banda al área, recurso de moda que demuestra que lo que valía en el siglo XIX puede servir en el XXI. Era el último estertor del partido y el decimonónico envío generó el caos en el área del Valladolid. Tras una serie de rechaces, Óscar Plano se aprestó a despejar la pelota, enviarla a Palencia y alzar los brazos victorioso, pero lo que se encontró por medio fue la pierna del joven Hugo Duro. El Getafe extrajo así un penalti sin tener la posesión de la pelota, mérito que le define: con que le den la punta de la uña se lleva todo el brazo. Jorge Molina no perdonó desde los once metros y llevó el llanto a medio Zorrilla, sobre todo a Óscar Plano, derrumbado ante su desgracia.

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