España no se vacía solo de su población sino también de las oficinas bancarias. Si hace tan solo una docena de años eran legiones —a 30 de septiembre de 2008 se registró el pico, con 45.707 unidades—, las sucursales han caído a menos de la mitad, hasta alcanzar 22.209, según los últimos datos del Banco de España registrados a cierre del tercer trimestre del año pasado. Y seguirán bajando, por efecto de la reestructuración del sector y de las próximas fusiones previstas entre entidades, lo que supondrá un incremento del 17,8% en el número de habitantes por oficina hasta finales de este año.
Los anuncios de las fusiones entre CaixaBank y Bankia, por un lado, y Unicaja y Liberbank, por otro, en los últimos meses del año pasado, se han traducido en nuevos planes de ajustes, que se añaden a los realizados en la década pasada con recortes de oficinas y empleados, y en previsiones en el mismo sentido por parte de otras entidades. “Con los cierres por fusiones, los ERE y las reestructuraciones que se esperan para este año por parte de ocho de los bancos principales, a finales de 2021 quedarán unas 19.400 oficinas, es decir, una cada 2.400 habitantes aproximadamente, contra los 2.040 actuales”, calcula el experto de finanzas del comparador bancario iAhorro, Antonio Gallardo.
Si se exceptúan las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, las provincias de Cádiz, con 2.985 habitantes por sucursal, Las Palmas (2.773) y Barcelona (2.637) son las más penalizadas, siempre según la última estadística del supervisor. En estos territorios, la presión en las oficinas supera la media nacional en un 46,2%, 35,8% y 29,2%, respectivamente. En el extremo opuesto se encuentran Teruel (765 habitantes por cada oficina bancaria, 62,5% por debajo de la media), Soria (974, -52,3%) y Cuenca (1.282, -37,2%).
Por lo general, en las capitales de provincia la carga es menor que en el resto del territorio. La media se reduce a 1.675 habitantes por sucursal en estas ciudades, es decir, un 18% menos que la media de toda España, y se dispara hasta los 2.277 fuera de las capitales provinciales (+12%). Destacan los territorios provinciales (excluida las capitales) de Málaga, con un 141,6% por encima de la media, Cádiz (+124,7%) y Cáceres (+106%). Por el contrario, las capitales de provincia en las que hay menos habitantes por cada sucursal son Huesca (80,4% por debajo de la media), Cáceres (-74,5%) y Ciudad Real (-70,4%).
Los efectos de la llamada desbancarización se pueden apreciar, además, en determinados territorios donde hay también una fuerte despoblación. La provincia de Soria es la que presenta la menor densidad de oficinas, con 0,9 sucursales por cada 100 kilómetros cuadrados. Le siguen Cuenca (1,1), Teruel, Zamora y Guadalajara (1,2), Palencia, Cáceres y Huesca (1,3), y Ávila (1,4). En el lado opuesto, excepto las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, la mayor concentración de sucursales se encuentra en Madrid, con 35 oficinas por cada 100 kilómetros cuadrados, por delante de Barcelona (27,5) y Vizcaya (26,4). La media en todo el territorio español, es decir, 22,1 oficinas, se sitúa inmediatamente por debajo de este último dato.
Brecha digital
En cuanto a los cierres venideros, aunque admite que “no todas las entidades han desglosado y hecho públicas sus previsiones”, Gallardo subraya que “es probable que la mayor parte de los cierres se vuelvan a centrar en las zonas más pobladas”. Pese a ello, este experto cree que “el impacto será mayor en los territorios con menos densidad de población”, porque es donde los clientes están obligados a efectuar largos desplazamientos para realizar sus operaciones con el banco. En el mismo sentido, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) también mostró en septiembre su preocupación por el efecto que la fusión entre CaixaBank y Bankia pudiera tener en lo que a reducción de oficinas se refiere. “Se agrava el riesgo de exclusión financiera en que se encuentran muchas zonas de España que no tienen un acceso adecuado a los servicios financieros presenciales”, denunció la portavoz de la organización, Ileana Izverniceanu.
La cadena aparentemente infinita de cierres radica esencialmente en la crisis financiera que estalló en 2008, la reducción de los márgenes de las entidades por los bajos tipos de interés, y la progresiva digitalización del sector bancario, que hace cada vez más prescindible la sucursal física para las operaciones sencillas, como las transferencias de dinero de una cuenta a otra. La transformación digital de la banca, que empezó de forma muy paulatina, ha recibido un notable impulso con la llegada de la pandemia y las medidas restrictivas que se han adoptado para encararla.
Los consumidores, sin embargo, expresan su preocupación por las consecuencias que estos cambios conllevan para una parte de la ciudadanía. “La progresiva desaparición de establecimientos supone un paso más para crear una brecha digital y financiera entre los clientes menos acostumbrados al uso de las nuevas tecnologías o los más necesitados de asesoramiento, es decir, tanto el segmento mayor como el más joven de la población”, declaró en noviembre Patricia Suárez, presidenta de la Asociación de Usuarios Financieros (Asufin), tras el anuncio de la posible fusión entre BBVA y Banco Sabadell, un movimiento que fracasó posteriormente. “La situación de emergencia creada por la covid ha acelerado los procesos de digitalización de la banca que, aun siendo una tendencia necesaria y que valoramos positivamente, están dejando atrás a toda una generación”, concluyó.