‘Bola de dragón’ no es la mejor de las creaciones de Akira Toriyama, pero sí la que le ha logrado la inmortalidad
Los niños de los noventa que hoy son padres no han olvidado aquellas increíbles aventuras que abrieron para siempre las puertas de la animación japonesa y del manga en España
En algún momento entre 1991 y 1992, mi compañero de clase J. y yo volvíamos del colegio hablando de dinosaurios, leyendas urbanas, y probablemente quejándonos de los deberes de matemáticas. Atravesando el Paliza (un parquecillo) me dijo —textualmente—, “están poniendo una serie guay en Telemadrid. Se cambian de ropa y crecen”. Me quedé estupefacta ante tal revolución narrativa… ¿Personajes que se cambian de ropa y crecen? Imposible. Antes de despedirnos me contó el argumento: dos niños entrenan en casa de un viejo verde que lleva en la chepa un caparazón de tortuga, y tienen que reunir siete bolas para invocar a un dragón que te concede un deseo.
Aquella farragosa explicación me fascinó y esa semana vi por primera vez Bola de dragón. Cómo explicar lo revolucionario de aquellos dibujos. Absolutamente todo era divertido. Las peleas eran cruentas, los colores vivos, los giros absurdos a la par que maravillosos. Nunca antes se había emitido por televisión una sandez con semejante carga épica. Los innumerables chistes verdes eran la comidilla del patio. No paraban de aparecer nuevos personajes. Bola de dragón nos unía a todos. No importaba lo mal que te llevases con alguien si también era fan de Son Goku, Krilin, Bulma, Chichi, Mutenroi, Yamcha, etcétera.
Al poco llegó Bola de dragón Z, cuya melodía resuena en mi cabeza mientras escribo esto. Durante un mes o más, el planeta Namek estuvo a tres minutos de explotar en una batalla que pasó de ser un acontecimiento a convertirse en gloriosa chirigota según pasaban los días y Namek seguía sin explotar. Los adultos no entendían Bola de dragón; como mucho pasaban por delante de la tele y se escandalizaban (no sin cierta razón) al ver al viejo verde de Mutenroy echando sangre por la nariz. Aquello que parecía una moda pasajera acabó siendo el shonen (el género “para chicos”) más importante de la historia del manganime. Los niños de entonces que hoy son padres no han olvidado aquellas increíbles aventuras que abrieron para siempre las puertas de la animación japonesa y del manga en España. El viernes trascendió la muerte de su creador Akira Toriyama. No creo que Bola de dragón sea la mejor de sus creaciones, pero sí es la que le ha logrado la inmortalidad. Quién se lo iba a decir aquel niño que empezó a dibujar aquellas cosas que quería tener y no lograba que le comprasen. Seguro que si miramos al cielo le veremos pasar montado en la nube Kinton. Descanse en paz.
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