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COLUMNA
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Pobre ‘True Detective’: el inicio de su cuarta temporada es una nadería

Su creador, Nick Pizziolato, ha desertado. Y la responsable de la nueva tontería se llama Issa López. Se nota que el argumento ante todo es fiel a las cuotas

Jodie Foster (izquierda) y Kali Reis, protagonistas de 'True Detective: Noche polar'.
Carlos Boyero

El último recuerdo deslumbrante que tengo de una serie, género que durante una época de HBO se mantuvo en frecuente estado de gracia, es la primera temporada de True Detective. Qué miedo y tensión provocaba en aquel paisaje húmedo y maligno, observar a aquel policía atormentado, obsesivo, suicida, irremediablemente honesto a su pesar, que interpretaba el hipnótico Matthew McConaughey, hurgando por las marismas y los pantanos de Florida para luchar contra el mal, contra ese diablo que viola y asesina a niños y a perdedores. El problema fue que su creador, Nic Pizzolato, no asumió que había tocado el cielo con esa inquietante obra maestra e intentó prolongarla. La segunda y la tercera temporada eran tan cansinas como pretenciosas. Y el inicio de la cuarta (True Detective: Noche Polar) es una nadería.

Solo he sido testigo del primer capítulo. Suficiente. A lo peor, empeora. Gracias a la mezquina política de Movistar Plus+, plataforma de pago en la que te insertan publicidad hasta en la sopa y a la que le ha dado por programar algunas series ofreciéndote únicamente un capítulo por semana. Tratan a su público con imposiciones absurdas. Imagino que en nombre del mercantilismo. Deben de pensar que son los mismos y abotargados espectadores de las grimosas televisiones generalistas. A mi me hacen un favor con esa táctica en el caso True Detective: Noche Polar. Veo con infinita desgana el arranque y renuncio definitivamente a continuar con su desarrollo.

Pizzolato ha desertado, la creadora de la nueva tontería se llama Issa López. Y se nota que el argumento ante todo es fiel a las cuotas. Hay asesinatos en Alaska. De mujeres, con las lenguas arrancadas. La protagonista es esa actriz extraordinaria desde que era una niña llamada Jodie Foster, que aquí aparece con un rostro y una imagen devastadas por el tiempo. Y el guion tiene que buscarle una hija, india y lesbiana, una compañera negra, reivindicaciones militantes. Es transparente y legítima la inclusión y el poderío feminista. El problema es que ese planteamiento tan de moda esté al servicio de un guion y una realización que no poseen el menor interés, en los que no logras creerte nada.

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