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Columna
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‘La dama de los muertos’ y la inmisericorde venganza

La primera temporada tiene un final que deja satisfecho al espectador al mismo tiempo que anhela la segunda temporada cuanto antes

Anna Maria Mühe en 'La dama de los muertos'.
Ángel S. Harguindey

Si como dicen los expertos, el inicio de una historia, cualquier historia, debe de atrapar a quien la lee o contempla, La dama de los muertos cumple rigurosamente con la opinión de los entendidos. Pocas imágenes más impactantes que las que muestra la serie en su primer capítulo —de un total de seis— sobre la muerte del marido de la protagonista, una excelente Anna Maria Mühe, dueña y señora de la funeraria del pequeño pueblo austríaco en el que se desarrolla la trama.

El que se muera tu compañero en un accidente es triste, pero difícilmente da para una serie. Si la compañera sospecha que en realidad fue un asesinato, la trama es más interesante y si, además, la dama en cuestión, habituada a tratar con cadáveres por su oficio, está dispuesta a llevar a cabo una venganza inmisericorde con los responsables de la tan mencionada muerte, nos encontramos con una notable producción realizada muy correctamente por Netflix, con los medios apropiados y sin los alardes de efectos especiales a los que tan dados son los que pretenden encubrir su falta de ideas.

La dama de los muertos demuestra también que la protagonista de una serie no tiene que ajustarse necesariamente a los cánones de la belleza al uso, basta con ser una excelente actriz: la belleza cambia, el talento permanece, y si hablamos de talento habrá que señalar el que los responsables de la serie concluyen la primera temporada con un final que deja satisfecho al espectador al mismo tiempo que anhela la segunda temporada cuanto antes. Son las ventajas de contar una buena historia, basada en la novela homónima de Bernhard Aichner y sin necesidad de artificios de ordenador. A pelo.

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