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Columna
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‘La confesión’, entre el derecho y la verdad

La serie británica cuenta la desaparición de una madre de dos hijos en un pequeño pueblo de Yorkshire con una sobria y eficaz recreación documental

Una imagen de la serie documental 'La confesión'.
Ángel S. Harguindey

La confesión (Prime Video) es una correcta serie británica de dos episodios sobre el caso de la desaparición de Patricia Hall, una madre de dos hijos, en el pequeño pueblo de Pudsey, en Yorkshire. El estilo empleado es el de una sobria y eficaz recreación documental. Pero la gran cuestión que plantea es la de qué debe predominar en el juicio a su esposo, Keith Hall, el presunto asesino: si una confesión conseguida de forma irregular o los derechos del acusado.

Una hipotética miniserie similar en España tendría otro enfoque ya que, como propagaba el autoritario Fraga Iribarne, “es diferente”. En este caso, el dilema no sería entre los trucos policiales que, pese a todo, permitieron desvelar lo ocurrido y el derecho, sino entre el deber de acatar una Constitución votada libremente y una cúpula judicial que no respeta el ordenamiento jurídico, es decir, las garantías de los derechos de los ciudadanos.

Con un partido político que aspira al poder y que durante más de cuatro años ha incumplido el constitucional deber de renovar el Consejo General del Poder Judicial para gozo de sus magistrados y alivio de los cientos de imputados por corrupción entre sus filas, y un Tribunal Constitucional que decide impedir que se vote en el Senado la renovación del mismo, que ya había aprobado el Congreso, y consiguiéndolo con el voto de dos de sus componentes cuyo mandato había finalizado meses atrás, está claro que Sam Hobkinson, el director de La confesión, habría hecho una miniserie “diferente”, más próxima al esperpento, gracias a esa deformación de lo establecido por parte de los excelentísimos magistrados conservadores y sus dilectos patrocinadores, aquellos que entienden que la legalidad es solo lo que les favorece.

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